Morante de la Puebla, Premio Nacional de Tauromaquia
El jurado del Ministerio de Cultura destaca “su compromiso con la tauromaquia en un momento especialmente difícil”
El torero José Antonio Morante de la Puebla (La Puebla del Río, 42 años) y matador de toros desde 1997, ha sido el ganador del Premio Nacional de Tauromaquia de este año, que convoca el Ministerio de Cultura. Un jurado elegido al efecto ha destacado “la singular personalidad creativa de un artista que recrea y renueva el toreo clásico para el público actual”. Igualmente, señala que “su compromiso con la tauromaquia en un momento especialmente difícil tras la crisis provocada por la covid-19, en la que el diestro, asumiendo su responsabilidad como primera figura del toreo, ha diversificado sus actuaciones, apostando por la variedad de encastes y de carteles, liderando el escalafón taurino en una temporada en la que ha desarrollado faenas memorables en las principales plazas españolas”.
Morante de la Puebla ha sido el diestro triunfador de la temporada; ha acabado el primero del escalafón, con 49 corridas, en las que ha cortado 51 orejas y un rabo, ha estado presente en la inmensa mayoría de las ferias que se han celebrado, ha optado por la diversidad de encastes y ha sido el diestro que ha concitado la atención de los aficionados allá donde ha actuado.
La temporada del 2021 ha sido, sin duda, la más importante y sobresaliente de su ya larga carrera como matador de toros, que ya ha cumplido 24 años. Siendo apoderado de sí mismo, —la pasada Feria de San Isidro, celebrada en Vistalegre, rompió sorpresivamente con la Casa Matilla—, se ha mostrado como un torero renovado, comprometido, ilusionado y ansioso de triunfo.
Ahí está su reciente y clamoroso éxito en la pasada Feria de San Miguel de Sevilla, de la que ha sido declarado indiscutible triunfador por todos los jurados. La Maestranza lo esperaba como el mesías anunciado y superó todas las expectativas en él depositadas. Sublimó el toreo a la verónica, y se rompió literalmente la tarde del viernes 1 de octubre, en una actuación redonda, bellísima, plagada de genialidades de un artista desbordante de inspiración ante un animal bonancible e inválido de Juan Pedro Domecq. Días más tarde, hizo el paseíllo en Las Ventas, donde no acudía desde 2017, y el triunfo de puerta grande de Ginés Marín quedó aderezado por la lección de torería de un veterano contagiado de embrujo y arrebato.
El Premio Nacional de Tauromaquia premia en este caso la resurrección de un artista que parecía dormido en el podio del reconocimiento del público a pesar de su trayectoria irregular.
Ya en el inicio de la temporada criticó enérgicamente que la Junta de Andalucía rechazara las condiciones impuestas por el empresario de La Maestranza para celebrar la Feria de Abril, un mes después rompía con su empresario, al tiempo que confesaba su hartazgo de lidiar toros comerciales y su decisión de asumir riesgos desconocidos para él con ganaderías reservadas a toreros más modestos.
De su mano llegó a los pocos días la noticia taurina del año: el 7 de agosto, en la plaza de El Puerto de Santa María, Morante se encerraba en solitario con seis toros de Prieto de la Cal, uno de los hierros más temidos de la cabaña española.
La corrida fue un suceso impresionante, el papel acabado en taquilla, la expectación por las nubes, y, poco más de una hora y media después, la gesta se había tornado en un fiasco sin precedentes. Ni sirvieron los toros ni el torero se sintió lúcido en tarde de tan severo compromiso. Horas después, torero confesaba a este periódico que había sido “una tarde muy dura”, y anunciaba que “seguramente, nunca más me anuncie con seis toros en solitario”.
Pero ese tropiezo no mermó el ánimo de Morante, quien días antes había lidiado ‘torrestrellas’ en Las Colombinas de Huelva y toros de La Quinta en la ciudad francesa de Istres; continuó después con una corrida de Ana Romero en Calatayud, en Sevilla le esperaban los toros de Miura en San Miguel y los de Alcurrucén en Madrid. Y, mientras tanto, los triunfos de Morante se sucedían tarde tras tarde de la mano de un diestro transfigurado y comprometido.
¿Qué había sucedido para que se produjera este cambio tan radical después de tantos años de aparente desidia y abandono? No es fácil responder a esa pregunta cuando se trata de una personalidad tan controvertida como la suya, a merced siempre de las musas de la genialidad y, a veces, de los fantasmas de la bohemia y la inestabilidad emocional. Es cierto, no obstante, que Morante ha despertado al tiempo que surgían dos toreros jóvenes, Pablo Aguado y Juan Ortega, tocados ambos por la gracia, que se han hecho un hueco en el corazón de los aficionados. Morante ha competido con los dos, y ha querido dejar claro que, por ahora, el arte supremo no tiene más que un nombre, y es el suyo.
Sea como fuere, Morante de la Puebla se ha hecho merecedor del Premio Nacional de Tauromaquia con todos los honores. Durante todo el año ha demostrado con creces que es uno de los grandes toreros de la historia, un torero mágico, un orfebre con capacidad para hacer del toreo una de las bellas artes.
Nueve premiados
El Ministerio de Cultura creó el Premio Nacional de Tauromaquia en 2011 con el objeto de reconocer, con carácter anual, “a cualquier profesional en todas sus diferentes manifestaciones -torero, ganadero, empresario- o institución que haya destacado por su labor en favor de la difusión de los valores culturales de la tauromaquia”. El premio está dotado con 30.000 euros.
El diestro retirado Paco Ojeda fue el primer galardonado en el año 2013, y los siguientes premiados han sido los siguientes:
- Francisco Cano ‘Canito’ (fotógrafo).
- Escuela de Tauromaquia de Madrid ‘Marcial Lalanda’.
- Victorino Martín.
- Enrique Ponce.
- Juan José Padilla.
- Foro de Promoción, Defensa y Debate de las Novilladas.
- Fundación Toro de Lidia.
- Morante de la Puebla.
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