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Sonata para violín y títeres a la vera de nogales y olivos

La compañía Etcétera pone en pie un proyecto de arte y naturaleza en el pueblo granadino de Güéjar Sierra

Compañia Etcetera Guejar Sierra
Un momento de la representación de 'Almavera', de la compañía Etcétera.ETCÉTERA
Javier Arroyo

Algunos sueños maceran a fuego lento, muy lento. Treinta años han tardado Enrique Lanz y su compañía de teatro de títeres Etcétera en poner en pie el suyo. En la falda de la montaña sobre la que se asienta el pueblo granadino de Güéjar Sierra (2.700 habitantes), con el rumor de las aguas del río Genil y con una bellísima sierra de fondo de escenario, en un espacio que ocupa 20.000 metros cuadrados de naturaleza, Etcétera ha creado Cueva Secreta, un proyecto en el que las artes escénicas se integran en un terreno de árboles, hierbas y enormes pedruscos para ofrecer una experiencia poco común. El objetivo no es solo tener un espacio donde disfrutar de la música y el teatro de modo permanente, sino también lanzar un mensaje: no hay futuro sin proyectos respetuosos con el medio ambiente. Unas horas en Cueva Secreta lo confirman como un lugar con un estupendo camino que recorrer y con espacio para crecer.

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De hecho, Cueva Secreta, explica Enrique Lanz, es en este momento apenas una pequeña parte de lo que pretende ser. Las visitas comenzaron en julio y seguirán hasta mediados de octubre, pero el objetivo en los próximos años es convertirlo en un proyecto cultural que trascienda el teatro y el buen tiempo para abrazar la música y otras disciplinas y que esté operativo todo el año. Mientras eso llega, dos magníficos nogales y un olivo, entre otros árboles, acompañan las representaciones de Almavera (sonata para violín y títeres), una obra especialmente creada para este nuevo espacio natural. Como todos los espectáculos de esta compañía, que fue Premio Nacional de Teatro para la infancia y la juventud en 2014, la música es una parte esencial de las funciones.

La visita a esta Cueva Secreta puede ser teatral, musical y, también, experiencial. El espectador puede decidir asistir solo a la sonata de música y títeres, pero la estancia en Güéjar Sierra alcanza su plenitud si se opta también por un paseo previo por la finca. Un paseo de poco más de media hora hasta llegar al pequeño y bello anfiteatro que la compañía ha creado en la finca. En ese trayecto, guiado y que transcurre por un itinerario especialmente mágico, el visitante descubre un mundo y unos seres que, probablemente, pensaba que no existían pero que aún perviven en este territorio cercano a Sierra Nevada. El paseo se convierte así en un momento mágico e inesperado.

Yanisbel Martínez es la otra parte fundamental de Etcétera. Más allá del sueño imaginado hace tres décadas por Lanz, que vive en Güéjar Sierra, Martínez recuerda el momento en que decidieron convertirlo en realidad. “En la quietud del confinamiento de la pandemia comprobamos que la belleza de este territorio es aún mayor de lo que veíamos a diario. Esos días de quietud nos mostraban la sierra con una definición aún más bella de lo habitual y decidimos que era algo que debíamos compartir”. En ese momento se pusieron manos a la obra.

Lo que ahora se disfruta perfectamente limpio y ordenado ha sido durante una década territorio de libre crecimiento de todo tipo de zarzas, malezas y hierbas de variado calibre y altura. Eso, recuerda Lanz, les dejó “bolas de zarzas de ocho metros” que hoy ya han desaparecido gracias al esfuerzo de Lanz y su gente, su hijo Leo entre ellos, que también le acompaña en Almavera en el manejo de los títeres. Donde estaba esa gran masa de zarzas se alza hoy un ambigú, el sitio ideal para concluir la visita y seguir disfrutando del estupendo aire serrano. Y, algunas noches, espacio de conciertos gratuitos.

Etcétera nació hace cuatro décadas de la mano de Enrique Lanz —nieto de Hermenegildo Lanz, artista polifacético que tocó todas las ramas de las bellas artes como dibujante, cartelista, grabador o escenógrafa y que fue amigo y colaborador de Lorca— y ahora es una de las compañías más consolidadas en el mundo del teatro de títeres. Este espacio en la naturaleza granadina supone la confirmación, además, de la compañía como gestora cultural. La incorporación de la siguiente generación, con Leo manejando los títeres mano a mano junto a su padre, asegura la pervivencia de la familia Lanz en el mundo de la cultura, una familia y una compañía imprescindibles en este ámbito.

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