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La obra sin fin

'El alma del pueblo' es un homenaje, un museo audiovisual y una reivindicación del títere

Isabel Valdés

Si alguien pronuncia la palabra títere la reacción inmediata es pensar en una marioneta, y la siguiente, en niños. Pero los títeres son mucho más que muñecos movidos por hilos. Ya existían en la Grecia Antigua y han evolucionado a lo largo de los siglos con las sociedades en las que nacieron, son objetos de culto en algunos puntos de África y hay maestros de este género por todo el mundo. El proyecto de la compañía Títeres Etcétera, 'El alma del pueblo', es un viaje de encuentros y conocimientos, un banco de imágenes y entrevistas que honra esta disciplina y  que pretende mantenerla viva compartiendo lo que ellos ya han aprendido

JFJ, el protagonista de 'El alma del pueblo'.
JFJ, el protagonista de 'El alma del pueblo'. Enrique Lanz

Estar hecho de madera, de fibra de carbono o de rollos de cartón, medir cuatro metros o cinco centímetros, ser un dragón, un zapato o un jubilado, tener 3 pares de ojos o 50 dedos en los pies. Los títeres son poder ser cualquier cosa en otro cuerpo. Un alter ego perfecto. Quizás por eso nacieron antes de Cristo, y desde entonces cambian, y a veces mueren, alrededor de todo el mundo. En España, y en casi cualquier otro país, son considerados un género menor frente al teatro. Menos atención, menos inversión, menos apoyo, la idea equivocada —y extendida— de que son más para niños que para adultos y sobre todo, el desconocimiento del origen, la historia y su evolución.

A contracorriente nada la compañía Títeres Etcétera desde que se creó en Granada en 1981. Y a contracorriente y con refuerzos desde que comenzó el proyecto que ha acabado llamándose El alma del pueblo y que puede verse este sábado 9 y domingo 10 en la Sala El Mirlo Blanco del Teatro Valle-Inclán, en la madrileña plaza de Lavapiés. Enrique Lanz (Granada, 1964), la cabeza de la compañía, se arremangó hace ya siete años y decidió comenzar.

'El alma del pueblo'

Dirección: Enrique Lanz.

Dramaturgia: Enrique Lanz y Yanisbel V. Martínez.

Actriz: Yanisbel V. Martínez.

Titiriteros: Carlos Montes y Óscar Ruiz.

En la Sala El Mirlo Blanco del Teatro Valle-Inclán (plaza de Lavapiés, Madrid), el sábado 9 y domingo 10 de abril.

El alma del pueblo surgió cuando el grupo afrontó El retablo de maese Pedro: “Buscando información nos dimos cuenta que no había apenas. Que casi quien más información nos daba era Cervantes en textos como El retablo de las maravillas o Maese Pedro”. Lanz recuerda con resignación la tristeza que sintió al hurgar en la historia del títere y no encontrar casi nada. Fue más o menos entonces, durante la segunda mitad de los 2000, cuando viajaron a Malí. “Las referencias allí son increíbles, lo que Ibn Battuta cuenta en su libro A través del Islam en el siglo XIV es lo mismo que nos encontramos nosotros en el XXI”.

El nieto de Hermenegildo Lanz, titiritero, dibujante y pintor, grabador y fotógrafo, se lamenta de que las historias que han recopilado durante los últimos años no se estudie, no se conozca, “ni vaya a interesar a nadie desde un punto de vista científico”. Este es un proyecto a medio camino entre el cine documental, obra y conferencia. “Una panorámica de los títeres casi a vista de pájaro. Técnicas, una visión amplia sobre qué son los títeres tradicionales y cuánto hay de ellos en lo contemporáneo”. En España, belenes que siguen montándose en iglesias con títeres desde el siglo XVII, procesiones de Semana Santa articuladas, un pasado prehistórico y poco difundido en Cantabria. Un recorrido histórico sobre las tradiciones de títeres alrededor del mundo que tiene mucho de trabajo de investigación: “No solo de los títeres, sino de las sociedades que generan”.

Un momento durante la representación de 'El alma del pueblo'.
Un momento durante la representación de 'El alma del pueblo'.Enrique Lanz

Una historia de amor entre el ser humano y los objetos, así es como define la compañía el espectáculo. Objetos útiles, decorativos, religiosos, musicales, oníricos… en cada rincón del mundo el títere fue creado por una razón, y cumplió funciones diferentes, desde la enseñanza, la cura o el simple entretenimiento. En algunas regiones de África, como Nigeria o Malí, esta disciplina va más allá del arte, hunde sus raíces en la tradición ancestral y sigue manteniendo en pie la moral y la ética, sirven a las cosechas y los rituales, es un elemento social y religioso imprescindible para algunos de sus pueblos. Fue precisamente un maliense, Yaya Coulibaly, uno de los marionetistas vivos más importantes del mundo, quien dio nombre al espectáculo de Títeres Etcétera: “Nos dijo que en la tradición bamana se podía discutir todo salvo los títeres, porque eran el alma del pueblo. En cuanto la escuchamos supimos que era el título”.

Más de 700 horas de filmación es lo que acumulan hasta ahora, para conservar la memoria, sí, pero también para reivindicar un proyecto que desde muchos lugares se está dejando morir. En ocasiones por falta de voluntad, en otras por ignorancia, a veces porque quienes tiraban de los hilos han fallecido. “Hemos entrevistado a gente que ha ido muriendo, maestros con pero a veces también sin discípulos”. Lanz habla de Marion Chesnais, marionetista e hija de Jacques Chesnais, un reconocido titiritero francés e importante coleccionista; Pina Cazzaniga Ravasio, de la tradición de guante de Bergamo en Italia; o de Abdou Traoré dit Diop, de Malí, fundador del Festival de Títeres de Markala. “Tantas y tantas personas… nos hemos metido en rincones que nadie ha conocido, en Vietnam, por ejemplo, fuimos los primeros en grabar sus títeres debajo del agua”.

Y no han acabado. “Sé que esto es ya para lo que me quede de vida porque iremos añadiendo nuevos personajes y artistas según vayamos haciendo más viajes y más encuentros por todo el mundo”. Como siempre ha defendido Lanz, conocer la tradición para avanzar: “Me interesa lo contemporáneo, por eso tengo que conocer el pasado, es la base de lo que hacemos”. Lanz, como Yanisbel V. Martínez, que comparte la dramaturgia con él en este espectáculo y además forma parte del mismo, llevan el mérito de quien da la batalla continua por un género que siempre parece ir varios pasos por detrás, convencidos, además, de que será así siempre.

Sinopsis

Yanisbel, una especialista y defen-sora de los títeres, entra en escena para hablar sobre tradiciones amenazadas, maestros sin discípulos, coleccionistas, sobre las diferentes formas de construir los títeres, y de transmitir a los más jóvenes el oficio, según las distintas culturas.

Comienza haciendo referencia a Don Cristóbal, el héroe popular español, títere de guante prácticamente desaparecido. Y recuerda aquella función histórica llamada Títeres de cachiporra, que hicieron Manuel de Falla, Federico García Lorca y Hermenegildo Lanz en Granada, el 6 de enero de 1923.

Para ayudar a Yanisbel en estos menesteres, un miembro de la compañía, JFJ, es el encargado de poner las imágenes de vídeo. Pero este personaje, que es un titiritero de “raza” quiere más. Él no se contenta con “darle al botón”, sino que quiere actuar, jugar en directo...

Intentando ayudar a Yanisbel, JFJ comienza poco a poco a intervenir tocando el violín, mostrando títeres de diferentes técnicas. Pero ella prefiere que él permanezca quieto tras la pantalla y que el público preste más atención a los vídeos que se van proyectando; por eso reprime los gestos de su colega. Sin embargo JFJ consigue salirse con la suya -actuar en directo- saca un teatrito y hace una escena de guante, protagonizada por el inmortal Pulcinella.

De la pantalla van surgiendo también títeres de diferentes lugares del mundo: un calao, marotte de la tradición maliense, llega de pronto a las manos de Yanisbel, un hada vietnamita que baila sobre el agua se coloca en el centro de la escena, y se crea una rica confabulación entre unos planos de realidad y otros.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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