Douglas Stuart: “No me podía permitir el lujo de ser artista porque tenía que ganarme la vida”
El escritor habla sobre su dura niñez en el Glasgow obrero, tema de la novela por la que ganó el prestigioso premio Booker en 2020, traducida ahora al español
La conversación tiene lugar en un jardín del Bowery, en Manhattan. Lo primero que dice Douglas Stuart (Glasgow, 45 años) es que ese día se cumplen 21 años de su llegada a Nueva York: “Es la ciudad más dura del mundo. Mis primeros años aquí fueron los más duros de toda mi vida”. Afirmación que llama la atención si se contrasta con la descripción que hace de su ciudad natal en su primera novela, Shuggie Bain, una ópera prima sorprendente que, saltándose toda suerte de protocolos, se abrió paso sin apoyos publicitarios ni comerciales, por la fuerza interior del mundo retratado en ella, logrando ganar un premio tan prestigioso como el Booker.
Diseñador de moda de alto nivel, cuenta que un día, hace más de una década, se apoderó de él la necesidad de recuperar su infancia escribiendo un libro que le permitiera saldar una deuda consigo mismo y con su madre. Shuggie Bain, que acaba de publicarse en español (Sexto Piso), es una novela profundamente conmovedora que tiene una fuerza salvaje y espontánea que solo es posible si se está lejos de toda forma de escritura preestablecida, de los programas de escritura creativa, de las insidias del mundo editorial y los círculos literarios circunscritos a los cognoscenti. En un universo en el que las novelas de calidad son etiquetadas como “literarias”, Stuart ha escrito algo que no tiene nada que ver con distinciones artificiales de ningún tipo.
Pregunta. Usted se crio en un barrio pobre de Glasgow. ¿Cómo fueron su infancia y su educación?
Respuesta. Crecí en un barrio muy pobre. Mi familia era de clase obrera, y viví muy de cerca el alcoholismo de mi madre. Descubrí que mi sexualidad era diferente a una edad muy temprana. Todo eso está en Shuggie Bain, pero la novela no es sobre mí. Hay muchos chicos como Shuggie Bain. En cuanto a mi educación, fue un desastre hasta que cumplí 16 años. Me daba miedo dejar a mi madre sola en casa, así que falté mucho a clase, y cuando iba era víctima del bullying. A los 16 años todo cambió.
P. ¿Cómo?
R. Mi madre falleció y dejé de tener encima el peso de cuidarla. A esa edad, la mayoría de los chicos deja de estudiar para ponerse a trabajar pero yo seguí. Era una esponja ávida de aprender, aunque llegué tarde. Mi formación era deficiente para estudiar en serio cosas como ciencia o literatura. Pero yo era muy creativo y encontré salida en la industria textil, que es algo muy importante en Escocia. Me interesaba el arte, pero quería que tuviera una aplicación práctica. No me podía permitir el lujo de ser pintor o escultor porque tenía que ganarme la vida. Entré en una escuela de formación profesional. Cuando terminé, el Gobierno de Escocia me dio una beca y pude estudiar diseño y moda en el Royal College of Art de Londres.
P. ¿Cómo acabó en Nueva York?
R. Un alto ejecutivo de Calvin Klein fue al Royal College para ver el trabajo de los estudiantes que se graduaban. Éramos 36, y cuando terminó de ver lo que hacíamos se acercó a mí, y me contrató.
P. ¿Sigue trabajando de diseñador?
R. Ahora dedico todo mi tiempo a la escritura. La moda ha dejado de ser una actividad profesional para ser solo una pasión.
P. ¿Cómo fue el proceso de gestación de la novela?
R. Cuando empecé el libro estaba en el punto más alto de mi carrera profesional, pero no me sentía realizado. Me senté a escribir en 2008. No tenía ningún plan. Quería escribir un libro, eso era todo. Escribía sin ninguna disciplina, aprendiendo el oficio sobre la marcha. Al cabo de 10 años tenía un mamotreto de 900 páginas a un solo espacio que empecé a editar.
P. Resulta conmovedora la compasión que siente hacia sus personajes.
R. Uno de los motivos por los que tardé tanto en escribir la novela es que no sabía cómo profundizar en los traumas de los personajes, de Shuggie, de las mujeres, de los hombres. Todos eran víctimas de un modo u otro. Los hombres, por ejemplo, tenían vidas muy difíciles, trabajos peligrosos y muy mal pagados, pero nadie les preguntaba por sus miedos, por sus sueños, sus sentimientos. Todo lo afrontaban en silencio. Tuve que esperar a madurar para ahondar en todo eso.
P. ¿Diría que su libro es un homenaje a las mujeres?
R. Esa era mi intención. En comunidades como la que describo, las verdaderas protagonistas son las mujeres. Todo se sostiene gracias a ellas. Mi experiencia personal siempre giró en torno a mi madre, yo no era más que un satélite. Y lo mismo cabe decir de los hombres. Giraban alrededor de las mujeres, la fuerza estaba en ellas.
P. ¿Cómo era la relación con su madre?
R. De niño siempre estaba donde no me correspondía estar. Presencié escenas que no debía haber visto. Mi madre me contaba cosas muy íntimas como si yo no fuera su hijo, como si no fuera un niño. Me hablaba de sus experiencias sexuales y amorosas más profundas. Me mostró su mundo interior de una manera que ninguna madre expone ante sus hijos. Como escritor, soy consciente de haber conocido un mundo al que nadie tiene acceso, un mundo presidido por un silencio muy profundo en el que me fue dado penetrar.
P. ¿Cómo abordó el descubrimiento de la sexualidad del protagonista?
R. Yo quería contar la historia de amor que viven un hijo y su madre. El gran amor de Shuggie es su madre. Por otra parte, en la época en que transcurre la novela no había un lenguaje aceptable para describir la homosexualidad. Agnes entiende a su hijo y lo acepta, pero no tiene un lenguaje para describir lo que le sucede. Aun así le intenta ayudar como puede, enseñándole de una manera muy sutil a sentirse orgulloso. Me muestro comprensivo con la homofobia de ciertos personajes porque se trata de un proceso insidioso del que no son conscientes. La tragedia es que no hay salida para los traumas que padecen. Cuando Shuggie y su madre son víctimas de burlas y agresiones guardan silencio, pero hay mucha fuerza en ese silencio.
P. Algunos escritores le dan prioridad a la construcción de los personajes, otros a la estructura, otros al lenguaje, ¿a qué se la da usted?
R. Al corazón. Lo que más importa son los sentimientos.
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