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Toros | Arlés
Crónica
Texto informativo con interpretación

Talavante sale a hombros en su reaparición en Arlés

El torero extremeño volvió por sus fueros después de casi tres años retirado

Alejandro Talavante muletea con la derecha a uno de sus toros.
Alejandro Talavante muletea con la derecha a uno de sus toros.Mundotoro

El torero Alejandro Talavante salió a hombros —al igual que Roca Rey— y volvió a mostrar su sólida y emocionante forma de torear en su regreso a los ruedos celebrado este sábado en Arlés (Francia), donde se vivió una corrida con los tendidos llenos por primera vez desde que estalló la pandemia.

Todo volvió a ser, o al menos lo pareció, como antes, desde la esperada novedad de volver ver abarrotados, dos años después, los tendidos de una plaza de toros, en este caso un milenario anfiteatro romano, y con el público, tras presentar en la entrada el certificado de vacunación, jaleando a los toreros sin necesidad de mascarilla.

Motivos los hubo sobrados a lo largo de toda la corrida, que, con una magnífica escenografía -el ruedo decorado por el inspirado pintor colombiano Diego Ramos, las faenas acompañadas por una brillante coral- tuvo, más allá de lo que pasara en el ruedo, una soberbia puesta en escena.

Pero más allá del escenario, lo realmente importante de la tarde sucedió sobre la arena pintada del palenque romano de Arlés, donde, después de casi tres años retirado (desde octubre de 2018), Talavante volvió a vestirse de torero.

El de Badajoz volvió por sus fueros, siendo el mismo de antes, e incluso podría decirse que en una versión mejorada, más sólida, más rotunda, que fue así la forma en que cuajó a sus tres toros, incluido el de Adolfo Martín al que no cortó trofeos.

Tres ganaderías/Talavante, Roca Rey

Tres toros de Garcigrande, dos de Adolfo Martín (3º y 4º) y uno de Núñez del Cuvillo, de excelente y seria presentación y de juego dispar. Al quinto y al sexto, más bravucones que bravos, se les dio muy generosamente la vuelta al ruedo en el arrastre.

Alejandro Talavante: pinchazo y estocada tendida (oreja tras aviso); estocada tendida trasera (ovación); y estocada contraria (dos orejas).

Roca Rey: estocada trasera (oreja); bajonazo (silencio tras aviso); estocada contraria (dos orejas tras aviso).

Los dos toreros salieron a hombros.

Entre las cuadrillas, El Fini y Miguelín Murillo saludaron tras banderillear a tercero y quinto.

Plaza de toros de Arles. Segunda corrida de la Feria del Arroz, con escenografía y vestuario goyescos, con casi lleno en los tendidos (unas 11.000 localidades) de las 12.000 del aforo total del anfiteatro romano.

 

Si, como él mismo dijo en una entrevista con Efe, reaparecía para “generar ilusión en el aficionado”, hoy lo consiguió con creces con un triunfo rotundo, basado en una innegociable firmeza de plantas y en un apurado ajuste de los pases que hizo al toro de su reaparición, uno de Garcigrande que tuvo movilidad, pero no clase y al que cuajó y atemperó en el espacio de una baldosa.

Cortó así la primera oreja, trofeo que debió haber repetido con el tercero, un adolfo con clase, pero de fuerzas medidas al que instrumentó las mejores fases de toreo de su actuación, en especial una soberbia tanda de naturales al ralentí de auténtico deleite. Pero al colocarse por momentos demasiado encima del animal, no redondeó igual el resto de un trasteo estimable.

Pero la faena más rotunda fue la del quinto, un bravucón, que no bravo, toraco de Garcigrande al que consintió con un valor impasible para ir atemperando su incierta brusquedad, hasta que consiguió que se le entregara por completo, que fue cuando llegó un emotivo final por bernadinas y un espadazo que quedó contrario de tanto como se volcó sobre el morrillo. Una faena que le valió dos incontestables orejas.

La tarde en sí resultó redonda porque Roca Rey no se amilanó ante el despliegue de autoridad de Talavante y, como era de esperar, se entregó, con desigual acierto, ante sus tres toros.

Ya paseó un trofeo de su primero, al que le faltó empuje de riñones en un trasteo algo trabado, mientras que no llegó a aplicar las soluciones más adecuadas al cuarto de Adolfo Martín, también noble pero afligido, y al que el peruano también atacó de más.

Fue cuando Talavante ya había asegurado su salida a hombros, el momento en que Roca echó el resto con un sexto muy hondo de Núñez del Cuvillo al que aplicó un excesivo, inadecuado y empecinado mando con la muleta, antes de tener que recurrir, como fórmula universal de sus éxitos, al toreo de espaldas y a los alardes ojedistas en las cercanías de los serios pitones, para amarrar otras dos orejas con otro de sus espadazos.

Tres horas después, con las masas arremolinadas en la puerta grande admirando y aclamando la salida a hombros de los toreros, también la tarde volvía a ser como las de antes.

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