Muere el dibujante Carlos Romeu, ‘padre’ de Miguelito
El humorista gráfico ilustró las páginas de EL PAÍS durante 33 años y fundó la revista satírica ‘El Jueves’
El dibujante y humorista gráfico Carlos Romeu Müller, uno de los fundadores de la revista satírica El Jueves y creador de personajes como Betty y Miguelito, ha fallecido a los 74 años, según ha informado la publicación en las redes sociales. “Hemos perdido a un padre”, afirma El Jueves en su mensaje en las redes, en el que recuerda que Romeu fundó la revista junto a TOM y José Luis Martín. Asimismo, fue uno de los primeros viñetistas de EL PAÍS, en cuyas páginas publicó las historias de Miguelito durante 33 años.
Romeu, el que será para siempre el padre de Miguelito, era un habitual de la redacción de EL PAÍS en Barcelona, donde todo el mundo le tenía un gran afecto. Venía a entregar su viñeta y se quedaba a charlar con cualquiera que se pusiera a tiro, que muy a menudo era Núria Padró. Era un progre de los setenta de manual, una de esas personas que te imaginabas puño en alto y coreando “amnistia, llibertat”, cuando significaban otra cosa en Cataluña. De hecho, recordaba mucho a Quico el progre, el personaje de J. L. Martin, con su mismo noble empeño en enfrentarse a brazo partido contra lo que significara una amenaza a sus ideales, aunque le rompieran la cara; también se parecía en lo de contar batallitas.
A otro que se parecía, con su bigote de cepillo, era a su perro, Watson, un scotch terrier, del que decía que presumía de su propietario humano poniéndole la pata encima. Dedicó un libro muy divertido a los canes, las razas y las anécdotas (Yo, perro, Astiberri). Otro a revisar el folclore catalán en clave de humor.
Romeu nació en 1947 en Barcelona. Hijo de un catalán dedicado al sector textil y de madre francesa, estudió profesorado mercantil pero dejó los estudios para iniciar los de Artes y Oficios, aunque tampoco llegó a acabarlos. Desde 1972, en que publicó su primer cómic, colaboró en una setentena de medios diferentes y participó en la creación de revistas de humor, como Mata Ratos, Nacional Show y la segunda época de Muchas gracias. A partir de 1976, publicó en EL PAÍS y su revista dominical, actividad que compaginó con la edición de tiras cómicas en Muy interesante, Triunfo, Interviú o Play Boy. Es autor de 12 títulos de cómic y dos novelas, entre ellas las que vieron la luz en 1997 con los títulos Historias de Miguelito y Vivo sin vivir en mí.
Hemos perdido a un padre.
— El Jueves (@eljueves) July 24, 2021
Descanse en paz Romeu, fundador de El Jueves junto a TOM y JL Martín. Nos deja un maestro del humor gráfico, padre también de personajes como Betty y Miguelito.
Un abrazo, compañero, allá donde estés. pic.twitter.com/ltecCfOkdR
Romeu poseía un humor tiernamente irónico que podía ser naif o a veces muy grueso, irreverente y sardónico. Tenía la misma tendencia a pasarse de frenada de mucha gente de su generación, como Pepe Rubianes, gente para la que la libertad de expresión era sagrada y sin límites (habían combatido mucho por ella). Lo que le llevó a meterse de manera bastante innecesaria en líos, como los que le costaron que el embajador de Israel tachara de antisemita alguna de sus tiras propalestinas. En todo caso era un tipo de izquierdas de arriba abajo que creó una de las mejores plasmaciones de la transición en la forma de un patio de colegio en la que los partidos políticos y los poderes fácticos tomaban el aspecto de los escolares, los profesores y los curas. Ahí sobrevivían como podían ante los matones del patio (la ultraderecha), los listos (la intelligentsia intelectual), los favoritos de los curas (el PP), etcétera, Miguelito, un Guillermo Brown de las tiras, y sus camaradas de la inmortal y rebelde liga de los sin bata.
En 2015, Romeu se hizo cargo de la traducción al español del ejemplar número 1.178 del semanario francés Charlie Hebdo, con el que se conmemoraba el atentado contra la revista ocurrido una semana antes y en el que fallecieron 12 personas, cinco de ellas dibujantes. Se prodigó en los medios escritos, pero también en la radio, junto a Jordi Estadella, y en la televisión, donde guionizó medio centenar de programas, entre ellos Filiprim de TV3, o Locos por la tele. Junto a los viñetistas Tom y Perich, Romeu ideó las líneas maestras del especial sobre La Trinca —formación adscrita a la nova cançó catalana— que representó a Televisión Española en el concurso internacional de emisiones de variedades de 1984, celebrado en Montreux.
Romeu echó la vista atrás en Ahora que aún me acuerdo de todo (o casi...), publicado por Astiberri (2012), una autobiografía dibujada que repasa las últimas décadas de España y por la que desfilan Vázquez Montalbán, Tierno Galván, Chumy Chúmez, Narcís Serra, Juan Luis Cebrián o Jordi Pujol. Sus páginas están plagadas de las anécdotas de quien vivió los años de la Transición en primera fila; desde los atentados de ETA y los problemas de los dibujantes de prensa en las postrimerías del franquismo, hasta la muerte del dictador o unas muy frecuentes denuncias por delitos de opinión. Abordaba también, con su estilo directo, problemas de salud, que le llevaron a definirse como carne de quirófano.
Era un hombre entrañable, divertido y generoso al que echaremos de menos. Un día apareció en la redacción con una bolsa de plástico y la dejó encima de mi mesa. “Te gustará”. Era un casco alemán de la Segunda Guerra Mundial auténtico, con calcas de la Luftwaffe. Era del padre de un amigo suyo, me dijo, que lo había llevado puesto él mismo cuando de joven lo reclutaron para la división Hermann Goering. “Tú seguro que le sacas más provecho”, zanjó. Resulta que Romeu era un coleccionista de armas antiguas que había reunido un conjunto bastante notable, con varias armas blancas de museo. Tras el grave quebranto de salud que padeció en 2016, trasplante de riñón incluido, decidió venderse la colección para dedicarse a disfrutar de la vida.
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