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El gran castillo de arena de la pandemia

La playa de Blokhus, en Dinamarca, acoge una obra de arte de 21 metros, récord Guinness, sobre la influencia de la covid en nuestras vidas

Castillo de arena Blokhus Dinamarca
El castillo de arena más grande del mundo, en Blokhus (Dinamarca) en julio.RITZAU SCANPIX (Reuters)
Isabel Ferrer

Los castillos de arena son uno de los primeros desafíos casi inconscientes de los juegos infantiles: acabarlo antes de que se lo lleve el agua. En Blokhus, una pequeña localidad costera situada al noroeste de Dinamarca, un grupo internacional de 16 artistas y ocho técnicos expertos en modelar arena se han retado a sí mismos levantando el más alto del mundo de su clase. Diseñado por el artista Wilfred Stijger, de Países Bajos, la estructura mide 21,16 metros y será incluida en la edición de 2022 del Libro de Récords Guinness. Merece ese honor porque tiene 3,5 metros más que su antecesor en las listas de la publicación, que fue erigido en Alemania en 2019.

El de Stijger está presidido por una representación del coronavirus —redondo y puntiagudo— que lleva una corona para subrayar la influencia de la pandemia en nuestras vidas en el último año y medio.

Localidad de unos 500 habitantes, Blokhus tiene una playa que atrae a miles de visitantes anuales, según los datos de la oficina danesa de turismo, y el gigantesco castillo —situado frente a la Casa de Cultura de la localidad, que lo encargó— puede visitarse desde el pasado 8 de julio. En forma de pirámide hexagonal, se han necesitado 4.860 toneladas de arena para esculpir una alegoría del mar y de las comunidades que conviven con el agua.

La arena del castillo está reforzada con arcilla para aguantar mejor.
La arena del castillo está reforzada con arcilla para aguantar mejor.RITZAU SCANPIX (Reuters)

La obra final tiene criaturas marinas gigantes, faros, ventanas ojivales o una joven surfeando las olas y hasta a un personaje abrazado a una jeringuilla para la vacuna contra el virus. La arena se fue poniendo en capas a lo largo de tres semanas para que estuviera lo bastante compacta como para poder esculpir y hacer relieves con ella. Agua, arena y también un 10% de arcilla para dar cohesión a la mezcla.

Stijger no había diseñado nunca antes un castillo tan grande. “Pero me fío de la arena y he contado con un equipo estupendo, con una representación de los mejores artistas del mundo en este campo”, asegura, al teléfono, desde su casa en Pieterburen. Es esta una villa igualmente pequeña, al noreste de Países Bajos, de unos 300 vecinos. Conocida por su Centro de Investigación y Rehabilitación de Focas, allí acaba de vacunarse contra la covid-19 el artista, que esculpe también el hielo y bloques de espuma, además de ser pintor.

Aguantar al viento

En una de las caras del castillo, se da la bienvenida a Blokhus, y a sus habitantes les ha gustado que el conjunto incluya escenas de su vida junto al agua. A pesar de las restricciones de la pandemia, la pirámide de arena es también una atracción turística. El reto es que no se derrumbe o pierda volumen por culpa del viento. “La hemos rociado con una capa parecida a un pegamento con la que resistirá las inclemencias del tiempo por lo menos hasta diciembre”, explica Stijger. En su opinión, lo mejor de este tipo de escultura es que la gente puede seguir la evolución del proceso creativo, “y compartir una obra que no está en los museos y tampoco será copiada o reproducida en serie”.

Aparte de los fortines playeros de su infancia, la arena como arte se cruzó en su vida hacia los 17 años. Vio un libro de arquitectura que la usaba como material y le pareció que podría tratarla a su gusto. Con el tiempo, ha comprobado, “hay una familia artística repartida por el mundo, en Canadá, Estados Unidos o Japón, donde se organizan concursos y damos lo mejor de nosotros”.

Durante la pandemia ha sido muy difícil verse y competir, así que cuando recibió el encargo de construir el mayor castillo de arena del mundo —hasta la fecha— en Dinamarca, pensó que belleza y tamaño podrían ir juntos. Coronar el virus ha sido una forma de recordar su presencia en una obra sujeta a los elementos y de la que solo quedarán fotos o filmaciones. Aunque esta vez el castillo no se lo lleve el agua sino las heladas del invierno.

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