Un atraco de 19 millones de dólares por amor al arte que marcó a Argentina
El organizador del hurto más conocido en Argentina y el negociador que trató de pararlo participan en ‘El robo del siglo’, una película con Guillermo Francella y Diego Peretti sobre el asalto
Un atraco no es excusa para posponer la celebración de un cumpleaños. Al menos, eso pensaba uno de los asaltantes que entraron en 2006 el Banco Río de Acassuso (Argentina), que le regaló un dulce a una anciana, le propuso soplar, le cantó la melodía correspondiente y pidió la colaboración del resto de rehenes. La situación, aunque parece inverosímil, ocurrió de verdad y se reproduce en El robo del siglo, película que llega este viernes a la cartelera española tras convertirse en un taquillazo en Argentina, donde se estrenó en enero de 2020: solo el primer día asistieron casi 100.000 personas. Fueron al cine para ver un relato que ya les sonaba, porque en 2006 seis ladrones entraron en una sucursal, abrieron 147 cajas y se llevaron unos 19 millones de dólares (unos 16 millones de euros).
El caso se ganó un espacio en las televisiones por anécdotas como la de la cumpleañera, por la cantidad de dinero que implicaba y por toques poéticos. Entre ellos, el hecho de que las armas fueran réplicas; que el ideólogo del plan, Fernando Araujo, fuera un artista, o el cartel que dejaron, en el que se leía: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es solo plata y no amores”. El director, Ariel Winograd (Buenos Aires, 43 años), lo define como “épico”: “Es una historia que marcó nuestra cultura. Era complejo reproducirla por la cantidad de gente que estuvo involucrada”. Se refiere a las 23 personas retenidas, los más de 300 policías con escudos y fusiles que se desplegaron en la zona, los cuatro francotiradores que vigilaban la escena y las más de 20 cámaras que retransmitían los acontecimientos.
Para hacer El robo del siglo fue fundamental la participación de Araujo, que ya está fuera de prisión, interpretado en la película por Diego Peretti. También la otra versión, la del negociador, Miguel Sileo, encarnado por Luis Luque. Ambos se turnaron para asistir al rodaje. Principalmente contaron con esas dos fuentes y con las palabras de algunos miembros de la banda que aparecen en pequeños cameos. Estos testimonios supusieron solo una ayuda puntual, pues la productora de la película, MarVista Entertainment, ya había comprado los derechos de Sin armas ni rencores, de Rodolfo Palacios, donde estaban todos los detalles. “En el libro está toda la historia”, sostiene el productor y coguionista Alex Zito (Baltimore, 46 años).
Argentina venía del corralito, la grave crisis de 2001. “A la gente no le permitieron sacar su plata y toda la población estaba muy resentida y frustrada. El banco era el enemigo público número uno del pueblo y cuando ocurrió este robo fue como si hubiera actuado Robin Hood. Fue una reivindicación”, explica Zito. Con esas premisas, las únicas licencias que se tomaron fueron para hacer el suceso aún más cinematográfico. Por ejemplo, cómo afronta la propuesta de Araujo otro miembro de la banda, Luis Mario Vitette, un personaje totalmente contrapuesto a él y a quien el Papa tiene bloqueado en Twitter, interpretado en la película por Guillermo Francella. “Es cierto que Vitette era un viejo lobo de mar con una carrera delictiva muy amplia, pero extremamos el personaje para que hubiera un conflicto”, añade Zito.
La forma de obrar de la banda recuerda a la famosa serie española La casa de papel. Esa producción de Netflix enfadó a Araujo. “Decía que les iba a llevar a juicio por robar sus vivencias”, asegura Winograd desde la capital argentina, en una videollamada conjunta con Zito, que se encuentra en Miami. Ambos comparten su tercer trabajo juntos, después de Mi primera boda (2011) y Vino para robar (2013).
Con la queja sobre la serie, Araujo deja entrever que trataba de ir más allá de un robo. Quería hacer algo que trascendiera, pero prefería hacerlo indirectamente, sin ponerse él por delante. Todos estos años, de hecho, ha evitado salir en la televisión. Según el resumen de Zito, Araujo combinaba elementos “poéticos o románticos, como lo de dejar un cartel al grupo Halcón, de la fuerza especial de policía”, con otros más banales: pedirles unas pizzas que se enfriaron mientras ellos escapaban. “No tenían tantos recursos, los materiales que usaron eran reciclados, pero había un trabajo de inteligencia que les llevó un año. Hubo mucha paciencia. Y eso que nos define como argentinos: el hacer ocho vueltas más para llegar”, comenta.
“Lo más absurdo es que todo lo que parece añadido por el guion pasó de verdad. Fue absolutamente inverosímil e increíble, y eso lo transformó en histórico”, sentencia el director, y recuerda que hay un expediente judicial donde quedan recogidos todos esos detalles. Tal era la magnitud que, cuando concluyó la toma de rehenes, los agentes fueron a comer y coincidieron en que seguro que de alguna manera se enterarían de quiénes eran los culpables. “Nadie hace un robo así y se lo lleva a la tumba. Es demasiado espectacular”, apunta el coguionista.
Winograd cree que, más allá de atracar bancos, los asaltantes querían producir una obra de arte: “Por eso hay tantos datos que se trasladan fácilmente a la gran pantalla”. Menciona la primera imagen, en la que el actor trabaja en una obra tridimensional, cuyo creador es precisamente Araujo. “Pasa el tiempo y pienso que éramos parte de su idea. O sea, fuimos parte de su plan, que tenía diferentes etapas, y creo que la última era contarlo en una película”, dice sobre este cierre de ciclo.
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