Frank Gehry erige un “faro mediterráneo” en Arlés
El complejo creativo privado Luma abre sus puertas este sábado en torno a una espectacular torre del arquitecto. El proyecto del ‘padre’ del Guggenheim de Bilbao cambia el paisaje de la ciudad provenzal y potencia su oferta cultural en el mapa francés
Algo tiene la ciudad francesa de Arlés que, desde hace siglos, constituye un potente imán de la cultura y las artes, como atestiguan su majestuoso anfiteatro romano o las obras que esta luminosa ciudad provenzal del sur de Francia inspiró a artistas como Vincent van Gogh o Pablo Picasso. Un je ne sais quoi (o tal vez sí se sepa; su luz, su paisaje, su ambiente) que también atrapó desde muy temprano a la mecenas y coleccionista suiza Maja Hoffmann y, de su mano, al arquitecto Frank Gehry. Juntos han concebido el campus creativo Luma Arles, que se inaugura este sábado como un “universo de expresiones culturales, artísticas e intelectuales”. Su principal atractivo es La Torre, el espectacular edificio —un “faro mediterráneo”, lo llama Hoffmann— diseñado por el internacional arquitecto canadiense creador también del icónico museo Guggenheim de Bilbao.
En momentos en que ciudades culturales por excelencia como París reabren sus pinacotecas clásicas y amplían incluso su oferta artística —como con la recién inaugurada Colección Pinault—, 750 kilómetros más al sur, la ciudad de Arlés, que contaba ya con un reputado festival de fotografía, con una coqueta Fundación Van Gogh y que hasta es sede de una renombrada casa editorial, Actes Sud, busca con esta nueva propuesta asentarse como una original contraoferta cultural e intelectual a las grandes urbes.
Luma Arles es un proyecto misceláneo —una “utopía cultural convertida en realidad”, lo define Hoffmann— instalado en los antiguos talleres de reparación de la compañía ferroviaria francesa SNCF y capaz de seducir a un público generalista con variadas propuestas, desde exposiciones permanentes y temporales a conciertos o talleres, más allá de un cuidado parque de cuatro hectáreas que el paisajista belga Bas Smets ha concebido como un “viaje a través de la región por la fauna y la flora” del vecino parque natural de Camarga. Pero también se busca atraer hasta este “campus interactivo interdisciplinar” a los principales artistas y pensadores del mundo para que reflexionen sobre las “relaciones entre el arte, la cultura, el medio ambiente, la educación o la ciencia” sin tener que ceñirse “a las prácticas y estructuras de las instituciones clásicas”.
“Queremos que el visitante mire el arte contemporáneo como una creación que es un reflejo de lo que pasa hoy en día, pero también con esperanza de que todo es posible”, explicó Hoffmann, heredera del laboratorio farmacéutico Hoffman-La Roche, durante la presentación oficial del campus, este viernes.
El primer edificio romano
El último elemento que faltaba de un proyecto en el que la Fundación Luma de Hoffmann trabaja desde 2013 y al que ha dedicado unos fondos ingentes que rehúsa precisar es también el alma del mismo: La Torre. Así, a secas. “Ni torre Hoffmann ni torre Gehry”, precisa la suiza con corazón arlesiano, enamorada de esta ciudad en la que vivió en su juventud junto a su padre, el ornitólogo y militante ecologista Luc Hoffmann, uno de los fundadores de la ONG defensora de la naturaleza WWF.
Una torre que, con sus 56 metros de altura, se impone, para disgusto de algunos arlesianos, en la fisonomía de esta ciudad hasta ahora recordada por su legado arquitectónico romano. Gehry, sin embargo, defiende el carácter “acogedor” de lo que define como su “primer edificio romano” y completamente integrado, sostiene, en la esencia de la naturaleza y la ciudad que lo inspiraron. “La fascinación por la arquitectura romana y por esta región estuvieron ciertamente en mi pensamiento” a la hora de crear un diseño que “es un homenaje a ese periodo”, explica el canadiense, que visitó Arlés por primera vez en los años sesenta.
Aunque si algo marca a La Torre, es la luz y la sensación de espacio abierto que se logra a través de una estructura de nueve plantas que se alzan sobre un “tambor”, una base circular y traslúcida, también “inspirada en los anfiteatros romanos”. Es la misma luz que inspiró a Van Gogh y que Gehry ha logrado capturar mediante los ladrillos metálicos especialmente creados para la cobertura de la parte superior del edificio, que hacen que La Torre cambie de color en las diferentes horas del día.
En esa “simbiosis” que es el campus Luma Arles, parte de las obras que se exhiben en La Torre han sido encargadas específicamente para que “se integren en el ADN” del edificio, como Danny, la obra inmersiva del francés Philippe Parreno que juega con el tiempo en tiempo real, o el gran espejo circular de Olafur Elíasson instalado en el techo de la escalera doble de caracol y que gira lentamente sobre su eje.
La Torre también alberga obras traídas de las diversas colecciones de la familia Hoffmann, así como, entre otros, unos sorprendentes “archivos vivos” con colecciones pequeñas pero muy especiales de artistas como las fotógrafas Annie Leibovitz y Diane Arbus. Al mismo tiempo, se han dejado espacios vacíos, modulables, dispuestos a recibir cualquier tipo de proyecto que ayude a explorar ese futuro que Luma Arlés intenta comprender y configurar.
“Las ideas que intentamos presentar siempre tienen que ver con lo que está en la vanguardia de los acontecimientos políticos, de la naturaleza”, dice Vassilis Oikonomopoulos, director de exposiciones y programas. Grandes ideas que sin embargo también pueden tener una lectura más sencilla en un espacio abierto a todos los públicos (la entrada es gratuita). Como el juguetón tobogán de Carsten Höller o la pista fosforescente para monopatines que el artista coreano Koo Jeong A ha diseñado para la terraza de La Torre de Gehry.
“La representación que tiene la gente de lo que es una obra de arte no es necesariamente algo que requiera un contexto”, apunta el director ejecutivo adjunto de Luma Arlés, Mustapha Bouhayati, que aventura que “habrá gente que use la pista de skate sin saber que es una obra de arte”.
Babelia
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