Pixar viaja al verano más feliz de la infancia
El italiano Enrico Casarosa, primer cineasta no estadounidense que dirige en solitario una película de la compañía, evoca en ‘Luca’ su memoria estival. “El listón es altísimo”, afirma
Un verano de hace muchos años, Enrico se cruzó con Alberto. Él era un niño tímido, introvertido. El tipo de adolescente que, en una fiesta, prefiere esconderse en un rincón. Aquel chico, en cambio, no parecía tener miedo a nada. Y enseguida se hicieron inseparables. Compartieron aventuras, se metieron en mil apuros y disfrutaron de días inolvidables bajo el sol de las Cinco Tierras, en el norte de Italia. Pasó el tiempo, los estíos, la vida. Pero su vínculo resistió. Cuando creció, Alberto se hizo coronel de la aviación. Al fin y al cabo, siempre había tenido alas. Enrico Casarosa, más dado a la reflexión, acabó en el cine. Se marchó a EE UU, entró en la productora Pixar y un día dijo que se le había ocurrido una idea para una película. “El ancla era la relación con mi mejor amigo”, explica ahora, con 49 años y una sonrisa. Y aunque Luca, que se estrena este viernes en Disney +, nace de la memoria del cineasta, celebra un recuerdo universal: el verano más feliz de la infancia.
Por primera vez, un director no estadounidense asume en solitario las riendas de una película de Pixar. Aunque el genovés asegura que no sintió más presión. Ya bastaba con el currículo de la compañía: “El peso lo notas casi más por tantas películas que ponen un listón altísimo”. Él mismo contribuyó a obras como Ratatouille, Up o Coco, además de lograr una nominación a los Oscar con el corto La luna. Ahora, para el mayor desafío de su carrera, Casarosa ha llevado a Pixar a su terreno. Luca sigue a una joven criatura marina que emerge del mar de la Liguria para descubrir todo lo que ofrece el mundo exterior. En el pueblo pesquero de Portorosso encuentra amici, gelati, risas y bicicletas. Pero también lágrimas, decepciones y las primeras decisiones complicadas.
“Quizás pienso más en los niños que otros directores de Pixar. Y también en el niño que hay dentro de los adultos. Quiero viajar con nostalgia al mundo de la infancia. A ese sentido de la maravilla, del juego. No hago la ecuación ‘esto no es suficientemente complejo para un público mayor’, igual que Soul [el anterior filme de la compañía] no se preocupaba de si los pequeños lo entendían todo. Espero que los sentimientos sean fuertes: traición, vergüenza, disculpas, tristeza. Pero quiero que resulte agridulce, que la emoción llegue con dolcezza”, explica Casarosa. Adorador de Hayao Miyazaki y el estudio de animación Ghibli, el cineasta ha pintado una acuarela de callejuelas bañadas por el mar, donde las señoras mayores pasean despacio, los pescadores recogen sus redes y el día empieza y termina en la piazza.
En el fondo, aquella era su casa. Aunque el director decidió poner a prueba sus recuerdos. “Al principio, la memoria era solo mía. Pero entendí que tenía que comprobar ciertos aspectos, porque hace mucho que no vivo en Italia, y además resultaba muy subjetivo”, explica Casarosa. De ahí que recibiera ayuda de varios colaboradores de su país. También fue a preguntar directamente a los habitantes de Luca: en 2016, viajó con su equipo a las Cinco Tierras con una libreta llena de dudas. La receta del pesto que se ve en el filme, por ejemplo, pasó el filtro de las abuelas locales; y hubo hasta “un simposio” con los miembros de Disney [propietaria de Pixar] Italia sobre cómo debían gesticular los personajes, en el que cada cual aportaba su visión y descartaba las recreaciones estereotipadas.
Así, en la película hay vespas, pasta, un guiño a Marcello Mastroianni y resuenan canciones familiares para cualquier italiano. Las voces originales del filme, sin embargo, hablan inglés. “Quería mantener el sabor del idioma, pero los subtítulos constantes son una barrera para demasiados niños”, explica el director. Aun así, de vez en cuando alguien exclama “¡Santa mozzarella!” o se presenta con un “piacere”.
Las referencias a un mundo tan concreto servían también para otro objetivo. Disney ya contó la curiosidad de la joven Ariel por emerger del agua y descubrir a los humanos. Y la propia Pixar buceó en el océano con Nemo y Dory. Casarosa era consciente de los riesgos: “Ciertos aspectos podían evocar a La sirenita. Debimos volver a verla, porque puedes incluso crear un momento parecido sin darte cuenta. Pero también sabíamos que Luca era muy distinta. Y quería enseñar específicamente el mar de Liguria, con sus piedras y sus colores”.
Luca era también inédita. Como Soul y Onward, las anteriores producciones de Pixar. Tras varias secuelas, la compañía vuelve a apostar por ideas nuevas. Aunque Casarosa no ve grandes diferencias. “Si un director tiene una idea que crea chispas, se sigue adelante. Incluso los jefazos son un poco cineastas y si hay algo eléctrico, lo apoyan. Es cierto que la continuación de una historia hace más probable el éxito y más fácil el marketing. Pero muchos de los directores más recientes proponemos cosas nuevas. Y cuando creas no es distinto”, señala. Así lo defendió en las reuniones artísticas de Pixar: cada proyecto que la compañía estrena pasa por múltiples filtros, donde otros creadores y directivos de la casa aportan sugerencias, dudas y críticas.
Aunque, en realidad, los vistos buenos más importantes para Luca llegaron hace poco. Antes de mostrar el filme a su familia, Casarosa se sinceró en el coche: “Estoy tenso, hace cinco años que os hablo de esto”. Su hija enseguida le tranquilizó. Y, tras la proyección, se reafirmó: “¿Viste, papá, que no debías preocuparte?”. Alberto también ha visto la película. Al parecer, su mujer debió darle varias palmaditas para ayudarle a superar la emoción. Además, ambos amigos se han reunido durante la promoción de la película en Italia: “Ha sido precioso. Me ha dicho: ‘Bello, bellísimo’. Entre medias, también metió una palabrota. Muy de Alberto”.
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