Francisco Brines, el poeta de la conciliación en una sociedad polarizada
La muerte del poeta de Oliva provoca un alud de condolencias de políticos, lectores y vecinos que va más allá de la excelencia de su obra. La Comunidad Valenciana decreta tres días de luto
Cuando fallece un escritor consagrado, es habitual que se genere una ola de consternación y condolencia. Así ha sucedido con Francisco Brines, que murió el pasado jueves, 20 de mayo, a los 89 años, solo ocho días después de recibir el Premio Cervantes de manos de los reyes Felipe VI y Letizia. Pero no es frecuente que esa expresión de dolor y reconocimiento sea tan generalizada en tiempos de aguda polarización en España, sin distinción de ideologías, de capillas literarias ni de frentes mediáticos; tratándose, además, de un poeta cuya obra es muy apreciada por los expertos y los aficionados al género, pero sin llegar a ser popular entre el gran público. Él mismo decía que la poesía no tiene público, sino lectores. Su personalidad explica en buena medida esta reacción unánime de estima, según sugieren tres poetas, amigos del escritor, gran aficionado al fútbol (era un valencianista acérrimo) y a los toros (admirador de Antonio Ordóñez y Luis Francisco Esplá).
“Era una persona excepcional, generosísimo con su tiempo, muy interesado por los demás. Cuando conocía a alguien, lo primero que le preguntaba era por él, interesarse por lo que hacía. Por eso la gente le quería tanto. No solo era un maestro literario, sino de la vida. Era natural, de una pieza, auténtico”, sostiene Carlos Marzal, uno de sus discípulos y premio Nacional de Poesía. Brines no solía meterse en política. “Siempre me decía: ‘A mí me interesan las personas, no las ideologías, uno puede ser un perfecto imbécil y compartir tu ideología y al contrario’. Era un liberal en el buen sentido de la palabra y muy tolerante”, apunta. No ocultaba su homosexualidad, la vivía con naturalidad. “Siempre pudoroso y discreto, como era su carácter, decía con humor ‘yo ni entro ni salgo de los armarios”, añade.
Otro premiado poeta y compañero de largas veladas con Brines, Vicente Gallego, destaca la gran humanidad del autor de El otoño de las rosas. “Su humanidad era tan grande como su obra; eso era un secreto a voces, se sabía en toda España. Era muy respetuoso. Jamás dijo nada contra un poeta o una estética, no necesitaba afirmarse a sí mismo de esa manera. Se habla mucho de la parte elegiaca de su obra, pero también era un cantor de la vida, del aquí y ahora, vida. Su caso demuestra que la integridad de espíritu termina por valer; no, lo vale todo. A los que lo conocimos nos queda el gozo de haber coincidido en esta burbuja de espacio y tiempo”, explica.
Àngels Gregori estuvo junto a Brines hasta su último aliento. Presidenta de la fundación del escritor y poeta, se sorprende del gran número de mensajes que está recibiendo de periodistas, vecinos... muchos de los cuales apenas lo conocieron, pero a los que su personalidad impactó. “Era muy dialogante y conciliador. Concebía la poesía como un instrumento para conformar una ética y como una forma de abrazar contrarios. Y esa fórmula la practicó en sus relaciones personales. Oliva ha vivido con emoción la concesión del Cervantes y con conmoción su muerte”, indica.
En el Ayuntamiento de Oliva se instalará este sábado la capilla ardiente del escritor, que volvió de Madrid a su tierra natal a principios del 2000. El domingo, la capilla se trasladará en el Palau de la Generalitat valenciana, que ha decretado tres días de luto oficial. La voluntad de Brines era ser enterrado con sus padres en el cementerio de Valencia.
Las declaraciones de políticos de distinto signo y las citas a sus poemas se han sucedido desde el jueves por la noche. La RAE recordó, por ejemplo, muy oportunamente las palabras que el propio Brines dijo de su maestro y amigo Vicente Aleixandre cuando murió: “Lo queríamos tanto que no se nos va a acabar nunca de morir”. Pero, tal vez, los versos más repetidos, tanto por su muerte como por sintetizar su personalidad, han sido estos: “Como si nada hubiera sucedido. / Es ese mi resumen / y está en él mi epitafio”.
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