El mayor rascacielos de Málaga se tambalea
El Ministerio de Cultura abre un expediente informativo para estudiar el impacto de la torre que proyecta un grupo ligado a la familia real catarí en el paisaje del centro histórico
El mirador de Gibralfaro ofrece una imagen icónica de Málaga. A sus pies, el barrio de la Malagueta y el puerto, con La Farola como remate final al decorado mediterráneo. El punto de vista contrario, el que se ve desde el mar, dibuja un perfil de la ciudad marcado por la catedral, la alcazaba malagueña y el castillo. Un paisaje único que para el Ministerio de Cultura podría estar en peligro por la construcción de un hotel de 116 metros de altura en el recinto portuario. La Administración ha abierto un expediente informativo para conocer cómo afectará al entorno y si puede entrañar riesgos para los bienes del patrimonio español. El edificio, que lleva seis años de trámites administrativos, sería el más alto de la Costa del Sol y el segundo de Andalucía tras Torre Sevilla. Está promovido por el grupo Al Alfia, relacionado con la familia real de Qatar, que prevé invertir 200 millones de euros e inaugurarlo en 2024. El ministerio no ha explicado si este expediente puede conllevar algún tipo de sanción.
Con 378 habitaciones, auditorio para un millar de asistentes y terraza panorámica, el inmueble preocupa al Gobierno por su ubicación en primera línea de mar y a poco más de un kilómetro de distancia del centro histórico, declarado Bien de Interés Cultural. Para el ministerio, la nueva obra puede tener “un impacto negativo en el paisaje urbano, histórico y natural de la ciudad de Málaga, vulnerando las especificaciones establecidas en el Convenio Europeo del Paisaje de Florencia, acuerdo que defiende y reconoce el valor y la importancia del paisaje en todas sus formas”. No es la primera vez que se plantean dudas sobre el impacto visual del futuro edificio malagueño: el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS), que asesora a la Unesco, ya pidió en 2018 que se renunciase al proyecto por sus consecuencias “irreversibles” en la ciudad. Para permitir su construcción tanto el Puerto de Málaga como el Ayuntamiento trabajan en la modificación del índice de edificabilidad del suelo portuario. De hecho, en la parcela donde está dibujado el edificio multiplicaría por siete: pasaría de un límite de 6.000 a 45.000 metros cuadrados.
De momento, Cultura ha solicitado al Ayuntamiento de Málaga información del proyecto para sacar conclusiones. Lo ha hecho ahora porque es cuando ha detectado la situación, según fuentes del ministerio, a pesar de que el proyecto se inició en 2015. “Ofrecemos toda nuestra colaboración para que puedan hacer su trabajo”, ha respondido el alcalde de la ciudad, Francisco de la Torre, que cree positivo que Cultura quiera estudiar el caso. De momento, descarta que el Gobierno quiera poner una zancadilla al proyecto que enarbola el Partido Popular. “Lo veremos”, ha apuntado De la Torre, fiel defensor del rascacielos, al que ve como guinda del pastel turístico de lujo en la ciudad.
La oposición, sin embargo, tiene un punto de vista diferente. El PSOE ha pasado de apoyar la idea a mostrar dudas y ahora rechazarlo. “La respuesta del ministerio ha sido la lógica”, ha dicho esta mañana el portavoz municipal socialista, Daniel Pérez. Sin embargo, ha sido Adelante Málaga –coalición de IU y Podemos– quienes se han posicionado siempre en contra del edificio. Ha sido su insistencia durante meses la que ha llevado al Gobierno central a hacer un movimiento que fuentes cercanas a la promotora no comprenden cuando el proyecto encara la recta final para su aprobación.
“Esto no es Nueva York”
La construcción del rascacielos acumula seis años de trámites desde que, en 2015, la Autoridad Portuaria impulsara un polémico concurso de concurrencia en suelo público que prácticamente daba por segura la adjudicación al grupo catarí que en España representa Ramón Calderón, expresidente del Real Madrid. Para llegar hasta aquí, el proyecto ha debido superar diversos procedimientos administrativos. La Junta de Andalucía —cuando aún estaba gobernada por el PSOE— resolvió por vía rápida el trámite medioambiental. En apenas cuatro meses, la Consejería de Medio Ambiente entendió que la construcción del hotel no tendría efectos significativos en el entorno de la Bahía de Málaga. El informe apuntaba la existencia de un “importante dilema” porque el inmueble cambiaría de forma relevante el paisaje de la ciudad, pero destacaba que éste no tenía protección legal y que la alteración solo afectaría a “determinadas vistas” que son “fácilmente modificables en función de la ubicación del observador”.
“Es ridículo. La Junta decía que bastaría mirar para otro lado para no verlo”, afirma Juan Antonio Triviño, portavoz del colectivo Defendamos Nuestro Horizonte, que canaliza el rechazo al rascacielos. A principios de año reunió el apoyo de unas 300 personalidades del mundo de la cultura y han promovido una iniciativa en Change.org que ya han firmado más de 13.000 personas. “Cultura viene a poner cordura a un proyecto especulativo defendiendo el paisaje como parte de nuestra identidad”, afirma. Ecologistas en Acción también ha definido como “locura” la construcción en un espacio público ganado al mar en pleno cambio climático. “Su presencia rompería la bahía, esto no es Nueva York”, dice su portavoz en la capital, Juana Juncá. También el Colegio de Arquitectos se ha mostrado en contra del proyecto. Su decano, Francisco Sarabia, cree que el problema no es la altura sino la ubicación, porque el suelo elegido es “sensible y privilegiado”. De hecho, Málaga ya tiene varias torres de viviendas en construcción que no han levantado polémica.
Actualmente, el proyecto está pendiente de la aprobación definitiva del Plan Especial del Puerto de Málaga —para permitir la mayor edificabilidad— al que el municipio ya ha dado luz verde de manera provisional a la espera de que también lo haga Puertos del Estado en las próximas semanas. La última palabra la tendrá el Consejo de Ministros, que autorizará o no el inmueble. El informe del Ministerio de Cultura puede ser clave. “Habrá que esperar a sus decisiones”, dice el arquitecto del inmueble, José Seguí. De momento, el rascacielos se tambalea.
Babelia
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