El arquitecto que pasó de diseñar objetos cotidianos como un tenedor a encargarse del urbanismo de la Costa del Sol
José Seguí, dos veces Premio Nacional de Urbanismo, reivindica la ilustración y repasa 50 años de trabajo en la exposición ‘José Seguí: dibujos y diseños’. La muestra puede verse hasta el 30 de abril en la malagueña Escuela de Arte de San Telmo
Cuenta el arquitecto José Seguí (Valencia, 1946) que el “drama eterno” de su profesión es que hay que explicar cosas que no existen. Edificios, objetos o planes urbanísticos, todos con el mismo objetivo: transformar la realidad a la que estamos acostumbrados. Pero para darse a entender, la arquitectura solo tiene el lenguaje de las formas. Primero, porque es la mejor manera para que el profesional se explique a sí mismo lo que le ronda la cabeza. Segundo, porque también es la mejor fórmula para el más interesado: “El cliente no quiere que se lo cuentes, quiere verlo”, explica Seguí.
Ese acto, el de llevar a papel en blanco una idea que flota en la imaginación, es precisamente el que este profesional reivindica en la exposición José Seguí: dibujos y diseños, que reúne una selección de dibujos extraídos de sus cuadernos de trabajo. La muestra, que puede verse hasta el próximo 30 de abril en la Escuela de Arte de San Telmo, en Málaga, incluye también un abanico de objetos, maquetas y mobiliario que repasan los 50 años de oficio del arquitecto, dos veces Premio Nacional de Urbanismo, que ha desarrollado proyectos en media España. Entre ellos, el Plan Especial de la Alhambra en Granada, el Balneario de Cortadura (Cádiz) o el Auditorio Municipal de Almería, además de actuaciones en ciudades como Tánger y, también, numerosas actuaciones en su tierra de acogida, la propia Málaga.
Sus ilustraciones expresan pensamientos, pero van más allá: poseen un sentido estético. Son atractivos más allá de su función. Y se comprueba en la propia muestra donde hay papeles con trazos coloreados de objetos como las lámparas del Teatro Cervantes de Málaga -ciudad en la que reside desde los 14 años-, la fachada de la estación de autobuses, las costillas del estadio de fútbol de La Rosaleda -donde juega sus partidos el Málaga CF- o el Balneario de Cortadura, en Cádiz. Son hojas y collages extraídos del medio centenar de cuadernos Canson que el arquitecto ha ido acumulando a lo largo de su carrera.
También hay detalles del trencadís con el que el arquitecto Fernando Guerrero Strachan homenajeó a Antonio Gaudí al construir el Hotel Miramar en los años 20 del siglo pasado -y recientemente renovado bajo la dirección de Seguí- o los primeros trazos con los que empezó a idear la torre del Puerto de Málaga. El perfil del futuro edificio también aparece en otro de los papeles, al igual que la primera visión que imaginó -y dibujó- sentado en la estación marítima frente a un espacio vacío del dique de levante que, cuando se solucione la polémica que existe en la ciudad desde hace años, se completará (o no) con este rascacielos planteado actualmente como uno hotel con 27 plantas y 116 metros de altura.
En todos los dibujos la herramienta de trabajo es la misma. “El gran instrumento del arquitecto es el lápiz”, subraya José Seguí, que se rinde a las posibilidades que le ofrece el utensilio para abrir los trazos, plantear soluciones y aportar matices. “El Rotring o la pluma te dan menos libertad”, añade el profesional, que dice aprender más de los borrones y correcciones (“los pasos erróneos”) que de los aciertos. Cada vez que recibe un encargo o se presenta a un concurso toma las necesidades planteadas en el proyecto como referencia y comienza a garabatear. Cada línea es un pensamiento. Y, con ellas, todo va tomando sentido hasta que, finalmente, el trabajo se adapta a las cuestiones técnicas y al presupuesto.
“Lo primero es siempre brujulear, pero la carrera de Arquitectura enseña a los estudiantes que la creatividad de un arquitecto no es la de un artista, en ella no puede haber irracionalidad”, insiste Seguí, que cree que el dibujo es una práctica que no se ha perdido “otra cosa es que se ejercite”. Los ordenadores, reconoce, han ganado algunas batallas: “Son imprescindibles para fabricar, para producir”. Pero nunca, cree, “van a dar los matices de un dibujo”. ¿Hay que saber dibujar para ser arquitecto? “No, lo que hay que tener es una visión muy clara de las tres dimensiones. El resto se aprende”, explica.
Seguí pasó de diseñar un anillo o un tenedor a encargarse del Plan de Ordenación Territorial de la Costa del Sol. Francisco Calvo Serraller en los 80 hizo referencia precisamente a esto con motivo de otra exposición del mismo arquitecto: “No es que diseñar una ciudad sea lo mismo que diseñar una cuchara, pero no hay una diferencia formal entre estas dos actividades”. Ese dominio de los niveles no está al alcance de todos los arquitectos y es el propio Seguí el que se lo podrá explicar al alumnado de esta escuela pública, ya que pasará por allí para conversar con cualquier interesado.
Será el momento también de conocer la historia que existe detrás de cada objeto, como los asientos ideados para la estación de autobuses de Málaga, robustos y adaptados al previsible vandalismo que iban a sufrir. O los realizados para el Teatro Cervantes: unos en curva para el ambigú y otros rectos para adaptarse a los rincones. Más allá, una silla que homenajea a Rietveld y otra que se quedó en prototipo, pero nunca se llegó a fabricar. En el centro de la estancia hay también una cubertería, un reloj péndulo que parece sostenido en el aire, joyas, una curiosa lámpara con un juego de espejos en forma de cubo que se abre y se cierra para dar mayor o menor luminosidad o la maqueta de la Ciudad de la Justicia. “Todo está relacionado: es una ventaja poder trabajar aspectos diferentes, de lo micro a lo macro, de objetos a edificios o ciudades. Todo se enriquece entre sí. Lo divertido es no especializarse”, dice Seguí.
Los elementos de la exposición sirven para recordar que nos pasamos el día manejando objetos, de un móvil a un bolígrafo o unas gafas, en ciudades que han sido planificadas con materiales concretos. Y cómo eso nos influye. “La muestra también ayuda a ver que Seguí es un creador con una capacidad enorme de enfrentarse a distintos objetos”, dice Juan Macías, director de la Escuela de Arte San Telmo, para quien los dibujos son “muy importantes” porque forman parte de la base de todas las especialidades que ofrece el centro, desde el Bachillerato Artístico al Diseño Gráfico, Modelismo de Indumentaria o Alfarería.
También hay algunos trabajos relacionados con otro de los aspectos en los que el estudio de José Seguí ha trabajado de manera constante: el planeamiento urbano, desarrollando el Plan General de ciudades como Antequera, Córdoba o Jaén. Los primeros bocetos de la expansión de la barriada de Teatinos, fechados en 1981 -cuando la zona era todo campo-, muestra la evolución de una zona que hoy acoge al enorme campus de la Universidad de Málaga, la Ciudad de la Justicia y decenas de grandes bloques residenciales. También hay un espejo y una selección de resinas donde el arquitecto se dejó llevar, ahí sí, por la creatividad.
Son ensayos pictóricos que conforman el camino más artístico de la muestra junto a dos grabados realizados en los 80. De hecho, Seguí formó parte del Colectivo Artístico Palmo y alguna de sus obras se encuentra expuesta en el Museo de Málaga. “La exposición traslada el mensaje de una persona creativa. Y cómo se ha ido adaptando a los tiempos”, añade Fernando Pérez del Pulgar, profesor de la Escuela de Arquitectura de Málaga, que también destaca la importancia de la revista Geometría, fue fundada por Seguí en 1985.
Desde su estudio, con sedes en Málaga y Madrid, Seguí continúa trabajando en el proyecto de la Torre del Puerto en Málaga, en el Plan General de La Línea de la Concepción (Cádiz) y diferentes proyectos residenciales en Málaga. Con la ilusión de un principiante, al arquitecto no le hace gracia que la exposición sea considerada como una retrospectiva, porque eso significaría que su trabajo ha terminado.
“Yo me retiraré cuando me aburra. Mientras me divierta, ahí seguiré”, afirma a sus 75 años, contento de que haya sido la Escuela de Arte de San Telmo la que haya mostrado sus trabajos, porque fue ahí donde dio sus primeras charlas y conferencias. “Me ha divertido muchísimo escoger lo que se iba a exponer en un sitio tan especial para mí”, asegura Seguí, que guarda otros cientos de páginas en cuadernos de trabajo en su estudio que, quizá, algún día salgan de allí para componer una nueva exposición.
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