La semana en la que los Globos de Oro perdieron brillo
La misma industria que fue cómplice durante años de la asociación de periodistas extranjeros que concede los premios la pone ahora en jaque, entre acusaciones de corrupción, falta de diversidad en los jurados y pérdida de credibilidad
A Alexander Nevsky le gusta posar en sus redes sociales con armas y caballos. Pese a compartir nombre con el príncipe que Serguéi Eisenstein llevó a la pantalla, este actor ruso de 50 años admira más la trayectoria de Arnold Schwarzenegger. Como este, cuenta a menudo su historia de superación: del chico amante de las películas al culturista amateur ganador de Mr. Universe y el actor de escasa fortuna que ha participado en 13 filmes de bajo presupuesto. Nevsky se prepara ahora para interpretar un wéstern de serie B, un trabajo que compaginará con su membresía en la todopoderosa Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood (HFPA por sus siglas en inglés), que organiza y concede los Globos de Oro y que esta semana ha vivido y vive sus horas más bajas entre acusaciones de corrupción, falta de diversidad en la conformación de sus jurados y escasa credibilidad.
El perfil de Nevsky, miembro desde 2003, no es excepcional dentro de un exclusivo club compuesto por 86 personas. Está la ex reina de belleza de Sudáfrica en 1978; la famosa polaca a la que le gusta retratarse vestida con abrigos de pieles y coches antiguos ; una actriz china y otras pequeñas luminarias con filmografías desconocidas. Todas ellas pueden continuar siendo miembros mientras publiquen esporádicamente en sus países y colaboren en la página de la organización. La más reciente contribución de Nevsky fue un comentario de O Brother!, película de los hermanos Coen estrenada hace más de 20 años. También hay periodistas que trabajan para medios extranjeros, entre ellos la colaboradora de EL PAÍS Rocío Ayuso, que se ajustan más al espíritu de una organización de corresponsales que concede los premios de cine más famosos de Hollywood, después de los Oscar, a los que, como dicta el tópico, sirven de antesala.
La semana de dolores de los galardones comenzó con un anuncio de la cadena NBC: no retransmitirá como acostumbra la ceremonia de 2022 ante el aumento de críticas contra la HFPA. En realidad la emisora, atrapada entre sus temores y el posible daño económico, llegó a esa decisión solo cuando la presión se hizo insostenible, según una reconstrucción de The Los Angeles Times. Porque los ataques han llegado esta vez desde la propia industria, que en el pasado ha mostrado ser inmejorable compañera de cama de los Globos de Oro. Scarlett Johansson ha pedido no participar en actos de la organización y se quejó del sexismo que sufre en sus conferencias de prensa. Tom Cruise devolvió esta semana los tres premios que ha ganado. A estas voces se han sumado otros intérpretes y productores, como Shonda Rhimes y Ava DuVernay, además del movimiento Time’s Up: todos piden no tener relación con la HFPA. Un grupo de 100 publicistas, que median entre las estrellas y la prensa y son una fuente importante de acceso para el trabajo de los corresponsales destacados en Hollywood, anunció que por ahora cesan los encuentros con ellos hasta que la asociación realice los cambios necesarios para que sea más transparente y diversa étnicamente. Estudios como HBO y Netflix también han marcado distancia con los galardones.
El mensaje parece haber sido captado por la HFPA. La asociación prometió el lunes sumar 20 nuevos miembros con derecho a voto para agosto. El incremento crecerá un 50% el próximo año y medio, prometen, en un movimiento similar al realizado por la Academia de Hollywood como reacción a la polémica de 2015 con el hashtag #OscarSoWhite (Oscar demasiado blancos).
La HFPA tiene miembros de diversas etnias, pero no hay negros, y es marginal la representación de latinos. Hace una década, una integrante llamó a Samantha Ofole-Prince, una periodista y crítica británica que recuerda en la revista Variety que la invitaron a entrar porque no había asociados negros, un problema que se ha convertido en fundamental esta semana. A pesar de las buenas intenciones iniciales, Ofole-Prince, que trabaja para medios de Reino Unido, Caribe y África Occidental, fue rechazada. La HFPA asegura que no les convenció el material periodístico presentado. Ofole-Prince, en cambio, cree que algunos miembros no la querían como rival. O al menos esa excusa le dieron quienes la apoyaron. Una regla no escrita de la HFPA es que los miembros no compiten entre sí para publicar en los mismos medios. La asociación no ha querido responder a las preguntas de este diario.
No es la primera vez que la organización, creada en 1943, se ha visto envuelta en polémica. En 1968 el órgano regulador de las telecomunicaciones de Estados Unidos cuestionó la forma en que se elegían a los ganadores de los premios, lo que llevó entonces a NBC a suspender la retransmisión. En 1982, la actriz Pia Zadora obtuvo un Globo como estrella revelación. Después del reconocimiento, considerado un tanto inexplicable, se supo que semanas antes miembros de la HFPA habían sido invitados al casino de Las Vegas propiedad del marido de Zadora y productor de La marca de la mariposa, la película por la que fue galardonada. CBS, que emitía entonces la gala, suspendió los premios. En 2011, Michael Russell, publicista de los Globos durante 17 años, demandó a la asociación después de ser despedido y acusó a algunos de sus miembros de recibir dinero por sus votos. El juicio acabó con un acuerdo millonario entre las partes.
Cuando los malos tiempos llegaron a la industria periodística, los miembros de la HFPA hallaron en la estructura una manera de completar sus ingresos. Las cuentas de la asociación, supuestamente sin fines de lucro, mejoraron mucho gracias al aumento de influencia basada en una cuidadosa estrategia de inversiones por 45 millones de dólares (unos 37 millones de euros) en causas filantrópicas vinculadas al cine que incluyó este año un fondo de ayuda para periodistas afectados por la pandemia. Otro elemento de poder fue el crecimiento de espectadores de las galas, lo que se traducía en jugosos ingresos por los derechos de retransmisión. La ceremonia de 2020, celebrada el 5 de enero ―antes de que llegaran las restricciones por la pandemia―, tuvo una audiencia de 18,4 millones, la más alta desde 2016. El presupuesto de la pequeña organización para 2021 (cuando siguieron la ceremonia solo 6,9 millones de espectadores) supera los dos millones de dólares (1,6 millones de euros).
Los movimientos sociales que han sacudido la sociedad estadounidense en los últimos años han preparado el terreno para una lucha contra esa élite. Un reportaje del Los Angeles Times publicado en febrero ayudó a abrir el melón. El texto desnudaba irregularidades en el manejo interno de la organización. “Quiero pensar que esta vez habrá un cambio provocado por todo lo que se ha vivido, el Me Too, Time’s Up, Black Lives Matter y la lucha por la diversidad”, señala la periodista española Rosa Gamazo. Afincada en Estados Unidos desde finales de los noventa, es una de las dos europeas, junto a la noruega Kjersti Flaa, que demandaron a la HFPA después de que se les negara el acceso a la asociación. La demanda fue desechada por un juez el año pasado, pero su abogado trabaja en una apelación. “No les interesa la competencia. Quieren gente que trabaje para medios superpequeños o panfletos, para que no les afecte”, explica Gamazo. “El tema es el acceso al material y entrevistas que tienen. Eso es lo interesante. Da rabia que tengan acceso a todo cuando la mayoría no hace nada con él”.
Babelia
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