Hacer el paseíllo, un triunfo
Emocionada reaparición de Javier Cortés y triunfo de tres orejas de Ginés Marín
“Hacer el paseíllo ya es un triunfo”, decía Javier Cortés a las cámaras de televisión al finalizar la lidia de su primero tras el muy grave pitonazo en el ojo derecho que le propinó un toro del Marqués de Albaserrada el 15 de septiembre de 2019 en Las Ventas.
Y tendría razón porque solo él sabrá el tipo de procesión que lleva por dentro después de pasar tres veces por el quirófano y luchar como solo saben hacerlo los héroes para volver a los ruedos.
Él fue por méritos propios el protagonista de la tarde, y así se lo demostró el público, que lo recibió con una fuerte ovación al romperse el paseíllo.
Si es cierto que los futbolistas necesitan partidos, no lo es menos que los toreros necesitan más toros y menos batas blancas a su alrededor; y esa fue una de las notas destacadas de su actuación junto a su firmeza, seguridad y convencimiento ante el lote menos propicio de una buena corrida de El Parralejo.
El Parralejo/Cortés, Román, Marín
Toros de El Parralejo, bien presentados, mansurrones y muy nobles. Destacaron el segundo y tercero, por su clase, y el quinto y el sexto, por su casta y codicia.
Javier Cortés: estocada caída (ovación); estocada caída (ovación).
Román: estocada que hace guardia y estocada (ovación); _aviso_ bajonazo atravesado (ovación).
Ginés Marín: estocada (dos orejas); estocada que hace guardia y un descabello (oreja).
Plaza de Leganés (Madrid). 8 de mayo. Corrida de feria. Media entrada.
Cuando sonaron los clarines que anunciaron la salida del primero de la tarde, Javier Cortés cogió el camino de la puerta de chiqueros, y a escasos metros se arrodilló para recibirlo con una larga cambiada. Esa fue su valiente carta de presentación; después, la sosería del animal solo le permitió estar bien colocado y mostrar una voluntad a prueba de cornadas.
Larga y desordenada fue su labor ante el intermitente cuarto, con el que solo destacó en detalles sueltos con ambas manos antes de matarlo de una estocada caída, de la misma forma que despachó al tercero.
Más toros necesita un torero con capacidad, renacido después de una morrocotuda caída. Hacer el paseíllo, es verdad, era su gran triunfo.
El triunfador de la tarde fue Ginés Marín, quien dictó en su primero, el toro de más clase de la corrida, una lección de buen gusto y hondura con capote y muleta. Lo recibió con verónicas de exquisito trazo, y destacó después en un quite por ceñidas chicuelinas, tafalleras y un precioso remate por bajo.
Bien plantado en el tercio final, Marín toreó de verdad, con profundidad y temple, en especial por largos naturales y espectaculares pases de pecho.
Serio y con trapío era el sexto, codicioso a lo largo de toda la lidia, que embestía con brío y humillación; y el torero volvió a lucir su buena concepción del toreo, aunque falló con la espada en una estocada que hizo guardia.
El animal más encastado fue el quinto, y le tocó a Román, que anduvo en un quiero y no puedo con su lote. Su primero destacó por su clase, quizá demasiado bueno para la tauromaquia del valenciano, más batallador que artista. Además, resbaló en la cara del toro y sufrió una voltereta sin consecuencias.
El quinto era un toro de serio trapío que empujó con la cara alta en el único puyazo que tomó, persiguió con fiereza en banderillas y embistió a la muleta largo, humillado, con raza y bravura.
Román dio muchos pases, pero su labor resultó larga, monótona y superficial ante un animal tan exigente,
En fin, que la tarde mereció la pena por Ginés Marín y por ver de nuevo vestido de luces a un buen torero, Javier Cortés, tras una muy larga y dolorosa rehabilitación.
Babelia
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