Vicente Saavedra, pilar del renacimiento cultural canario
El arquitecto mantuvo con Javier Díaz Llanos un estudio que, durante 55 años, aportó a las islas innumerables innovaciones que forman parte del oficio y del acervo urbano del archipiélago
Cuando el franquismo aún tenía los pies anclados en la vida española, Canarias contó con una sociedad civil capaz de apoyar una iniciativa moral y estética que albergó la ilusión de hacer de la cultura una esperanza de futuro. Entre quienes contribuyeron a rescatar del pasado el ejemplo de Gaceta de arte y otras aventuras de la época republicana, hubo un grupo de arquitectos capaces de aglutinar en Tenerife un debate mundial sobre el futuro de las artes, además de una iniciativa que pervive en las calles de la capital de la isla: la Primera Exposición Internacional de Esculturas en la Calle. Al frente, con otros profesionales de la arquitectura y representantes de otras disciplinas educativas y culturales, estuvo el arquitecto Vicente Saavedra, fallecido de cáncer este miércoles en Tenerife a los 84 años.
Ambas iniciativas acompañaron la inauguración de la sede moderna del Colegio de Arquitectos de Canarias, que diseñó el propio Saavedra, con su compañero Javier Díaz Llanos. Ambos mantuvieron un estudio que, durante 55 años, aportó a las islas innumerables innovaciones que forman parte del oficio y del acervo urbano o paisajístico del archipiélago. Por la contribución de ambos al entendimiento y del futuro del paisaje insular, los dos fueron distinguidos recientemente con la Medalla de Oro de Tenerife. Sería el último acto público en el que estuvo presente Saavedra. El trabajo que este desarrolló al frente de la comisión de cultura de su colegio profesional fue ingente; su pasión fue continuada por otros compañeros hasta hoy mismo. A aquellas celebraciones, de las que sigue habiendo huella en diversas zonas de Santa Cruz —especialmente en el Parque García Sanabria y en las calles adyacentes— acudieron o aportaron sus obras Henry Moore, Pablo Serrano, Joan Miró, Josep Lluís Sert, Manolo Millares, Eusebio Sempere o Martín Chirino, además de Eduardo Paolozzi, Oscar Domínguez, Antonio Saura y Gustavo Torner.
Eduardo Westerdahl, que había fundado y dirigido la legendaria revista Gaceta de arte —parte principal de la aportación isleña al surrealismo de los años treinta— y Roland Penrose —biógrafo y amigo de Pablo Picasso— formaron parte del comité que aglutinó la exposición y los debates que marcaron aquella época en la que fue tan decisivo el arquitecto ahora fallecido.
Una de las contribuciones más importantes de Saavedra y de sus compañeros del Colegio de Arquitectos fue la implantación urbana de una gran escultura roja de Martín Chirino en la plaza de la institución. Fue, como dice Carlos A. Schwartz, miembro de aquella comisión dirigida por Saavedra, “parte de la gran euforia generada por gente como Vicente y como Rubens Henríquez, presidente de la entidad en la época, para juntar este periodo de la cultura insular con el periodo en el que la isla se hizo parte de la discusión estética internacional”.
Los que vieron trabajar a Vicente Saavedra pueden decir que, aparte de la pasión por hacer mejor el tiempo que vivió, el arquitecto fue una influencia mayor en el despegue cultural de las islas en aquellos años en que las islas se abrían a una nueva era de su historia estética.
Babelia
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