Cuando Truman Capote ejerció de padre
El documental ‘The Capote Tapes’ retrata la relación de protección que el autor de ‘A sangre fría’, fallecido hace 35 años, mantuvo hasta su muerte con Kathy Harrington, hija de uno de sus amantes
Conocía a todo el mundo y todo el mundo sabía de él. Fue uno de los escritores estadounidenses más brillantes y únicos del siglo XX. Truman Capote (Nueva Orleans, 1924 - Nueva York, 1984) siempre tuvo claro que la literatura de ninguna manera debía estar reñida con los focos. Desde su brillante debut, a los 24 años, dio mucho que hablar, y, como lo prueban las biografías y películas que han ido saliendo, la conversación no terminó cuando murió, hace ahora 35 años, a punto de cumplir los 60.
Osado, provocador, cotilla impenitente, su lengua viperina y su pluma afilada eran capaces de diseccionar con la misma frialdad a una despampanante estrella de Hollywood que a un asesino. Pero hay otras caras de Capote más desconocidas, como el papel protector que ejerció sobre Kathy Harrington, hija de uno de sus amantes y a la que apadrinó. Esta historia se recoge ahora en el documental The Capote Tapes, escrito por Holly Whiston y Ebs Burnough, y dirigido también por este último. El filme, presentado en el Festival de Toronto en 2019 y estrenado en Reino Unido hace poco más de un mes, llega este miércoles 24 de marzo a la plataforma Filmin.
Ebs Burnough, asesor de la primera dama y subsecretario de la oficina de relaciones externas de la Casa Blanca durante la administración de Barack Obama, comprendió tras leer una biografía sobre el fundador de la cadena televisiva CBS, William S. Paley, que la historia que realmente le fascinaba era la subtrama sobre Capote. “Volví a leer sus libros y empecé a entrevistar a gente como la periodista de cotilleos Liz Smith, que le conoció mucho”, explica Burnough por videoconferencia desde el Caribe, donde se encuentra con su esposo, el financiero belga Pierre Lagrange, y su hija pequeña.
A Burnough le intrigaba la estrecha amistad que unió al escritor y a la mujer de Paley, la bella Barbara, Babe, pero sobre todo su abrupto final. El corte radical con ese “cisne” (así se refería Capote a las mujeres de la alta sociedad con quienes compartía confidencias) fue en respuesta a la publicación en la revista Esquire en 1975 de un extracto de Plegarias atendidas, la novela en la que llevaba años trabajando y que nunca pudo terminar.
El título del nuevo documental hace referencia a las cintas con las entrevistas que el editor de The Paris Review, George Plimpton, mantuvo con más de un centenar de personas mientras preparaba una historia oral sobre Capote publicada finalmente en 1997, en la que “varios amigos, enemigos y detractores recuerdan su turbulenta carrera”, como aclaraba el subtítulo. El equipo de Burnough transcribió aquellos audios. Las voces que contienen incluyen desde a la actriz Lauren Bacall hasta al escritor Norman Mailer. “¡Su actitud era agotadora!”, se escucha decir a Mailer, al recordar la tensión que pasó cuando entraron juntos en una cervecería atestada de fornidos irlandeses y Capote revoloteaba entre esos tipos mientras él pensaba que acabaría teniendo que pegarse con alguno de ellos. No pasó nada. “A Capote lo abandonaron de niño, pasó por mucho y desarrolló una coraza que le permitió sobrevivir. De alguna manera, supongo que eso le hacía ser cruel con los demás”, reflexiona Burnough.
The Capote Tapes también incluye metraje nuevo y entrevistas con el historiador del arte John Richardson, el novelista Colm Tóibín, la crítica Sadie Stein, el periodista de moda André Leon Talley o el editor Lewis Lapham. Pero la gran desconocida que presenta el filme es Kathy Harrington, hija de uno de los últimos amantes de Capote, el agente de bolsa Jack O’Shea. “Le conocí en el salón de nuestra casa”, explica esta mujer rubia y franca mirando a cámara. Unos meses después, su padre había abandonado a la familia y ella escribió a Capote, quien la animó a que fuera a Nueva York y le presentó al fotógrafo Richard Avedon para que trabajara como modelo.
Tenía 13 años cuando se mudó junto al autor de A sangre fría y, aunque abandonó su apartamento unos años después, acompañó a Capote hasta el final. “Fueron un dúo hasta su muerte. A Capote se le conoce como alguien malvado, un diminuto diablo [“tiny terror”], como le apodaban, una reina perversa. Y todo eso es verdad, pero también lo es que tuvo un extraordinario deseo de dar y recibir amor”, apunta Burnough. “Su historia con Kate demuestra que él quería formar una familia en un momento en el que un homosexual no podía tenerla. Porque otra de las cosas que no se le reconoce es que fue un hombre abiertamente gay, cuando serlo estaba penado”.
Capote fue valiente y mostraba su homosexualidad sin tapujos desde el principio, y esto permeó en parte su escritura. En el filme se describe su primer libro, Otras voces, otros ámbitos, como una versión gay de Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain, y también se menciona la intensa relación de Capote con Perry Smith, uno de los dos asesinos de A sangre fría.
¿El trabajo de Capote se entiende mejor hoy que en su día? “Sí y no, porque su mundo se apoyaba en una jerarquía y unas estructuras muy distintas de las que rigen hoy”, explica por correo electrónico Sadie Stein. “La confianza y la discreción tenían que existir para poder ser traicionadas. Y en la era de internet damos por descontadas muchas cosas que son escandalosas y tenemos integrada la no ficción narrativa y el true crime que Capote creó”.
A los seis años su madre dejó a Truman al cargo de unas tías en Alabama y más tarde se lo llevó con ella a Nueva York, para que vivieran con su segundo marido, un empresario cubano que le dio el apellido Capote. En el primer colegio donde aterrizó en Manhattan se hizo amigo de Carol Marcus, Gloria Vanderbilt y Oona O’Neill. “De todas ellas y de su madre tomó algo para su personaje de Desayuno con diamantes”, apunta Burnough. “Ese libro cuenta una historia bastante dura de una señorita de compañía y un gigoló, pero está maravillosamente escrita. Su escritura era personal y reconocible, pero el alcohol y las drogas acabaron por cegarle. Las adicciones pueden consumir un talento tan grande como el suyo”.
¿Calculó mal el efecto que tendría contar las intimidades de sus amigas ricas y famosas? “Capote necesitaba estar conectado y le dejaron fuera. Perdió a su familia, a la gente con la que había pasado los últimos 20 años de su vida”, cuenta Burnough. Fue entonces cuando se volcó en Warhol y la Factory y el club nocturno Studio 54, al que acudía con Kate, su prohijada. También mostraba su franca decadencia en los platós de televisión. ¿Esconde la historia de Capote alguna moraleja a tener en cuenta para no perderse en el glamur? “Bueno, el brillo es muy divertido, pero hay trabajo detrás”, concluye Burnough.
Babelia
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