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Tórtola Valencia, mucho más que la danza de la serpiente

Una obra teatral explora la enigmática y poco convencional biografía de la llamada Isadora Duncan española

Raquel Vidales
Tórtola Valencia, en plena danza de la serpiente.
Tórtola Valencia, en plena danza de la serpiente.

La llamaban la Isadora Duncan española porque bailaba con los pies descalzos. También la comparaban con Mata Hari por sus danzas de inspiración oriental. Conquistó al público europeo y fue muy popular en Latinoamérica. Hablaba cinco idiomas, coleccionaba arte precolombino y se codeaba con la intelectualidad de su tiempo, entre ellos Valle-Inclán, Pío Baroja o Rubén Darío. Era republicana e independentista catalana, pero también fue amiga de Pilar Millán-Astray, escritora y hermana del fundador de la Legión. Las crónicas de la época afirmaban también que tenía muchos amantes, pero nunca se casó, y la mayor parte de su vida vivió con una mujer, Ángeles Magret-Vilá, a la que adoptó como hija para evitarse líos cuando Franco tomó el poder.

Estos datos aparentemente dan bastantes pistas sobre cómo era Tórtola Valencia, la bailarina que revolucionó la danza española a principios del siglo XX, pero en realidad su vida y su personalidad siempre estuvieron rodeadas de misterios que ella misma alimentó para acrecentar su leyenda, de manera que todavía hoy es difícil distinguir lo que fue verdad o invención. Desde que era descendiente de Goya hasta que custodió el corazón del independentista Francesc Macià tras su muerte en 1933, ese que supuestamente Josep Tarradellas se llevó consigo al exilio.

Tortola Valencia
Imagen de 'Tórtola', obra teatral de Begoña Tena.Vicente A. Jiménez

Justo en esa franja que separa la realidad de la ficción se desarrolla Tórtola, una obra teatral escrita por Begoña Tena, estrenada en Valencia hace dos temporadas con dirección de escena de Rafael Calatayud. Se representa ahora en Madrid, en las Naves del Español en Matadero, hasta el próximo 7 de marzo (de martes a domingo a las 19 horas). La pieza aborda el personaje no desde un punto de vista historicista, sino como inspiración para intentar comprender cómo podía mantenerse fiel a sí misma una mujer cuya forma de ser no encajaba en la norma de su tiempo. “Parece que ella lo hizo ocultándose detrás de una leyenda. Le venía bien como mujer y también como artista. Incluso a costa de presentarse como femme fatale”, destaca la dramaturga.

Fascinada desde hace años por la personalidad de la bailarina, Tena encontró por fin la manera de abordar el personaje en un laboratorio de dramaturgia organizado por el Instituto Valenciano de Cultura en 2018 en torno a la idea de identidad. “Y quién mejor para explorar este concepto que ella, que pasó toda su vida jugando con su identidad. Un juego que, paradójicamente, le permitió vivir como quiso: libre frente a toda norma”, recuerda la autora. Durante meses, la dramaturga escarbó en archivos y hemerotecas, leyó sus cartas, escuchó las músicas de sus danzas, visitó su casa… hasta llegar a una conclusión: “No tuvo una vida, sino muchas, distintas, contradictorias y, algunas, ocultas. No fue una mujer, sino varias mujeres. Así que para llegar hasta ella había que explorarlas todas”, explica.

 Carmen Tórtola Valencia, en 1915, interpretando la danza de 'La Bayadera', con música de León Delibes.
Carmen Tórtola Valencia, en 1915, interpretando la danza de 'La Bayadera', con música de León Delibes.

Nacida en Sevilla en 1882 como Carmen Tórtola Valencia, se trasladó con su familia a Londres cuando tenía tres años. De ahí sus padres dieron el salto a México y ella quedó al cuidado de un matrimonio inglés hasta que pudiera reunirse con ellos, cosa que nunca ocurrió porque murieron poco después de instalarse en México. Pasó toda su infancia con aquel matrimonio en Londres, algo que luego le sirvió para empezar a forjar su leyenda: que si era una bastarda de la familia real española, hija de un noble inglés o descendiente de Goya. Ella nunca lo confirmaba, pero tampoco lo negaba.

Debutó como bailarina en Londres en 1908 y hasta 1911 no se la vio en Madrid. Poco a poco su carrera fue en ascenso y triunfó en los grandes escenarios por su personal manera de bailar, exótica y sensual, aunque calificada de “lasciva” por los guardianes de la moral. La Danza de la serpiente y la Danza del incienso fueron algunas de sus creaciones más famosas. Se retiró en 1930, supuestamente por una promesa que hizo durante una grave enfermedad de Ángeles Magret-Vilá, aunque se dice también que en realidad lo hizo porque su fama empezaba a decaer. Murió en Barcelona en 1955, ya olvidada por el público, pero acompañada de su inseparable compañera. En sus últimos años se había declarado budista y vegetariana, algo también muy exótico para la época en España.

Tras una intensa investigación, Tena seleccionó episodios y momentos representativos de la vida de la bailarina y de algunas personas con las que se relacionó, entre ellas Ángeles Magret-Vilá, por supuesto, y otras tan dispares como Pilar Millán-Astray o el escritor Antonio de Hoyos y Vinent, anarquista y homosexual encarcelado por el franquismo, que fue uno de sus grandes amigos. No obstante, la dramaturga aclara que su obra no es un biopic, sino una ficción basada en otra ficción construida por la propia Tórtola. “No traté de recrear una verdad histórica, sino explorar cómo y por qué ella tejió el personaje que ha pasado a la historia”, explica la autora.

En el fondo, subraya la dramaturga, “late un homenaje hacia aquellas mujeres, escandalosas y distintas, que lograron llevar la vida que quisieron al margen de los convencionalismos de su época”. Condensa esa idea una frase que le dice Pilar Millán-Astray a la bailarina en una escena de Tórtola: “Eres turbia, eres noche, eres errática, eres confusa, eres extraña... Y no nos gusta lo extraño”.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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