Tórtola Valencia o la belleza de la ambigüedad
El historiador de la danza Carlos Murias recupera la figura de la mítica bailarina sevillana
Un príncipe indio se suicidó por ella en Londres, el zar Nicolás le pidió que llevara el collar de perlas de Catalina de Rusia para que reavivara su brillo, y actuó en los mejores teatros de todo el mundo, desde Estados Unidos hasta China...La lista de proezas de la bailarina Tórtola Valencia, que llegó a ser un mito vivo, es tan larga como increíble. Carmen Tórtola Valencia (su verdadero nombre) nació en Sevilla el 18 de junio de 1882, en el número 5 de la calle Arfe. Quizás este dato, junto a las fotografías que la muestran luciendo los más sofisticados y variados atuendos -que ella misma diseñaba y confeccionaba-, sean lo único verificable de la azarosa vida de esta sevillana.
"Fue ella la que se encargó de difundir historias, a veces contradictorias, sobre su pasado, sus orígenes o sus aventuras. A pesar de que dejó escritos, también en ellos aseguraba cosas distintas sobre su vida", comenta Carlos Murias (Ferrol, 1963), el historiador de la danza que lleva 12 años investigando sobre Tórtola Valencia.
La vida y las creaciones de esta bailarina, que debutó en Londres en 1908 y estaba considerada como la mujer más bella del mundo, constituyen el centro de un espectáculo de danza-teatro que han coproducido el teatro de la Maestranza de Sevilla y el Liceo de Barcelona. El montaje, que se estrenó en la capital andaluza el pasado 28 de octubre e iniciará este mes una gira por teatros españoles, pretende abrir el cajón de la memoria y recuperar la figura de Tórtola Valencia.
"A finales del siglo XIX decir soy española y gitana tenía mucho glamour. España se veía en Europa como un país exótico. Ella lo sabía y lo explotó. En varios escritos Tórtola dice que es hija de madre gitana y que su padre era un catalán de Cerdeña. Lo cierto es que sus padres se mudan a Londres y, una vez allí, ellos se van a México y la dejan con un tutor para que fuera educada según las normas victorianas", comenta Murias, quien también interviene como actor en Tórtola Valencia, el espectáculo que dirige Xavier Albertí.
El interés que Carlos Murias siente por la vida y la obra de la artista sevillana comenzó a mediados de los ochenta cuando el historiador, que es también bailarín, leyó que la Diputación de Barcelona había convocado un premio con el nombre de Tórtola Valencia. "Pregunté: '¿quién es esa?'. Y me contestaron: 'Una loca'. Eso despertó mi curiosidad y comencé a investigar toda la documentación que hay en el Museo del Teatro de Barcelona, al que ella legó parte de su vestuario, biblioteca, archivo y objetos personales", comenta Carlos Murias, quien añade que la artista era conocida por su espectacular y lujoso vestuario y que viajaba con "no menos de 70 baúles" por todo el mundo.
La bailarina, aunque nació en Sevilla, pasó pocos años en la ciudad. Según el historiador, sólo hay documentadas dos actuaciones suyas en Sevilla. Una, el 9 de enero de 1915 en el Salón Imperial, y otra, el 20 de enero del mismo año en el Teatro Cervantes. Tórtola Valencia, que vivió en Barcelona sus últimos años, murió en 1955, aunque se había retirado de los escenarios en 1930.
La bailarina que cautivó al mundo entero y por la que, según cuenta su leyenda, se suicidaron varios hombres es un enigma. El historiador del arte asegura que Tórtola Valencia, que causó furor con su danza de la serpiente, hablaba seis idiomas -inglés, francés, italiano, alemán, catalán y español-, a los 12 años leía a Goethe, Schiller y Shakespeare, pintaba, diseñaba y confeccionaba sus propios trajes.
"La nombraron catedrática de Estética en la Universidad de Munich, pero este título bien podía ser honorífico; ya que ella nunca quiso enseñar a nadie. No tuvo discípulos y siempre, salvo en contadas ocasiones, bailó sola. Era muy especial y, según me ha contado gente que la conoció, tenía un carácter muy fuerte", explica Murias.
La bailarina, que actuó con los Ballets Rusos de Diaghilev, se fue a la India a aprender sus danzas tradicionales y consideraba el matrimonio "una vulgaridad que no encuadra dentro de su temperamento artístico". Todo esto alimentó su leyenda de femme fatale.
Tórtola Valencia, al igual que otras bailarinas independientes como Isadora Duncan, Loïe Fuller o Maud Allan, encarnó la figura femenina que crearon los pintores simbolistas de finales del XIX, como Gustave Moreau o Gustav Klimt.
La bailarina, que hoy es casi una desconocida, inspiró a Valle-Inclán versos como: "Decora la lujuria de un sentido / Sagrado. En la tiniebla transparente / De sus ojos, la luz es un silbido".
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