Una de espías y muchas de risa
Pilar Millán Astray, prolífica autora de comedias y hermana del fundador de la Legión, perteneció a la red que tejió el servicio secreto alemán en Barcelona
Pilar Millán Astray (A Coruña 1879-Madrid, 1949) nunca habría dicho que muera la inteligencia. O al menos cuesta aventurar lo contrario teniendo en cuenta que la hermana mayor del fundador de la Legión, José Millán Astray y Terreros, escribió cerca de medio centenar de libros, dirigió el Teatro Muñoz Seca de Madrid durante la República y sacó adelante a sus hijos en los años malos de la Primera Guerra Mundial trabajando para el espionaje alemán en Barcelona. Una circunstancia que destapó el historiador Fernando García Sanz y que detalla en su libro España en la Gran Guerra, publicado este año por Galaxia Gutenberg.
“En el periodo de entreguerras se convirtió en la escritora y, principalmente, comediógrafa más popular del panorama literario español, llegando su fama hasta nuestros días sobre todo por una de sus primeras obras de éxito, La tonta del bote. Sin embargo, algo que no cuenta ninguna de sus biografías es que su situación personal durante la guerra llegara a ser tan dura o tan difícil: viuda y con tres hijos, decidió dar un paso adelante y ponerse al servicio de la red de espionaje alemán radicada en Barcelona. El trabajo era delicado, pero podía conseguir beneficios rápidos y abundantes”, escribe García Sanz.
Los alemanes habían esparcido agentes por los hoteles para controlar la llegada de personajes vitales para sus servicios de información. Mujeres como Pilar Millán Astray —culta, elegante y atractiva: véase el retrato de Julio Romero de Torres que ilustró la cubierta de su obra La mercería de la dalia roja— eran el prototipo idóneo para sonsacar datos de interés a políticos y militares de alto rango. En el hotel Colón, de Barcelona, contactó con el embajador británico en España, sir Arthur Henry Hardinge. Su relación debió ser lo bastante estrecha para que ella pudiese acceder a su habitación y copiar todos los informes de su cartera. “Cada vez que realizaba este trabajo, debía entregar los documentos en casa de Manuel Bravo Portillo [comisario que había trabajado en el pasado a las órdenes del padre de Pilar Millán Astray] a Alberto Hornemann, alemán naturalizado español, uno de los principales dirigentes del espionaje alemán y directo colaborador del agregado naval en la Embajada en Madrid, Hans von Krohn. A cambio de la entrega de la copia de documentos, Pilar Millán Astray recibía en cada ocasión la importante suma de mil pesetas”, cuenta el historiador.
El final de la Gran Guerra coincidió con el despegue de la carrera literaria de Millán Astray, que hasta entonces se había limitado a colaboraciones en prensa. Con la novela La hermana Teresa ganó el premio Blanco y Negro en 1919 y, a partir de entonces, se convirtió en una prolífica autora. Jacinto Benavente detectó en seguida su talento: “Hay en usted una gran dramaturga. Haga una cosa para el teatro”. De esta sugerencia salió su primera obra teatral, El rugir del león (1923), inicio de una carrera de éxitos con sainetes y comedias costumbristas como La galana, Una chula de corazón o La tonta del bote, que se representó durante 310 días consecutivos, según Claudia Echazarreta, profesora de la Universidad Autónoma de Baja California Ensenada en México, que investigó a la escritora. “Sus obras se encontraban en un momento de transición entre lo tradicional y lo moderno en la mujer y responden a esas características: inculcan los valores morales sobre la sociedad y la familia al tiempo que muestran la importancia del papel de la mujer tanto en la economía como en la política”, explica por correo electrónico.
A pesar de la singularidad de su biografía —tanto por su triunfo profesional en tiempos difíciles para las creadoras como sus agallas como espía en tiempos duros para sus hijos—, Millán Astray se mantuvo fiel a los valores conservadores que le inculcaron como joven de la alta sociedad. En 1936 ingresó en la prisión para “damas de España” que el Gobierno republicano organizó en la casa de ejercicios espirituales La Purísima, en Alaquàs (Valencia), por apoyar a los militares sublevados el 18 de julio. Aquella experiencia, que compartió con otros grandes apellidos del régimen franquista como Rosario Queipo de Llano, Carmen Primo de Rivera o Pilar Jaraiz Franco, se recogió en el libro Cautivas. 32 meses en las prisiones rojas, en 1940. Falleció nueve años más tarde durante el homenaje a una actriz.
Babelia
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