La película mexicana ‘rescatada’ por Netflix que aspira al Oscar y al Goya
Después de un complicado periplo creativo y de su éxito en festivales, el drama ‘Ya no estoy aquí’, de Fernando Frías, gana posiciones de cara a la temporada de premios
Ulises tardó una década en volver de la guerra de Troya a su casa en Ítaca. El Ulises adolescente de Ya no estoy aquí no abandona su hogar para ir a la guerra, sino para huir de la guerra que asoló su Monterrey natal desde inicios de 2010. Está en el lugar equivocado en el momento erróneo, y tiene que huir con su madre y sus hermanos. Y así acaba en Nueva York, perdido, aislado, sin entender y sin que le entiendan. Ya no estoy aquí (2019), de Fernando Frías, es una de las películas en las que Netflix confía en la temporada de premios: es finalista al Goya a mejor película iberoamericana (la ceremonia tendrá lugar el 6 de marzo) y representa a México en la carrera al Oscar a mejor película internacional: el 9 de febrero la Academia de Hollywood anunciará una primera criba, antes de las nominaciones generales, con 15 títulos elegidos de entre los 93 presentados en esa categoría. Y sin embargo, el drama de Frías no ha tenido en absoluto un camino cómodo.
Fernando Frías (Ciudad de México, 41 años) lleva con su segundo largometraje desde 2011, en un recorrido que estuvo a punto de descarrilar en varias ocasiones: el guion, tras pasar por el Laboratorio de Sundance, vivió dos paradas de producción; la segunda, en 2017, tras el terremoto en México, cuando a punto de rodar en Monterrey los financiadores le dijeron a Frías que parara, que no había dinero para filmar en Nueva York. “Tiré para adelante, no voy a dejar tirados a los chavales, actores neófitos que habían puesto su alma en el proyecto”, recuerda el director por teléfono. Para su suerte, ya había trabajado con HBO, tenía un agente y Netflix le abrió las puertas. Acabada la película, con un gran recorrido por festivales —ganó en Morelia (México) y en El Cairo— la pandemia impidió su estreno en salas en su país. “Al final agradezco el apoyo de Netflix en todo momento, que incluso posibilita que aún hoy estemos hablando de una película que lleva en su web ocho meses”. Eso, y el impulso para los premios. “No son fundamentales, pero sí importantes”, incide Frías, cuya película ganó 10 premios Ariel en la última edición de los galardones del cine mexicano. “¿Sabes para qué sirven los trofeos? Para que alguien se voltee a la película y la vea”.
Ya no estoy aquí se mueve al ritmo de la cumbia rebajada, “esa cadencia que se ralentiza y ralentiza, que no quieres que se acabe nunca”, en paralelismo con la juventud retratada “casi congelada en ese tiempo porque el futuro no les luce brillante, no quieres dejar de bailar ni en lo físico ni en lo sicológico”, explica el director. Todo ello contado desde un respeto meticuloso. “Es doloroso ver cómo se representa la tragedia de México en nuestro cine, con un punto de vista elitista disfrazado de denuncia para que funcionen en los festivales. Yo casi lo llamaría pornomiseria, que se convierte en eco sordo, que incluso influye a los chavales, que creen que eso es lo que se espera de ellos. En fin, ante esa narración el público tiene difícil acceso, no siente ningún enganche”, asegura Frías. “Y menos aún los retratados, esos jóvenes en búsqueda de su identidad, marcados por la terrible situación socioeconómica. Si vamos a hablar de la realidad, hay que contextualizarla. Y segundo, crear empatía, reflejar los sentimientos de los protagonistas. El cine tiene que conectar con los retratados”.
El drama de Frías fascina en su cóctel entre búsqueda de identidad, retrato de un hecho social, la inmersión del cineasta en la cumbia rebajada —que le enganchó desde que le regalaron un disco de este género en 2005— y su interés por el movimiento Kolombia en Monterrey.
Las secuencias de la película están marcadas “con el tempo de la música”, y las imágenes, muy poderosas, con los colores de uno de sus directores favoritos, Aki Kaurismäki, del que ha homenajeado hasta en ciertos toques de humor, “especialmente en su relación con Lin”, una adolescente neoyorquina con la que mantiene diálogos delirantes. ¿Es Lin una sirena que le ancla a EE UU? “No, para mí ella es el oasis en el que Ulises encontrará descanso y fuerzas. El baile le sirve para ser reconocido, le dignifica y le resignifica; con todo, la energía nace de otro lado”.
Frías está dirigiendo una serie de la que no quiere decir ni el género (“Quiero mantener la sorpresa”), solo explica que no es una nueva temporada de la serie cómica Los Espookys, con la que trabajó para HBO. El director habla de prejuicios, de discriminación... y también de la mentira “que esconde esa idea de que al irte las cosas saldrán mejor”. Lo sabe por experiencia, ya que estudió en EE UU. Le ha pasado como a los pregoneros de la bondad de Ya no estoy aquí, Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón, que voluntariamente se han lanzado a impulsar la carrera del filme: “Estar lejos de México me hizo querer volver a él, a contar sus historias. El cine es una forma de mirar”.
Con el apoyo de Monterrey
A Fernando Frías le importaba, más que la opinión de la ciudad de Monterrey —epicentro de la trama—, la de los adolescentes retratados en 'Ya no estoy aquí'. “Muchos habían dejado sus trabajos para aparecer en el filme y esa fue otra razón para empeñarme en rodar”, explica. “La proyectamos allí y todo fue estupendo. Así son y hasta cierto punto así se ven”. ¿Y cuánto hace que no habla con el protagonista, Juan Daniel García Treviño? “Justo ayer conversamos por teléfono. Está a punto de rodar su tercera película”, cuenta feliz.
Babelia
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