El rastro de la muerte en 53 monedas oretanas
Investigadores de las universidades de Murcia y Cádiz hacen públicos tres conjuntos de piezas del siglo I a.C. en la ciudad íbera de Libisosa, en Albacete, perdidos el día en que fue destruida
Son el reflejo lejano de la guerra y la muerte. Son 53 monedas halladas en el yacimiento oretano de Libisosa (Lezuza, Albacete). Han sido descubiertas en tres puntos de este oppidum íbero que se levantaba sobre un cerro y que no pudo resistir las acometidas de las legiones romanas dentro de las guerras sertorianas (82 al 72 a. C). Junto a ellas, el cadáver de una niña, cuentas de un collar, clavos de viejos contenedores, cuchillos, ungüentarios, cerámica… Rastros de la huida desesperada de los moradores, como el de una pequeña de entre seis y nueve años, cuyo cuerpo, próximo a 16 monedas, quedó tendido en posición forzada en decúbito supino, con los brazos irregularmente flexionados y las piernas abiertas y estiradas longitudinalmente”. Un golpe en la cabeza con un objeto romo le causó la muerte.
El reciente estudio, publicado en la revista Zephyrus, Tres conjuntos monetales de la destrucción del oppidum iberorromano de Libisosa (Lezuza, Albacete), de Héctor Uroz Rodríguez (Universidad de Murcia) y Alicia Arévalo González (Universidad de Cádiz), revela que en esta ciudad se han hallado en los últimos años tres excepcionales conjuntos monetarios, que suman 53 piezas de bronce (sin contar las que se han recuperado dispersas por diferentes edificios). Las monedas fueron descubiertas sobre el pavimento de dos calles ―una de ellas donde se encontró el esqueleto infantil― y un pequeño habitáculo del poblado iberorromano, que era sede de una oligarquía local y que se había “enriquecido por el comercio y por un temprano contacto con el agente itálico”.
La ciudad fue arrasada en una inesperada guerra, por lo que las pertenencias del interior de las viviendas y los edificios oficiales del asentamiento fortificado quedaron congelados en el tiempo. El arqueólogo Héctor Uroz, codirector de las excavaciones (con el apoyo de la Consejería de Cultura de Castilla-La Mancha, la Diputación de Albacete-Instituto de Estudios Albacetenses, el Ayuntamiento de Lezuza y las universidades de Alicante y Murcia), lo explica: “No se trata de tres tesorillos, sino del resultado de la destrucción instantánea del oppidum. Cada lote está formado por un homogéneo número de piezas iberas (y una romana) de este período tardorrepublicano, en su inmensa mayoría acuñaciones de la ceca de Castulo, a unos 200 kilómetros de Libisosa”.
En el caso del grupo de monedas halladas junto a la niña, el estudio osteoarqueológico indica que la pequeña “sufrió una muerte violenta provocada por un traumatismo sobre el parietal derecho llevado a cabo con un objeto contundente”. La descomposición del cuerpo se produjo en el mismo lugar en el que murió, así su cadáver fue cubierto por “una colmatación rápida, lo que permitió la conservación de la mayor parte del esqueleto ―a falta de la pierna izquierda― en su posición originaria”, lo que explica “su abandono y del conjunto monetario”. Aunque, en un principio, los investigadores relacionaron directamente el esqueleto con las piezas monetarias, la excavación de un pequeño departamento años después matizaría esta hipótesis.
Además, y próximo a sus restos, se encontraron otros elementos que ayudan a confirmar el “carácter violento del suceso: un clavo de grandes dimensiones sobre la niña, quizás testimonio de algún tipo de estructura perecedera que ocultó a la vista el cadáver desde un primer momento y un cuchillo de hierro, que conservaba una cuenta de collar pegada al filo”. Al lado, y sobre la calzada, se halló también un conjunto material cerámico, en excelente estado de conservación, formado por un ungüentario, un recipiente de cerámica itálica y dos fusayolas (piezas que se usan de contrapeso).
Otras 18 monedas más se hallaron esparcidas en otra calle. “La forma en que aparecieron hace pensar que cayeron de un contenedor común, quizás algún tipo de caja, de la que podrían haber formado parte algunos de esos clavos hallados en su entorno directo”. El recipiente, al ser de material orgánico, ha desaparecido. “Muy probablemente serían portadas por su propietario mientras transitaba por la calle, acaso durante su huida”. Se trata, en este caso, de monedas de tipo corriente, para hacer frente a los pagos diarios, y abarcan entre los años 160/150 y 80 a.C., como detalla la especialista en numismática Alicia Arévalo.
El tercer grupo monetario (18 piezas) apareció sobre el pavimento de ese pequeño edificio oficial (Departamento 191, lo denominan los arqueólogos) que se excavaría años después, y que en el estudio interpretan como “la instalación de un puesto de pago o cambio monetario relacionado con el comercio. Es posible pensar en un factible punto de control y cobro de alguna tasa por parte de la clase dirigente”. Así pues, las monedas encontradas junto a la niña, probablemente también procederían de este edificio.
“Pensamos, en todo caso, que esta oligarquía local, ante el momento de inseguridad o asolamiento repentino por el que estaba pasando la ciudad, intentó poner a salvo el dinero allí guardado. Es más, cabe la posibilidad de que los lotes recuperados en las excavaciones arqueológicas no sean más que una parte de lo allí custodiado y que ciertas cantidades se hubieran podido salvaguardar con anterioridad”.
El oppidum de Libisosa es una fuente inagotable en los últimos tiempos de novedades arqueológicas. Recientemente, los expertos han dado a conocer que habían hallado más de treinta armas completas, entre ellas un espectacular casco de hierro, espadas, puñales, pila (jabalinas) y hasta proyectiles pesados para las máquinas de guerra, además de bocados de caballo y numerosas espuelas”. Libisosa era un asentamiento fortificado de unas 30 hectáreas, de las que los arqueólogos no han excavado ni el 10%.
Babelia
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