El gancho de Sandrine Kiberlain

La carrera de la escritora y directora francesa Lisa Azuelos ha venido marcada por el éxito de Bienvenido al mundo de LOL, película del año 2008 sobre las relaciones entre una madre y su hija, las nuevas formas de comunicación digital y, sobre todo, la corta distancia que a veces hay entre la banal efervescencia adolescente y los comportamientos de ciertos adultos con ansias de energía juvenil perpetua y quizá a destiempo. Su triunfo fue tal que Hollywood la reclutó cuatro años después para realizar una nueva versión de su propia obra, a mayor gloria de Miley Cyrus y titulada simplemente LOL, que sin embargo perdía por el camino parte de sus virtudes.

Así que tras un par de títulos de una relevancia menor, Reencontrar el amor (2014) y Dalida (2016) —aunque paradójicamente el primero, sobre la infidelidad matrimonial, puede que sea su mejor trabajo—, Azuelos ha vuelto con Mi niña al espíritu y a la letra de LOL, a través del síndrome del nido vacío de una madura divorciada que ve como la tercera y última de sus hijos va a partir de casa con rumbo a una universidad canadiense. Una película donde Sandrine Kiberlain es la reina de la función interpretando a mujer atractiva, lista, graciosa, profesional y ocurrente, con la que no hay más remedio que rendirse.

Azuelos narra en paralelo las últimas aventuras amorosas y estudiantiles de la hija en Francia y las dificultades cotidianas de la madre, con el añadido de una serie de flashbacks, evocadores de los días inmediatamente anteriores y posteriores a la separación de un marido con tendencia a lo miserable. Unas secuencias del pasado engrandecidas por el estupendo trabajo de dirección con los pequeños intérpretes.

Película dispersa, pero simpática, más cerca de la suma de momentos que del relato férreo, Mi niña puede ser incluso inconsistente en lo que apunta y lo que realmente ofrece, pero finalmente gana el combate gracias al gancho de Kiberlain con un personaje encantador.