_
_
_
_
CAFÉ PEREC
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La esquina Steiner

El escritor francés elevó a la máxima potencia la máxima de Spinoza que su padre le había repetido en la infancia: “Todo lo excelso es tan difícil como raro”

Enrique Vila-Matas
George Steiner en su casa de Cambridge (Reino Unido) en 2016.
George Steiner en su casa de Cambridge (Reino Unido) en 2016.Borja Hermoso

Decidí a medianoche apostarme en una esquina del barrio y, de entre lo que alcanzara a ver allí a lo largo de cinco minutos exactos, ni uno más y ni uno menos, elegir lo más insignificante, o lo contrario. ¿Experimento oulipiano? ¿Homenaje al Perec de la Place Saint-Sulpice? Tal vez solo un intento de centrar mi atención en una esquina sin nombre y sin historia. Estuve plantado en ella más de cuatro minutos sin que ocurriera nada y, por no pasar, no pasó por allí ni un ser humano, hasta que en los últimos segundos dobló la esquina un tipo de mediana estatura, con sombrero y gabardina, que de pronto se detuvo para atarse los cordones de su zapato izquierdo.

Retuve la imagen del desatado zapato y, mientras regresaba a casa, no podía dejar de pensar en la mañana de verano en la que Ernst Jünger, siendo un niño, despertó con unas ganas inmensas de ir al bosque. Era muy temprano, aún no habían traído el pan y el silencio reinaba en toda la casa paterna. No había inconvenientes para escapar. Pero tenía un problema: aunque sabía ponerse las botas, no sabía hacer la lazada. “Pero querer es poder y todavía me acuerdo de la alegría que me entró cuando logré hacer la maniobra”, explicaba el longevo Jünger en Bilbao cien años después, orgulloso de no haberse contentado aquel día con hacer un nudo y haber preferido la lazada, algo que más adelante le había llevado a comprender que para escribir había que saber trenzar lazadas.

Lo que son las cosas: a Giorgio Manganelli, en cambio, ser un inepto para las lazadas le llevó directo a la escritura. ¡Manganelli! Me divertí una barbaridad el año pasado con él y con su restrictivo ejercicio o brevísima Vida de Samuel Johnson, publicada por Gatopardo. Fue un narrador de genio, hoy un tanto olvidado, quizás porque pertenece a la época en la que todavía se valoraba en el arte lo verdaderamente difícil, el libro excelente detrás del que había un intenso trabajo.

Para Manganelli fue decisiva su incapacidad para anudarse los zapatos: “No sabía atármelos. Ahora bien: no solo no es imposible, sino del todo razonable, suponer que en aquel entonces nació lo que por pura diversión podría llamar la vocación del escritor [...] ¿No sé atarme los cordones de los zapatos? Bien, escribiré libros”.

Jünger y Manganelli y la sombra de la medianoche me transportaron hasta George Steiner y la reveladora frase que cerró la “entrevista póstuma” que le hiciera su amigo Nuccio Ordine: “Uno de los logros más bellos de mi existencia fue cuando conseguí atarme los zapatos por primera vez con la mano impedida”. Creo que con esas palabras Steiner elevó a la máxima potencia la máxima de Spinoza que, a modo de consigna, su padre le había repetido en la infancia tantas veces: “Todo lo excelso es tan difícil como raro”. Frase que, por lo demás, me recuerda siempre a esa explosión de alegría que Steiner decía que solo se puede alcanzar cuando no te lo han puesto nada fácil, pero has vencido un buen número de dificultades: “Porque entonces, cuando llega el éxito, este es una risotada de alegría”.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_