La musa que se rebeló
Suze Rotolo, la primera novia neoyorquina de Bob Dylan, escribió unas memorias pudorosas que ahora se editan en España
Es una de las imágenes emblemáticas de los primeros sesenta, La portada de The Freewheelin’ Bob Dylan (1963) muestra al cantante desafiando el frío con su radiante novia. Pasean por una calle desierta del Nueva York nevado, transmitiendo felicidad y desafío: solos contra el mundo.
Ella se llamaba Suze Rotolo (Nueva York, 1943-2011) e inspiraría algunas de las plegarias más conmovedoras del canon dylaniano: Don’t Think Twice, It’s Alright, Boots Of Spanish Leather, Tomorrow Is A Long Time. También animó a Dylan para que profundizara en las topical songs, canciones de actualidad con carga política.
Suze era una “bebé de pañales rojos”, como se denominaba a los hijos de padres comunistas. Personalmente comprometida, pero sin afiliación: no discriminaba entre estalinistas, trotskistas y anarquistas. Visitó la Cuba castrista y fue investigada por el FBI. Podemos entender la fascinación de Dylan por su origen social. De hecho, unos de los choques entre la pareja ocurrió cuando ella comprobó que ocultaba su verdadero nombre (Robert Allen Zimmerman) y que sus épicos relatos de vagabundeo disimulaban una plácida crianza de clase media judía.
Fue una relación turbulenta, que se rompió en 1964. Suze desapareció del radar, y solo en su última década cedió a la curiosidad general y habló públicamente sobre su idilio con Dylan. Escribió unas memorias, ahora publicadas por Barlin Libros como En el camino con Dylan. Con abundante material gráfico, suponen una estimable aportación a la bibliografía sobre Greenwich Village, el barrio bohemio de Manhattan; también retratan la metamorfosis del artista de mero folk singer a portavoz-de-una-generación.
No se advierte resentimiento por parte de Suze. Todo lo contrario: se esfuerza en disculpar a Bob y se reserva buena parte de la intimidad que compartieron. No le gustó nada que Dylan copiara el arreglo de House Of The Rising Sun de su amigo Dave Van Ronk, pero, viene a sugerir, el mundillo neoyorquino del folk era competitivo y tramposo. Las críticas de The New York Times que lanzaron a Dylan respondían más a la faceta como publicista de su autor, Robert Shelton, a quien Albert Grossman, el temible manager, descubrió cómo manipular.
Hay muchas páginas dedicadas a la separación. Hoy, más conscientes de las tretas del machismo, podemos entender la confusión de Suze. En su papel de compañero del genio, era juzgada en el ambiente por cuidar (o no cuidar lo suficiente) a su hombre. Pero Dylan estaba cambiando, según crecía su leyenda, y se rodeaba de una cohorte servil y agresiva. Aquellos sicofantes detestaban a una Suze no lo bastante cool. Tampoco ayudó la aventura de Bob con Joan Baez, mujer muy consciente de sus poderes y su destino.
Hubo un embarazo no deseado, resuelto con un aborto clandestino. Bob sugirió entonces casarse, una propuesta que ella consideró poco sincera y que no quiso poner a prueba. Suze optó por alejarse: volvió a la Italia de sus padres. Dylan respondió con una canción tan hiriente como autocompasiva, Ballad In Plain D. En su descargo, conviene puntualizar que se ha arrepentido de aquel arrebato.
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