El fotógrafo de la España que se vaciaba
El arquitecto Carlos Flores recorrió casi 2.000 pueblos en los sesenta para documentar con 11.000 imágenes una forma de vida a punto de extinguirse. El Museo Etnográfico de Castilla y León digitaliza su archivo
Casas con paredes de adobe, plazas con soportales, calles empedradas, chozos, barracas, viviendas excavadas en la roca… y con ellos, paisanos con boina, niños en pantalón corto, mujeres enlutadas, burros, gallinas, ovejas… Cuando la España de los pueblos se estaba vaciando en los sesenta, un arquitecto aficionado a la fotografía, Carlos Flores, quiso ser testigo de ese abandono, de una forma de vivir que, como era sabido, estaba llamada casi a extinguirse. Flores (Cuenca, 92 años) viajó por todo el país y lo reflejó en la obra Arquitectura popular española, cinco volúmenes, publicados en 1973 por Aguilar (2.424 páginas), con la base de las 11.000 fotos que había tomado desde 1965. Se trataba de fijar para el recuerdo una arquitectura en la que “predominaba el sentido común y había escaso margen para la frivolidad y la fantasía”, escribió Flores en su obra.
Sin embargo, no fue solo un observador distante, sino que puso en el objetivo el cariño por aquellas gentes y lugares. Su archivo está hoy custodiado en el Museo Etnográfico de Castilla y León, en Zamora, del que se seleccionó material para una exposición y un catálogo de 2017, y donde se está desarrollando una paciente tarea de estudio y digitalización, que puede consultarse en la web del centro. Este museo trabaja además en la publicación, prevista para finales de este año, de un nuevo catálogo con imágenes del archivo Flores. Todos estos pasos han contado con la colaboración desde la lejanía del autor, que vive en Majadahonda (Madrid).
Nacido en 1928, Flores obtuvo el título de arquitecto en 1958 en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, en la que sería profesor, y el de doctor en 1965. Antes, en 1961, ya había publicado Arquitectura española contemporánea. Obra a la que siguieron Guía de la arquitectura de Madrid (1967), La España popular: raíces de una arquitectura vernácula (1979) y Pueblos y lugares de España (1991). Desde los ochenta se centró en Cataluña: Gaudí, Jujol y el modernismo catalán (1982), Introducción a Gaudí (1983) o La Pedrera: Arquitectura i història (1999).
La Junta de Castilla y León compró su archivo en 2002, “meses antes de que se inaugurara el Museo Etnográfico, gracias a la mediación del etnógrafo Joaquín Díaz, que conocía a Flores”, explica el responsable de Biblioteca y Comunicación de este centro, Emilio Ruiz Trueba.
Sin embargo, hasta 2012 no se empezó a trabajar en un material poblado de maleza. “Había fotos mezcladas, parte estaba en cajas de galletas, negativos en sobres de tarjetas de visita en contacto con la goma de pegar… Lo primero fue estabilizar el fondo, entonces nos dimos cuenta de lo que realmente teníamos. Luego, la mayor complejidad fue clasificar todo por áreas geográficas, aunque, al menos, al dorso de cada positivo aparecía la localidad y año en que se había hecho la foto”, añade Ruiz. El conjunto está formado por 11.664 negativos, aunque es desigual, de Castilla y León hay 2.184, pero de La Rioja son 52; de Andalucía, 2.024, y 53 de Murcia. El museo ha contado en cuantos pueblos estuvo Flores: 1.949.
Cuando se pudo ver ese legado con claridad, en el Museo Etnográfico constataron que aquellas imágenes “merecían además otras lecturas, más allá de lo arquitectónico, de cómo eran y se hacían las casas”. “Es curioso cómo parece que esperaba a fotografiar cuando los lugares estaban vacíos, simbólico de la despoblación”, agrega Ruiz. Quizás por eso, de los casi 12.000 negativos, en solo unos 500 hay personas. Es el material, relacionado con los usos y costumbres de los pueblos, en el que está trabajando el museo para su inminente publicación.
Las otras interpretaciones de sus instantáneas llevan, por ejemplo, “a mostrar la imagen de la mujer casi siempre de negro y trabajando”, como la que fotografió en la calle con un cántaro en equilibrio sobre su cabeza en Arroyo de la Luz (Cáceres); o el mundo infantil, con los niños habitualmente jugando, hacia los que mostró especial sensibilidad, como en el grupo que retrató a la entrada de una casa de fachada blanca en Conil de la Frontera (Cádiz). El sentido del humor también está presente: ahí está el carnero que parece sonreírnos con la cabeza asomada desde un corral en Santo Domingo de Silos (Burgos).
Su espíritu curioso le llevó a fotografiar los carteles publicitarios que se colocaban en el exterior de los comercios, y construcciones como hórreos, hornos, palomares, depósitos para el agua… Como arquitecto le interesaban también los detalles: muros, dinteles, techumbres, arcos… Flores dejó encuadres y sombras que recuerdan a los fotógrafos de la Escuela de Madrid y de Barcelona que despuntaron con su estética neorrealista en los cincuenta.
Una labor titánica con la que “documentó una arquitectura, la popular, que estaba en decadencia”, apunta Ruiz. En el archivo del museo, en el casco histórico de Zamora, puede verse la materia prima de la que surgió la obra enciclopédica de Flores: 18 cajas con negativos, ya ordenadas por comunidades autónomas: “Andalucía (343 negativos) (Jaén y Málaga); Cataluña (447 negativos) (Lleida, Tarragona)…”, y 21 ficheros con copias en blanco y negro por orden alfabético. Es casi un juego buscar entre todas esas imágenes los lugares que nos recuerdan dónde pasamos los veranos o dónde nacieron los que un día abandonaron el pueblo en busca de un futuro mejor en la ciudad.
Babelia
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