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‘Nananana’ no, 60 años de obsesiones en el reinado de Roberto Carlos

El veto del cantante a la grabación de ‘Nossa senhora’ en el último disco en vinilo de Nando Reis es otro ejemplo del férreo control que ejerce sobre su obra y su historia

Roberto Carlos posa en Venecia, Italia, en 1971.
Roberto Carlos posa en Venecia, Italia, en 1971.Mondadori Portfolio (Mondadori via Getty Images)

La melodía es conocida y es difícil oírla sin tararear los versos mentalmente: “Nossa Senhora / Me dê a mão / Cuida do meu coração” (Nuestra señora / Dame la mano / Cuida mi corazón). Lo que Nando Reis canta sobre esas notas, sin embargo, es “Nanananana / Nananana / Nanananananana”. De hecho, lo hace de principio a fin. Como ateo, fue la forma que encontró de esquivar el mensaje religioso e incluir la canción, que le parece linda, en su disco Não sou nenhum Roberto, mas às vezes chego perto (No soy ningún Roberto, pero a veces me acerco, en su traducción al español), lanzado el año pasado y dedicado al repertorio de Roberto Carlos.

Al Rey no le gustó. Y, por eso, la versión en vinilo del álbum, lanzada a principios de este mes, salió sin esa canción, que fue reemplazada por “Como vai você?” (¿Cómo estás?)‚ de Antonio Marcos y Mario Marcos, grabada por el cantante en 1972.

Pero no fue el único veto que Roberto Carlos le impuso a la versión en vinilo del disco. En “Me conte sua história” (Cuéntame tu historia), Nando tuvo que sacar un texto suyo que declamaba a cierta altura y acabó reemplazándolo por una vocalización de la cantora Céu. Algunos versos no entraron en la grabación:

"E o frio daquela noite escura

Misturado com o calor de nossos corpos entrelaçados

Deixava o vidro embaçado

Onde a ponta de seu dedo pequenino

Riscou as iniciais dos nossos nomes

Dentro de um coração respingado"

("Y el frío de aquella noche oscura

Mezclado con el calor de nuestros cuerpos entrelazados

Dejaba el vidrio empañado

Donde la punta de su dedo pequeñito

Garabateó las iniciales de nuestros nombres

Dentro de un corazón salpicado")

Unas palabras de Jorge Mautner al inicio de “A guerra dos meninos” (La guerra de los chicos) también fue sacada. Y un detalle: es un texto bíblico, extraído del Evangelio de Lucas, o sea, afinado con los versos.

Las canciones habían sido grabadas y lanzadas el año pasado con la autorización de Roberto Carlos –en aquella ocasión, el único pedido de Nando que rechazó fue la regrabación de “Detalhes” (Detalles)–. Pero, por lo que parece, el compositor solo escuchó las interferencias del cantor de São Paulo (en todos los casos, vale decir, reverentes a la esencia del homenajeado) después del lanzamiento del disco, o cuando ya no había cómo detenerlo. Por eso recién ahora llegaron los cambios.

Roberto Carlos firma autógrafos en Milán, Italia, en 1970.
Roberto Carlos firma autógrafos en Milán, Italia, en 1970. Mondadori Portfolio (Mondadori via Getty Images)

El veto a la versión de “Nossa Senhora” de Nando no es la primera vez que Roberto Carlos actúa en defensa de lo que cree mejor para la madre de Jesús. Ya fue bien lejos en su defensa. En 1986, escribió un telegrama al presidente José Sarney felicitándolo por la censura al filme Je vous salue Marie, de Jean-Luc Godard (“que no es una obra de arte o expresión cultural que merezca la libertad de atacar la tradición religiosa de nuestro pueblo y el sentimiento cristiano de la humanidad”, escribió el cantante, sin haber visto la película).

Sus convicciones religiosas ya lo hicieron negarse a grabar “Se eu quiser falar com Deus” (Si quisiere hablar con Dios), de Gilberto Gil. El baiano compuso la canción para el Rey en 1980, pero algunas palabras de la letra, como “diablo” y “horrible”, así como el tenor agnóstico de la poesía, no encajaban con sus ideas. “'Si quisiere hablar con Dios' es una canción que habla de Dios de una forma diferente a como yo lo haría, por eso no la grabé”, llegó a justificarse en aquella época, según cuenta el historiador Paulo César de Araújo en su biografía Roberto Carlos en detalle (prohibida, vale recordar, por un acuerdo con el autor luego de una larga batalla judicial).

Una mezcla de religiosidad y TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) llevó a Roberto Carlos a vetar la grabación de “Quero que vá tudo pro inferno” (Quiero que se vaya todo al infierno) a cualquiera que lo pidiera –“80% de los artistas de pop-rock”, según su representante, Dody Sirena–. Y aún hay más. En 2002, no autorizó que la canción formara parte de la reedición del disco que Nara León había grabado en 1978, dedicado a él, titulado justamente... E que tudo mais vá pro inferno. El álbum fue relanzado con una pista menos y rebautizado “Debaixo dos caracóis dos seus cabelos” (Debajo de los rulos de sus cabellos).

Recién en 2016, después de 30 años, Roberto volvió a cantar la palabra “infierno”. Pocos años antes, ya había vencido otro bloqueo y entonado el verso original “Se o bem e o mal existem / Você pode escolher” (Si el bien y el mal existen, puedes elegir), de “É preciso saber viver” (Es necesario saber vivir). Había pasado décadas cantando “Si el bien y el bien existen”. Su esfuerzo para evitar ideas que pudieran sugerir algo que él identifica como “maligno” hizo que, en 2018, llegara a pensar en rechazar la participación de la actriz Marina Ruy Barbosa en su especial de TV de fin de año. En aquella época, ella protagonizaba un personaje de la novela “El séptimo guardián” que Roberto Carlos identificaba como “medio bruja”. Al final, el veto no se concretó y acabaron cantando juntos “Na paz do seu sorriso” (En la paz de su sonrisa).

Roberto Carlos durante un homenaje de la escuela de samba Beija Flor en el carnaval de Rio de Janeiro, en marzo de 2011.
Roberto Carlos durante un homenaje de la escuela de samba Beija Flor en el carnaval de Rio de Janeiro, en marzo de 2011.Buda Mendes/STF (LatinContent via Getty Images)

Pero la fe de Roberto y el TOC no son los únicos motivos para que sea visto como un compositor que no libera sus canciones fácilmente. Muchas veces, simplemente desea protegerse de lo que identifica como posibles daños a su imagen.

Fue por eso, por ejemplo, que impidió que una canción suya fuera usada en la serie Narcos, sobre la trayectoria del capo colombiano Pablo Escobar.

No sería un uso gratuito: el traficante y su madre eran grandes admiradores del brasileño (Escobar tenía una jukebox solo con canciones del artista), y Roberto Escobar, hermano de Pablo, llegó a declarar en 2013 que el cartel de Medellín contrató al cantante para un show en la ciudad colombiana en la década de 1980. Su asesoría justificó el veto de la canción en la banda sonora de la serie de José Padilha: “[Roberto Carlos] analizó la serie, vio dónde entraría la canción y llegó a la conclusión de que no tenía nada que ver”.

Otra ocasión en la que se especula si su tijera actuó en defensa de su imagen fue en la exhibición en la cadena Globo de la película sobre la vida del músico Tim Maia, dirigida por Mauro Lima. Roberto Carlos ya se había quejado de la escena en la que, ya famoso, era retratado recibiendo a Tim (su amigo de la infancia y adolescencia) con indiferencia en un camarín. En seguida, uno de sus asesores arrojaba un billete hecho un bollito al autor de “Você”, que había ido a buscar al amigo para pedirle ayuda. Cuando la pasaron en televisión, la escena fue retirada.

Pero hubo casos de vetos que no tuvieron que ver con la preservación de su imagen, ni con TOC, tampoco con la religión. Roberto Carlos no permitió la ejecución de una versión que el grupo Aviões do Forró hizo de su “Esse cara sou eu” (Ese tipo soy yo), que en aquella época era una de las más escuchadas en Brasil. Quería evitar la competencia. En otras ocasiones no hay motivos identificables. Zé Renato nunca recibió respuesta a su pedido de autorización de las canciones compuestas por el Rey que le hubiese gustado incluir en “É tempo de amar” (Es tiempo de amar), el disco que hizo en 2009 con el repertorio de la Joven Guarda. Y Paula Fernandes no pudo incluir en su DVD de 2014 los temas que grabó a dúo con el cantante, pero lo liberó de la culpa, atribuyendo la responsabilidad a la discográfica.

Es extrañamente revelador que una de las grandes víctimas de los vetos de Roberto Carlos sea... el propio Roberto Carlos. Prohibió que Roberto Carlos, una fotobiografía oficial lanzada en 2014, tuviera cualquier texto que no fueran versos de sus canciones –a pesar de la insistencia de los editores en poner al menos epígrafes que le dieran contexto a las imágenes–. Pero el mayor caso de veto autoimpuesto fue con su primer disco, Louco por você (Loco por ti), de 1961. Los motivos pueden tener que ver con el TOC (es el único en el cual él no aparece en la tapa), con la religión (la pista “Não é por mim” –No es por mí– condiciona la existencia de Dios al amor de una mujer, algo impensable para el Roberto Carlos ultra católico) o simplemente con cuestiones técnicas y artísticas (el disco presenta a un artista sin personalidad e inmaduro). Lo que se sabe es que Roberto Carlos nunca reconoció el álbum ni consideró seriamente su relanzamiento, y llegó a intervenir para retirarlo de iTunes en 2012, cuando por algún error lo pusieron a disposición.

Por la grandeza artística de su obra (construida en gran medida con su compañero Erasmo Carlos, fiel escudero) y por su alcance (en todas las direcciones en que se pueda pensar la sociedad brasileña a lo largo del tiempo), Roberto Carlos tiene la legitimidad para llevar el título de Rey. Que escuche a sus súbditos y entienda sus mensajes en todo lo que llevan de dureza y afecto, inclusive cuando llegan en forma de “nanana”.

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