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Yolanda Pantin: “Todos los venezolanos estamos atravesados por esta tragedia”

La poeta, flamante ganadora del Premio García Lorca, reflexiona sobre las consecuencias de la grave crisis del país sudamericano y cree que la poesía de su país está "en la vanguardia de América Latina”

La poeta venezolana Yolanda Pantin, el viernes en Caracas.
La poeta venezolana Yolanda Pantin, el viernes en Caracas.Andrea Hernández

La noticia sorprendió a Yolanda Pantin (Caracas, 1954) a primera hora del jueves, cuando recibió una llamada en su casa de Caracas. La voz al otro lado del teléfono la informaba de que había ganado el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca. “No lo podía creer, yo no sabía nada, no había postulado nada. Alguien me postuló. Nunca supe quién lo hizo”. Pantin es una de las voces más destacadas de las letras venezolanas de las últimas décadas, en las que además de la poesía ha transitado por el ensayo, la edición y la literatura infantil. Su perfil se consolidó en el laboratorio creativo de los grupos Calicanto y Tráfico, dos escuelas icónicas de la lírica venezolana de los ochenta. Es parte de una generación de artistas que conoció el bienestar que ofreció la vida en Venezuela antes de la crisis acelerada por el chavismo.

Pregunta. La poesía venezolana ha sido vista en ocasiones como el secreto mejor guardado del panorama literario en español. ¿Usted qué opina?

Respuesta. Creo que es este reconocimiento responde a un interés, una apertura de parte de los lectores y las propias editoriales hacia lo que se hace acá. Hasta hace poco tiempo los escritores venezolanos nos habíamos guardado, había en un ensimismamiento, con ningún interés en ser conocidos o publicados fuera. En los años ochenta, el escritor José Balza dijo en tono de broma que la literatura nacional estaba tan ensimismada que ni siquiera respondía la correspondencia. Luego de pasar años así, en el interior de cada uno de nosotros, esta circunstancia nos permita volcarnos hacia afuera con una carga exterior muy fuerte.

P. ¿La crisis y el derrumbe del país pueden haber tenido algún papel en esta circunstancia?

R. Los venezolanos estamos despertando una curiosidad. Puede haber algún interés legítimo en apreciar cómo se expresa este país convulsionado en otras de sus manifestaciones. En las letras venezolanas de este tiempo, y no hablo por mí, hay ahora una vocación de modernidad riquísima. Con toda certeza podría afirmar que, junto con Argentina y Perú, al menos en materia de poesía, los venezolanos han sido autores de vanguardia, entendiendo como tal una fe absoluta en las posibilidades del lenguaje.

P ¿Cuáles son sus influencias, los autores que le ayudaron a alcanzar su voz definitiva como poeta?

R. César Vallejo, cuya obra tengo toda subrayada. No hay autor latinoamericano que no esté marcado por su influencia. También el español Luis Cernuda: con él aprendí que un libro es la suma de toda una obra, la mínima parte analizable, el historial que habla por el autor. Eso hace a lo literario un cuerpo orgánico, una suma de espacios, experiencias, lecturas acumuladas. Blanca Varela, también del Perú, porque con ella se me abrió un mundo. Tuve la suerte de conocerla y se lo dije, cuánto la admiraba. Por último, nombraría a la estadounidense Elizabeth Bishop

P. Usted formó parte de dos importantes grupos de poesía en la Caracas de los años ochenta, Calicanto y Tráfico, de enorme influencia en el desarrollo de las letras venezolanas en este tiempo. ¿Qué puede decirnos de aquellos años?

R. Los años ochenta fueron muy fértiles en Venezuela. En el caso de Calicanto, todas las noches nos encontrábamos en la casa de Antonia Palacios, un grupo numeroso, con discusiones de gran altura donde se debatían los textos de cada uno de nosotros. Recuerdo que al comienzo nunca abría la boca en el taller, una estaba intimidada. Ahí conocí grandes escritores, como Eduardo Liendo. La ruptura de Calicanto hizo nacer a Tráfico, al cual pertenecieron poetas tan sobresalientes como Armando Rojas Guardia, Rafael Castillo Zapata, Miguel y Alberto Márquez. Había otros grupos, la Gaveta Ilustrada, Guaire.

R. ¿Siente que la deriva y la decadencia venezolana tiene una presencia a destacar en su obra?

R. Los venezolanos estamos todos atravesados por esta tragedia, vivamos o no aquí. La primera entrega de mi poesía reunida en España, con la editorial Pre-textos, se llama precisamente, País. Es un volumen reunido bajo esa urgencia. Antes, en 2002, publiqué un poemario llamado El hueso pélvico, donde avizoraba, como una pitonisa, el advenimiento de estos tiempos oscuros. Tengo poemas políticos, muchos, pero he tratado de mantenerme en el filo del precipicio en este tema.

P. Usted es autora de Ratón y vampiro, uno de los relatos infantiles más exitosos y conocidos en Venezuela. ¿Presenta la literatura infantil el reto, la complejidad de miras, esa infrecuente zona de sensibilidad que exige la poesía?

R. Cuando escribí Ratón y vampiro no estaba pensando exactamente en una obra para niños. Lo escribí con mis hijos; ellos fueron sus verdaderos autores. Tenía una escucha muy profunda hacia su lenguaje. Me gusta identificar la operación mental de los niños, blanco-negro, risa-llanto, miedo-felicidad. Soy la mayor de 11 hermanos. Me comunico muy fácil con los niños, con eso no hay misterios. Ambas cosas se me dan naturalmente.

P. En Venezuela hay un debate implacable que se expresa con virulencia en las redes sociales, con mucho odio, mucha paranoia. Se ha incubado un anticomunismo feroz en una gran parte del país. ¿Qué opinión le merece eso?

R. Lo veo con horror. Llegamos al punto de no entendimiento, posiciones tomadas, radicalizadas, insultos, descalificaciones, sin posibilidades de diálogo. Todo eso está dominado por un gran dolor, en muchas ocasiones además con desconocimiento de los temas políticos. Es una ruptura presente en la propia oposición, ni siquiera hablo de entendernos con el chavismo.

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