Vendiendo discos al peso
Las discográficas están liquidando las joyas de la familia: todo lo grabado por artistas reconocidos es editado
Oiga, no falla. En cualquier conversación que surja el tema de las compañías discográficas, siempre salta el graciosete: “Ah ¿existen todavía las discográficas?”. O el listillo que sabe de todo: “Pero ya no salen discos físicos ¿verdad?”. Lamento aguar el cachondeo pero sospecho que las multinacionales están publicando más referencias que nunca. Y más voluminosas, además.
Verán: está en marcha una conspiración, de la que ya nos ocuparemos, que busca liquidar el CD e implantar el LP (que se vende al triple o más) como soporte de referencia. Una estupidez, que demuestra falta de respeto por sus clientes y por la calidad de sonido, pero ya sabemos que el cortoplacismo vuelve estúpidas a muchas compañías. Mientras tanto, las novedades se presentan en todos los formatos posibles: LP, CD y las versiones de lujo que los fans puedan absorber.
Donde se hace más visible la tendencia es en lo que llaman “fondo de catálogo”. Hasta hace poco, las multinacionales aceptaban que, previo pago de un canon, determinados sellos especializados publicaran discos olvidados en pequeñas tiradas. Eso ya se está acabando: las grandes compañías quieren ocupar todos los nichos del mercado.
Han descubierto que no hay límites a la voracidad del consumidor. El devoto de Elvis Presley seguro que posee alguna grabación de su reaparición en Las Vegas; ahora le ofrecen Live 1969, un box set con 11 (¡once!) conciertos en el International Hotel, actuaciones que en lo esencial no variaban de día a día. Otras cajas tienen más sentido. Neil Hannon conmemora los 30 años de su grupo, The Divine Comedy, con la recuperación de sus doce títulos, cada uno ampliado a doble CD con el añadido de maquetas, directos, temas sueltos y tomas alternativas. Venus, Cupid, Folly & Time: Thirty years of The Divine Comedy cuenta además con el atractivo de imitar el añejo encuadernado de libros.
Claro que todo empequeñece frente a la reedición de In the court of the Crimson King, de King Crimson. Una de las obras básicas del rock progresivo se convertirá en octubre en 1969, un cofre con 20 CD, 2 DVD y 4 Blue-Ray. Eso incluye infinitas mezclas del LP original, los descartes de las sesiones, muchos director y hasta muestras del trabajo del grupo anterior, Giles, Giles & Fripp. Tal cornucopia ha sido posible gracias a la vocación de urraca de Robert Fripp, que archiva todo lo referente a su música, y que lleva décadas litigando con Universal respecto a la propiedad de sus masters.
Todos los discos clásicos están destinados a engordar. New York, de Lou Reed, era un esbelto LP y ahora pesa kilo y cuarto: la deluxe edition contiene dos vinilos, tres CD y un DVD. Elvis Costello, que siempre había cuidado su catálogo, también entra en la etapa mega: en noviembre, su Armed Forces crecerá hasta abarcar nueve piezas de vinilo de distintos tamaños.
Los escépticos dirán que la mayoría de tales mamotretos permanecerán vírgenes. Bien, tampoco creo que esas hileras de obras maestras de la literatura sean hojeadas por muchos de sus propietarios. Más me preocupa el hecho de que este tipo de productos rompe la promesa democrática de los fonogramas. Y no hablo exclusivamente de los precios. En la práctica, se trata de ediciones limitadas: debido a lo complejo de su elaboración, puede ocurrir que desaparezcan una vez agotada la primera tirada. De hecho, no siempre es fácil conseguir una copia: los precios varían significativamente entre diferentes países y, a veces, hay que recurrir a la carera tienda por correo del propio artista.
¿El resultado? Este mercado ha sido invadido por especuladores, que pillan varios ejemplares de lanzamientos codiciados… para posteriormente subastarlos en eBay y similares. Malditas sanguijuelas.
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