El Cosquín Rock se convierte en un megafestival ‘online’
Unas 70 bandas de toda Hispanoamérica se dan cita este fin de semana en el evento adaptado por la pandemia de la covid-19
El rock sigue vivo. Cuesta reconocerlo sin aplausos, ni pogo, ni gritos de aliento ni la voz del público sobreponiéndose a la de los cantantes, pero la pandemia de la covid-19 lo fuerza a adaptarse alejado de las multitudes. En su 20 aniversario, el Cosquín Rock, nacido en las sierras de Córdoba, en el centro de Argentina, iba a cruzar por primera vez el Atlántico para desembarcar en España. Cancelado por las medidas de prevención frente al coronavirus, este fin de semana reaparece en el ciberespacio, con 70 bandas de toda Hispanoamérica. Desde salas de concierto vacías hacia miles de pantallas. En los países en los que no rige ya la cuarentena, quizás los fanáticos se junten a bailar en casas o bares. En aquellos donde las reuniones están prohibidas, la experiencia es aún más distante de lo habitual.
“No puedo escucharlos, pero les pregunto, ¿cómo la están pasando?”, pregunta la argentina Malena Villa en la presentación de su álbum La Negación en directo desde La Trastienda, una de las cuatro salas de Buenos Aires habilitadas para el festival. “Gracias Cosquiiiiín”, se despide Gonzalo Farfán, el líder de la banda peruana de hardcore punk Inyectores.
Arranca a las cinco de la tarde. La música sonará hasta medianoche, un horario restringido, que parece acorde con los impuestos por la pandemia en los bares de aquellas provincias de Argentina donde han vuelto a reabrir. “Tuvimos que tener en cuenta la diferencia horaria con los distintos países”, cuenta por teléfono el productor general José Palazzo en la víspera del festival. En España son cinco horas más que en Argentina. En Santiago de Chile, una hora menos; en Ciudad de México, dos.
“Llamamos a nuestros socios de Colombia, de España, de México, de Estados Unidos, Paraguay y les dijimos: ‘¿Che, se suman? ¿Convencen a artistas para que toquen desde sus países y el espíritu del festival se pueda propagar?’ Empezó como algo pequeño y terminó siendo esta locura, con 70 artistas tocando, el más grande de este momento en el mundo. Sin quererlo hemos terminado haciendo un monstruo”, cuenta Palazzo, creador del Cosquín Rock.
Con el paso de los meses, cada vez más artistas se han animado a dar shows en vivo desde sus casas o estudios. Pero organizar un festival en plena pandemia requiere una logística marcada por los rígidos protocolos sanitarios. Los principales escenarios tienen que ser desinfectados entre banda y banda, lo que obliga a alternar los shows en vivo desde ahí con otros desde distintos países y algunos grabados de antemano. Entre estos últimos está Eruca Sativa —por el embarazo de la cantante, Lula Bertoldi, al igual que Ximena Sariñana— o los cubanos Toque del río —“por la mala conectividad de la isla”, justifica Palazzo—. “Desde la altura de La Paz hasta sus casas”, saludan Los Bolitas a los espectadores del festival.
No existe el riesgo de que el de delante tape el escenario, ni de recibir un pisotón, ni de que algunos del grupo quieran ir hasta la primera fila y a otros les agobie la multitud y prefieran quedarse atrás. Tampoco está la posibilidad de iniciar una conversación con desconocidos que estén cerca, pero sí, en cambio, compartir impresiones vía chat con alguien a cientos o miles de kilómetros pero que está escuchando la misma canción a través de la plataforma de Cosquín Rock.
“Temazo”, escriben varios en el chat general cuando se escuchan los primeros acordes de Ya no sos igual, de la banda 2 minutos desde el mítico estadio Luna Park. “Después de la pandemia ya nada es igual”, dice el Mosca Velázquez dirigiéndose al público que lo sigue detrás de una pantalla, sin enterarse de que muchos critican las frecuentes caídas de la conexión, que obligan a ir cambiando de una a otra cámara para que vuelva la música. “No lo hicimos bailar al de la cámara”, se lamenta el vocalista de 2 Minutos. “Esto es rarísimo”, admite en la recta final del show ante un auditorio silencioso. “Muy buenos los gallegos”, “Cracks”, “Wow”, “Aguanten”, les llueven los elogios a los españoles Izal durante el concierto transmitido desde su estudio. “Dejen de golpear, che, distancia por favor”, bromea otro.
Como prueba piloto, cerca de 125.000 personas se conectaron una semana atrás para ver el espectáculo Pericos New Friends que la banda realizó desde La Trastienda. Los organizadores confían en que el Cosquín Rock al menos duplique esa cifra. “En las pruebas de sonido se ven unas caras de alegría como si estuviésemos volviendo de una guerra, de asistentes y técnicos que estuvieron meses sin trabajar. No nos podemos abrazar, aunque ganas no nos faltan, pero nos damos unos codazos fuertísimos”, describe Palazzo sobre el ambiente de trabajo en los días previos, sin obviar la extrañeza de los músicos al imaginarse actuando sin público.
Ciro y Los Persas, cabeza de cartel
Ciro y Los Persas, la banda nacida en 2009 tras la separación de Los Piojos, cerrará esta noche el Cosquín Rock desde el Luna Park y mañana habrá una despedida doble: los mexicanos Molotov y los argentinos Él mató a un policía motorizado. Aunque el rock se mantiene como protagonista, el festival continúa la apertura de géneros iniciada años atrás y así León Gieco esté programado entre Trueno, ganador de la última Batalla de Gallos argentina, y la rapera La Joaqui. La mexicana Julieta Venegas, las argentinas Miss Bolivia y Sara Hebe y la uruguaya Julieta Rada forman parte de la creciente participación femenina del festival, impulsada por la ley de cupo aprobada en 2019 y que obliga a incluir al menos un 30% de artistas mujeres.
No sólo habrá rock. Los humoristas Guille Aquino y Dalia Gutmann realizarán shows de stand ups y están también invitados el escritor Hernán Casicari y el filósofo Darío Sztajnszrajber, entre otros.
Cosquín Rock planeaba realizar también un festival en Buenos Aires en noviembre, pero esa posibilidad parece cada vez más lejana a medida que la pandemia se acelera en Argentina, con más de 7.000 casos positivos por día, en su mayoría en la capital y su extrarradio. Aún así, tanto los artistas como el productor confían en que los rockeros vuelvan a acompañarlos cuando sea posible: “Nosotros, como empresarios del espectáculo, tenemos la responsabilidad de generar protocolos para que la gente esté segura y que pueda perder el miedo. No creo que estemos cerca, pero espero que paulatinamente podamos regresar”.
“La industria cultural está en jaque. Van a quedar muchos estacionamientos donde había centros culturales, muchas verdulerías donde había bares y habrá panaderos o repartidores de Rappi y de Glovo que podrían haber sido megaestrellas de música pero no van a llegar a aguantar todo este parate”, augura Palazzo. Sin embargo, subraya, por más que ninguna de las crisis argentinas previas se parezca a esta, sí ayudan a que sea un poco más fácil reinventarse.
Babelia
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