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Una librería infantil para una provincia con pocos niños

La escritora Sandra Alonso abre en Zamora un local que desafía la crisis provocada en el sector por la covid-19

Sandra Alonso con sus obras en la librería 'Mis cuentos infantiles'.
Sandra Alonso con sus obras en la librería 'Mis cuentos infantiles'.

“Las librerías no abren, cierran”, le decían a Sandra Alonso. Aún más en este momento histórico, durante una crisis sanitaria que ha sacudido el mundo de la cultura. Sin embargo, esta escritora de 27 años ha luchado contra todos los obstáculos para realizar un sueño: abrir una librería infantil en Zamora. Un desafío al que se ha enfrentado sin saber que se trata de la segunda provincia con peor tasa de natalidad de toda España (por detrás de Ourense): 482 nacimientos anuales por cada 100.000 habitantes, según los datos del INE. “Dicho así, nadie se atrevería a hacerlo”, admite.

Mis Cuentos Infantiles, que así se llama el local, ha abierto sus puertas con tres meses de retraso, el 1 de julio. Cuando la pandemia paró el mundo, el local se quedó con las obras pendientes. “En algún momento me planteé dejarlo cuando se pusieron las cosas complicadas. Sobre todo era la incertidumbre: no saber qué iba a pasar me daba miedo. Pero sabía que tenía que seguir adelante”, afirma Alonso. La acogida ha superado las expectativas: a veces hay colas con padres, abuelos y maestros que esperan a entrar para consultar los más de 2.000 títulos que almacena esta librería. Y en la tienda online, los usuarios compran desde cualquier lugar del país.

“Si hay un libro que va a sobrevivir es el infantil”, afirma la también bloguera

Lo más sorprendente es que a Alonso de niña ni siquiera le gustaba leer. Lo hacía “por obligación”, hasta que encontró un maestro que le enseñó a disfrutar de la literatura en 4º de la ESO. A través de una asignatura en la universidad hizo el gran descubrimiento que le cambió la vida: los libros infantiles. Una herramienta que puede contar sencillamente las alegrías y las complicaciones de la vida cotidiana, como algunos años después describió en su primera obra, Abrazos de chocolate (2019, Editorial Jalabalí), que relata la muerte de su abuelo y la relación que tenía con su nieto más pequeño.

“Algo que me llamó mucho la atención de la literatura infantil es que consigue emocionar a los adultos porque el mensaje te llega de una forma muy directa y sencilla, y muchas veces no le damos el valor que tiene. Cuando conoces los libros infantiles un poquito más de cerca, te trasladan a tu infancia, a otro mundo. Te hacen ver con los ojos de un niño y eso es muy bonito”, dice. Por eso, terminada la carrera, Alonso se volvió primero bloguera, algo que le sirvió para establecer relaciones con editoriales y distribuidoras, y luego escritora. Hoy suma casi 50.000 seguidores entre Instagram y Facebook, y seis libros publicados.

Hasta el año pasado, no tenía otra idea en mente que la de ser maestra. Pasó un tiempo con niños de guardería y luego se presentó a unas oposiciones, para optar “a un puesto fijo y a tener vacaciones”. Abandonó ese camino tras vivir el estrés del procedimiento, y en enero viajó a Madrid con otra amiga bloguera para visitar a las librerías de la capital. “¿Y a ti no se te ocurre abrir una librería infantil?”, le preguntó su compañera. Al volver, eligió el local, cerró y firmó el contrato en 15 días. Dos meses después, España se paró.

La librería Mis cuentos infantiles.
La librería Mis cuentos infantiles.

La librera se convirtió en un punto de referencia. En Zamora, cuando hay que pedir un libro infantil saben con quién hablar. Los que acuden a Mis Cuentos Infantiles no solo buscan una obra, sino recomendaciones, una asesoría por parte de la bloguera, que ya lleva mucho tiempo haciendo reseñas y que en su comunidad es muy conocida. “La gente me dice que es un espacio muy necesario”, sostiene.

Es también una manera de reivindicar el papel que este tipo de literatura desempeña en una sociedad cada vez más tecnologizada: “Muchas veces pensamos que los niños no van a entender determinados temas y somos nosotros mismos quienes les frenamos en ese proceso. Creo que para los adultos es mucho más cómodo darles una tableta y que ellos puedan mirar juegos, hacer un puzle y ver un vídeo. Pero creo que el momento de la lectura es algo que no se puede suplir con nada porque no es solo el cuento que le estás contando, sino el tiempo compartido con tu hijo. Nosotros sí que podemos leer en formato digital, pero a un niño no le vas a dar un móvil. Yo creo que si hay un libro que va a sobrevivir, es el infantil”.

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