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Las empoderadas del románico

Un curso reivindica el silenciado papel de las mujeres en el arte y la sociedad de la Edad Media

Bailarinas, una de ellas se contorsiona, a la derecha, y músicos en capiteles de la iglesia románica de Santiago de Agüero (Huesca).
Bailarinas, una de ellas se contorsiona, a la derecha, y músicos en capiteles de la iglesia románica de Santiago de Agüero (Huesca).FUNDACIÓN SANTA MARÍA LA REAL
Manuel Morales

Reinas que han influido en la historia de sus territorios y tejedoras que elaboraban la lujosa ropa que lucían las grandes damas, señoras de la nobleza que fundaron monasterios y poderosas abadesas que los gobernaban, promotoras del arte más excelso y juglaresas analfabetas. El papel de las mujeres en la Península durante la Edad Media fue mucho más complejo y variado que el estereotipo que las ha reducido a monjas, aristócratas o menesterosas pecadoras. El curso Féminas, organizado por la Fundación Santa María la Real este fin de semana en Aguilar de Campoo (Palencia), ha reunido a expertos de media docena de universidades españolas que han reivindicado el verdadero protagonismo de la mujer en los siglos del románico.

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Una de aquellas mujeres fue doña Mencía de Lara, primero condesa y, tras enviudar, abadesa del monasterio palentino de San Andrés de Arroyo -el caño de una fuente en el claustro recuerda el origen de su nombre-, que fundó en torno a 1180. Doña Mencía era, además, “señora de horca y cuchillo, por lo que ejercía la jurisdicción civil y criminal en 11 pueblos de la zona”, explica el director del curso, Pedro Luis Huerta.

“Las mujeres estaban en todos los niveles, aunque hubo figuras excepcionales”, dice Diana Pelaz, de la Universidad de Santiago de Compostela. “Hay que desterrar que sus espacios eran solo la casa, o el convento, o el palacio. Es otra de las ideas de oscuridad asociada a la Edad Media”. Junto a la reseñada doña Mencía, destaca la noble francesa Leonor de Aquitania que, “ya octogenaria, atravesó los Pirineos y viajó a Palencia para decidir cuál de sus nietas debía ser la reina consorte de Francia”, añade.

Esta estudiosa de la historia de las mujeres matiza que, aunque se trataba “de una sociedad patriarcal, por la mentalidad religiosa, esto no significa que estuvieran completamente oprimidas”. “Las vemos esgrimiendo su independencia, quizás más cuando enviudaban, y las hay que se consagran a la vida religiosa, sin tener que adoptar un régimen de clausura”. La profesora Pelaz señala, además, una cuestión llamativa: “La indefinición normativa característica de la Edad Media jugaba a favor de ellas, por ejemplo, en los gremios”. Así ocurrió con una pionera como Velasquita Giráldez, “fundadora de la cofradía de los alfayates [sastres] en Oviedo, en 1232”. “El problema venía cuando se empezaba a regular, entonces se las dejaba fuera”.

Sepulcro de doña Mencía de Lara en el monasterio de San Andrés de Arroyo (Palencia), que fundó en 1180.
Sepulcro de doña Mencía de Lara en el monasterio de San Andrés de Arroyo (Palencia), que fundó en 1180.FUNDACIÓN SANTA MARÍA LA REAL

Compositoras de música culta

Del silencio impuesto a la voz de las mujeres se ocupó el medievalista Josemi Lorenzo Arribas. “La Edad Media no tuvo la culpa, han sido las interpretaciones posteriores de los historiadores; el papel de la mujer era un tabú cultural que, gracias al feminismo, se ha replanteado”. Lorenzo se explayó sobre las mujeres a las que, literalmente, se acalló en la música: “Cuando hay testimonios de compositoras en la música culta”.

En el plano más popular, había trovadoras, juglaresas, que desarrollaban su oficio igual que los hombres: itinerantes, de clase baja y, a veces, analfabetas, lo que no les impedía memorizar largos romances. “Cantoras, que eran las que enseñaban a cantar los oficios religiosos, y además dirigían su interpretación en los monasterios. Endechaderas, para los cantos fúnebres; soldaderas, que cantaban por una soldada…”. “Hay que tener en cuenta que la música medieval es casi por completo interpretada con la voz, apenas había instrumentos”.

Lorenzo cita a la abadesa María González de Agüero, autora de un planctus (composición fúnebre), como figura que desarrolló sus habilidades musicales en el monasterio de las Huelgas, en Burgos, torno a 1300. “Sostengo que es la primera compositora hispana que conocemos”. De nuevo la creación de normas, en este caso a través de “la polifonía establecida en los centros académicos, frena la actividad femenina”. Sin embargo, este investigador coincide con Pelaz en restar negrura a la Edad Media en lo que se refiere a las mujeres. “Entonces tenían más libertad que, por ejemplo, a partir del Concilio de Trento (1545). Y en el XVII, durante el Barroco, su situación era más terrible”.

Velasquita Giráldez fundó la cofradía de los sastres en Oviedo, en 1232

Además de cómo vivían, el curso se ha ocupado de cómo vestían. Laura Rodríguez Peinado, profesora de historia del arte en la Universidad Complutense de Madrid, explica que “la ropa femenina era un trasunto de la masculina”. “La túnica o saya era el atavío fundamental, que se ponía sobre la camisa, que es la prenda interior”. En una sociedad de estamentos, “las clases populares usaban tejidos en lana o cáñamo y se ponían esas ropas hasta que se les caía de vieja”. “Usaban tintes, pero de mala calidad, mientras que las clases poderosas, aunque no tenían un gran armario, poseían prendas selectas”, añade. Las damas lucían “finas lanas y linos, algodón y sedas, tejidos con exquisita decoración y colores luminosos”.

¿Pero quiénes las elaboraban? Rodríguez Peinado se refirió al protagonismo femenino en la actividad textil: “Aunque los hombres regentaban los talleres, ellas confeccionaban los vestidos, y había tejedoras con su propio telar y bordadoras profesionales”. Mientras, las nobles “bordaban y tejían”, y en algunos casos patrocinaron piezas. Está documentado que la estola de Sant Narcís, en la basílica gerundense de Sant Feliú, fue tejida y bordada por una abadesa, que también la patrocinó.

Juglar y juglaresa representados en un capitel de la iglesia de Barruelo de los Carabeos (Cantabria).
Juglar y juglaresa representados en un capitel de la iglesia de Barruelo de los Carabeos (Cantabria).JAIME NUÑO

Ese papel de mecenas en las élites propició que se erigieran monasterios cistercienses en la Península en los siglos XII y XIII. La profesora María Concepción Cosmen, del Instituto de Estudios Medievales de la Universidad de León, mencionó en su ponencia “hasta 15 cenobios promovidos en la actual Castilla y León por reinas, infantas y señoras”. El caso más significativo es el de Leonor de Plantagenet, esposa de Alfonso VIII de Castilla, que impulsó la joya de las Huelgas.

A estas mujeres que mandaban les gustaba verse representadas en aquello que habían costeado. Juan Antonio Olañeta, de la Universidad de Barcelona, puso como ejemplo el Diurnal de Fernando I y Sancha, de 1055, un lujoso libro iluminado, de uso privado para el rezo, que esta reina leonesa encargó para su consorte. En una de sus escenas, se ve al escriba entregando el regalo al rey mientras mira, con gesto reverencial, a doña Sancha. Que para eso lo había pagado.

Las mujeres en la catedral de Santiago

Victoriano Nodar, de la Universidad de Vigo, habló de la representación de lo femenino en la catedral de Santiago de Compostela, “que se caracteriza por imágenes marginales”, de las que destacó un capitel en el que una mujer, con gesto de horror, ve cómo dos sapos le succionan los senos mientras intenta sujetar a dos serpientes que la atacan. “Es la representación del castigo por la lujuria, un mensaje dirigido a los religiosos para que no cayeran en la tentación”, dijo. En otros casos, la fémina sufre una metamorfosis, como se ve en un canecillo en el que, con el pelo encrespado, mira al espectador y exhibe su desnudez, con piernas que acaban en garras. Era otra advertencia de lo que podían acarrear “comportamientos libidinosos”. Finalmente, también hay en la decoración de la catedral un bestiario femenino de sirenas y arpías.

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Sobre la firma

Manuel Morales
Periodista de la sección de Cultura, está especializado en información sobre fotografía, historia y lengua española. Antes trabajó en la cadena SER, Efe y el gabinete de prensa del CSIC. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y máster de Periodismo de EL PAÍS, en el que fue profesor entre 2007 y 2014.

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