El placer del dolor
El debut en el largo de Ángel Gómez Hernández se deja querer por sus meritorios trabajos interpretativo y de producción, y por su desgarradora sustancia
Las películas de casas encantadas son irresistibles si, con independencia de la magnitud de los sustos, la calidad de su puesta en escena y la originalidad del desarrollo de su relato, apelan a nuestros miedos más ocultos. Casi todas se parecen, hay pocas que aporten ideas individuales o de conjunto que resulten memorables, pero los fanáticos siempre caemos en su estremecimiento y el cine comercial español se ha dado cuenta de ello. Pocos meses después de la eficaz (y exitosa) Malasaña 32 llega Voces, debut en el largo de Ángel Gómez Hernández, con la inevitable sensación de ya vista, pero que se deja querer por sus meritorios trabajos interpretativo y de producción, y por su desgarradora sustancia: la muerte de un hijo, los niños ahogados en las piscinas y la imposibilidad del olvido.
Con amplia experiencia en el cortometraje de terror, Gómez Hernández y su guionista, Santiago Díaz, fusilan de aquí y de allá como hacen casi todos: la pelota roja de Al final de la escalera que aparece y desaparece; el ahogamiento de Amenaza en la sombra; el ahorcamiento contra los cristales de la ventana de La profecía… Pero también aportan momentos de impacto, como las interferencias con los interfonos de los niños en las habitaciones, que las carga el diablo, y la coreografía de las sucesivas muertes, alguna de piel de gallina. Dividida claramente en dos mitades, la primera, la de las voces y la sutileza, es notable, mientras la segunda, la de las apariciones y la explicitud, es más redundante.
Y aunque la explicación final del misterio, al contrario que el precioso desenlace de Malasaña 32, no tenga demasiada enjundia, Voces se acaba viendo con el paradójico placer del dolor.
VOCES
Dirección: Ángel Gómez Hernández.
Intérpretes: Rodolfo Sancho, Belén Fabra, Ramón Barea, Ana Fernández.
Género: terror. España, 2020.
Duración: 96 minutos.
Babelia
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