Ángeles González-Sinde: “El arte es también hablar del exilio, de las migraciones, de los refugiados”
La nueva presidenta del patronato del Reina Sofía habla de los desafíos que afrontará el museo tras la crisis sanitaria
Su carrera como directora, guionista y escritora la interrumpió Ángeles González-Sinde (Madrid, 55 años) entre 2009 y 2011 para ejercer como ministra de Cultura con José Luis Rodríguez Zapatero. Casi una década después vuelve a la arena pública como presidenta del patronato del Reina Sofía en un momento extremadamente difícil para la cultura por los efectos de la pandemia. Conocida por su coraje y perseverancia, está convencida de que el museo podrá salir adelante y sabrá consolidar el proyecto de su director Manuel Borja-Villel, en el cargo desde hace 12 años.
Pregunta. ¿Por qué volver a la actividad pública?
Respuesta. Desde que salí del Gobierno en diciembre de 2011 he mantenido contacto con los museos como visitante. Conservé una relación muy fluida con Manuel Borja y con Miguel Zugaza. Siempre he sido una gran apasionada de la trastienda de los museos y de los archivos. Cuando Borja-Villel me dijo hace tiempo que quería contar conmigo, pensé que se refería a algo más secundario. No me esperaba la presidencia del patronato. Creí que no daba el perfil.
P. ¿Le costó convencerla?
R. La parte más atractiva es que pasas a formar parte del día a día de un museo que es una plataforma de arte y pensamiento vivos. Las actividades públicas son importantísimas. Este museo está vinculado a un ecosistema muy efervescente. En contra tenía el volver a exponerme públicamente, que fue lo peor de mi paso por la política.
P. Su vicepresidenta en el patronato es Beatriz Corredor, también exministra con Zapatero. ¿Fue una idea suya?
R. No. Fue idea de Borja-Villel y del ministro José Manuel Rodríguez Uribes. Los presidentes tienen que tener relaciones que faciliten los vínculos sociales y las alianzas para acortar las dificultades del museo.
P. También buscar recursos.
R. Es equilibrado que haya una vicepresidenta que sepa moverse en el mundo empresarial y buscar recursos.
“Estamos decididos a que en 2021 el Reina Sofía se consolide como el museo de la democracia explorando a fondo la narración de la República, el exilio y la transición”.
P. ¿Ese es el gran reto en estos momentos?
R. Claro. Antes de llegar a este despacho hemos pasado por las salas del Guernica donde no había mucha gente porque no hay turistas. Los restaurantes y la librería tendrían que generar recursos que ahora tampoco llegan. Y vamos a ver qué ocurre con los presupuestos, que seguimos con los que dejó [Cristobal] Montoro. Necesitamos los recursos porque hemos empezado las obras de acondicionamiento de las nuevas salas y además estamos decididos a que en 2021 el Reina Sofía se consolide como el museo de la democracia explorando a fondo la narración de la República, el exilio y la transición. La mirada de Manolo Borja es para algunos difícil de descifrar, pero yo la entiendo y comparto. Aquí hay un diálogo con muchos frentes y lecturas. Más que un edificio, este museo es una plataforma. La pandemia ha demostrado que los muros no sirven como barreras y, de golpe, hemos dado un salto de cinco años como sociedad.
P. ¿Eso qué supone para la vida del museo?
R. Que hay que trabajar de otra manera porque los recursos van a ser otros. El Reina ya lo venía haciendo. Hay que reforzar la vinculación con Iberoamérica, con África, el Mediterráneo. Hay que buscar otras narraciones. El año próximo tendremos una gran exposición sobre Marruecos, con el que tenemos más afinidades de las que queremos ver.
“Puede que la última gran exposición de ese tipo que veamos aquí en mucho tiempo sea la dedicada a Mondrian a finales de año”.
P. ¿Las grandes exposiciones desaparecerán?
R. Puede que la última gran exposición de ese tipo que veamos aquí en mucho tiempo sea la dedicada a Mondrian a finales de año. Su producción es muy complicada. El coste de los seguros, de los transportes y todo lo que conlleva una muestra de esas características es demasiado y puede que innecesario. El arte contemporáneo es también hablar del exilio, de las migraciones, de los refugiados. No tiene porqué ser monumental porque se hace en condiciones modestas.
P. Hay quien critica que este museo no haya apostado por las grandes exposiciones salvo en el caso de Dalí.
R. Borja-Villel escogió un camino más difícil porque su línea está muy pegada a la realidad. En esa difícil apuesta, los visitantes han acompañado porque han aumentado de manera exponencial.
P. Algunos de esos críticos reclaman monográficas de artistas españoles poco representados.
“En este museo, el feminismo es esencial”.
R. Es posible que tuviéramos que contar con un centro de exposiciones, tipo Grand Palais parisino, donde se celebraran esas monográficas... Se me ocurre que Matadero, que está infrautilizado.
P. Siendo ministra tuvo iniciativas a favor de la igualdad como el de imponer paridad en los jurados de los premios nacionales. ¿Están bien representadas las mujeres artistas en este museo?
R. En el caso de los jurados, no inventé nada. Hice que se cumpliera la ley. En este museo, el feminismo es esencial. He mirado la lista de artistas y puede que haya que completarla, pero nos topamos otra vez con el problema del dinero. Puede que hubiera que priorizar la compra de obra de mujeres. Habrá que ver una fórmula en la que se implique el Estado con la empresa privada.
P. No se ven muchos políticos deambulando por las salas de los museos. ¿Qué les diría?
R. Que si tienen dificultades para pensar, no lo duden y entren en un museo. Son un templo laico fantástico.
P. ¿Y cómo animaría a la gente a interesarse por el arte?
R. Que traigan a los niños.
Babelia
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