Sirenas diabólicas
Gary Oldman y Emily Mortimer hacen lo que pueden para sostener una película tan mala
En la larga nómina de películas de terror que exploran el pánico dentro de un velero, La posesión de Mary apunta a la popa. Sobre el papel la cosa parece prometedora. Un reparto que incluye a dos actores con sobrado talento y veteranía, los británicos Gary Oldman y Emily Mortimer, y algunos más jóvenes pero muy alentadores, como Owen Teague (el chico friki de la serie Mrs. Fletcher). Las líneas generales del argumento tampoco están mal: un amante del mar sumido en una crisis de pareja decide comprar una goleta llamada Mary para hacer una travesía con su esposa y sus dos hijas y darle así un vuelco a su estancada vida matrimonial. La embarcación es una antigualla adquirida en una subasta cuyo mascarón de proa es una bella sirena que ha sobrevivido toda suerte de aventuras.
Toda la película es un flashblack narrado por la madre (Mortimer) a la que acusan de haber hundido el Mary y a su tripulación. En pocos minutos sabemos que ella y sus dos hijas han sobrevivido al episodio de terror fantástico que la película se dispone a narrar. De todas las decisiones de guion que vienen después este flashback en una comisaría esta puede ser un lugar común cuestionable pero no será la peor de todas las toscas artimañas que vendrán después.
Oldman y Mortimer hacen lo que pueden para hacer creíble una historia que maneja mal el suspense que anuncia. Lo mejor de la película son ellos dos, pero poco importa porque ni la crisis matrimonial ni la posesión que parece acorralar a la hija pequeña quedan resueltas o explicadas. En manos de un ente (una sirena o ser marino, se supone) diabólico, la película se adentra en el terreno de lo paranormal y la locura pero de una forma tan abrupta y caprichosa que a sus predecibles sustos se suma un desenlace final que parece una broma.
La posesión de Mary
Dirección: Michael Goi.
Intérpretes: Gary Oldman, Emily Mortimer, Owen Teague, Stefanie Scott, Chloe Perrin.
Género: terror. Estados Unidos, 2019.
Duración: 84 minutos.
Babelia
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