Julio Manrique: “Nos jugamos el futuro”.
El actor y director repasa los hitos de su carrera y mira al futuro subrayando la necesidad del teatro
Me dice Julio Manrique: “El estado de alarma llegó el 16 de marzo, cuando llevábamos dos días ensayando Las tres hermanas en el Lliure”. En el Lliure, recordará luego, había despegado todo para él, en 1994. “Hubo mucha gente capital, pero sobre todo dos: Josep Maria Mestres, mi maestro, que me metió en el grupo de teatro de la universidad, y me hizo descubrir que esto era un oficio, una manera de vivir y una vocación. A los 19 años me llamó para Enemic de clase, de Nigel Williams, en el Sat. Y ahí aparece Lluís Homar, que fue un shock para mí y para toda la compañía, y nos llevó al Lliure”.
Las obras de Sarah Ruhl son complicadas de tono, pero yo me enamoré desde Eurídice. Funciones poéticas, aéreas, luminosas, divertidas
La lista de Manrique como actor y director es espectacular. Un recuerdo entre muchos: La señorita Julia en versión de Patrick Marber, en 2012. “En el Romea, cuando yo era director artístico, dentro del Grec. Mi mujer, Cristina Genebat, firmaba la adaptación y era la protagonista. Mireia Aixalà era la criada. Y Mestres, que dirigía la puesta, diciéndonos lo que siempre nos decimos: que hemos de ir pensando ya en la siguiente, pero siempre se nos cruzan otros planes”. Su gran éxito de los últimos años fue El curiós incident del gos a mitjanit, de Simon Stephens, en 2015, pero tampoco olvido L'ànec salvatge, de Ibsen, ni el cuarteto de las dos últimas temporadas: L’habitació del costat, de Sarah Ruhl; Una historia real, de Pau Miró; la reposición de La reina de la bellesa de Leenane, de Martin McDonagh, y Jerusalem, de Jez Butterworth, que pasó del Grec al Romea, y luego al Valle Inclán en Madrid. “Las obras de Sarah Ruhl son complicadas de tono, pero yo me enamoré desde Eurídice. Funciones poéticas, aéreas, luminosas, divertidas… es difícil combinar esos elementos y que la mezcla resulte física”, valora. “La reina de la bellesa sigue siendo feroz, incluso más que cuando se estrenó. Y Jerusalem tampoco era fácil. Es una función muy emborrachada. Difícil, arriesgada, nada amable. Excesiva por naturaleza, pero yo la adoro. Por eso me resistí a cortarla. ¿Por dónde cortas? El protagonista es una bestia y parece que Butterworth apostó por el exceso”.
Para 2020 les esperaba otro riesgo: el juego de equilibrios de Chéjov. “Nos gusta mucho, queremos volver a Les tres germanes, sí o sí. El reparto está encabezado por Cristina Genebat, Maria Rodríguez, Carme Fortuny, Lluís Soler, Ivan Benet y Jordi Rico. Es una aparente coincidencia que las tres hermanas vivan en una especie de confinamiento. Estamos, como ellas, en estado de incerteza. Y hemos de aprender a convivir con eso. Luego iremos a Temporada Alta. Solo puedo contar que en el espectáculo que estamos preparando queremos hacer un acto de afirmación. Hablaremos de la lucha contra la pandemia y la necesidad del teatro. Necesitamos tribu, hermandad. Y un poco más de espacio para trabajar, y que los chicos, Irina y Marco, vuelvan al cole en otoño. Sabemos que hemos de ser creativos y valientes, porque nos jugamos el futuro”.
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