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Secretos de ministros sobre el Thyssen

Anteriores titulares de Cultura desvelan las dificultades de negociar el futuro de la colección de Carmen Cervera. “El Estado no puede ser su rehén, debe plantarse”, dice Ángeles González-Sinde

Carmen Thyssen, en una de las salas del Museo Thyssen-Bornemisza dedicadas desde 2004 a su colección.
Carmen Thyssen, en una de las salas del Museo Thyssen-Bornemisza dedicadas desde 2004 a su colección.RICARDO GUTIÉRREZ

Aquel día de 2010 Carmen Cervera había quedado para almorzar en el Museo del Traje, en el escondido restaurante con vistas al jardín del centro que conserva el vestido de noche, de seda color champán, que ella usó para la inauguración de la exposición Goya en las colecciones privadas de España, celebrada en Villa Favorita (su antigua casa en Suiza), en 1986. La entonces ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, sentada al otro lado de la mesa, parecía haber tocado el corazón de la dueña de la colección particular que se aloja en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza desde 2004.

El reencuentro con el diseño de Pierre Balmain titulado Espiga de trigo, que Cervera donó el mismo año, pareció surtir efecto. Cuando la charla se disolvió, González-Sinde salió hacia su despacho en la plaza del Rey, convencida de haber evitado la salida de España del extraordinario cuadro de John Constable La esclusa, y de haber logrado que la viuda del barón Thyssen aceptase 30 millones de euros a cambio de vender al Estado esta obra y alquilar los restantes cuadros.

“Y cuando fuimos a firmar, se echó para atrás”, recordaba el viernes la exministra de Cultura del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. “Ahí me planté. Cambia tanto de criterio como de abogados”, revive González-Sinde con amargura. Un año y medio después del almuerzo, en 2012, la “falta de liquidez” llevó a una de las mujeres más ricas de España —Forbes la situó como la 44ª fortuna del país en 2019— a vender la pintura del paisajista británico en subasta, por casi 28 millones de euros. “Hay muchos coleccionistas que no se dan tanta publicidad a sí mismos y que no cobran alquileres, por no hablar de la exención fiscal que firmó con Mariano Rajoy. Es una mujer que carece del sentido del servicio público. El Estado no puede ser su rehén, debe plantarse. Es un escándalo que siga chantajeando a los españoles y afecte a la credibilidad del museo”, afirma González-Sinde sobre las negociaciones que mantiene desde hace dos décadas Cervera con el Estado, y que periódicamente sobresaltan a las instituciones y al mundo del arte. El último capítulo, desvelado esta semana por EL PAÍS, ha sido la salida del Thyssen del icono de la colección, el ‘Mata Mua’, de Gauguin, y tres obras firmadas por Monet, Degas y Hopper con destino al extranjero y con ánimo de venta, aunque Cervera haya puntualizado después que el gauguin podría regresar al museo según la negociación del préstamo del conjunto de la colección.

Meses después de su plantón a González-Sinde, Cervera asistió en septiembre de 2011 a la presentación de En confianza. Mi vida y mi proyecto de cambio para España (Planeta), el libro del entonces candidato a la presidencia, Mariano Rajoy. Fue bajo su etapa como ministro de Cultura cuando se firmó el acuerdo para alojar la colección particular de la entonces baronesa Thyssen, en préstamo, y reforzar así la oferta museográfica que pivota alrededor de las obras del barón, estas sí compradas por el Estado.

“El problema con la colección de ella es que ese contrato no quedó bien cerrado desde el principio, a diferencia de la del barón”, explica uno de los patronos del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, donde Cervera ocupa la vicepresidencia. “Esta fórmula tampoco ha ayudado a desvincular los intereses particulares de ella de los intereses públicos del museo”, reconoce el miembro del patronato. “Carmen tiene una proyección popular enorme y lleva el apellido del museo. La confusión entre la colección pública y la suya es habitual. Por eso fue importante incluir ‘Nacional’, para aclarar”, destaca el exministro de Cultura Íñigo Méndez de Vigo (PP).

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza se cerró en una cena en Zalacaín, en 1991, según relató la propia Cervera a este periodista. En la mesa, el matrimonio Thyssen y el ministro de Cultura, Jorge Semprún.

—¿Cuánto?, disparó directo el ministro.

—Mis abogados piden 450 millones de dólares, contestó el barón.

—Te doy 350.

Y se firmó. La maniobra había arrancado con Javier Solana, predecesor de Semprún. “Cuando firmamos desconocíamos que ella tuviera colección. Ha salido rana, porque le han hecho dos edificios y podría desguazarla”, comenta Solana.

Carmen Cervera representa uno de los principales quebraderos de cabeza con el que los ministros del gremio deben lidiar. Todos han dedicado horas de atención personal a disipar nubarrones y afianzar la colección, aunque no siempre con éxito. En 2012, con José Ignacio Wert (PP) al frente de Educación, Cultura y Deportes, se subastó en Christie’s La esclusa, tras fracasar el intento de compra de González-Sinde. Ninguno ha sido capaz de cerrar un contrato duradero que garantice un futuro sin sobresaltos a la colección desde que, en 2011, finalizó el contrato de préstamo por 10 años. Desde entonces se han sucedido las prórrogas por periodos cortos. La última expira a finales de septiembre.

“Con todos los ministros me he llevado bien, salvo con González-Sinde. Al actual no lo conozco”, comentó ayer Cervera a este diario. “Carmen Calvo quiso comprarme la colección pero yo no quería. Yo he renunciado a todo para que España tuviera el museo y el público tuviera acceso a esas obras, pero necesito preocuparme de mis herederos”, agregó. Al igual que el pasado jueves, reiteró que no tiene intención de “vender Mata Mua” y que podría “volver”.

José Manuel Rodríguez Uribes, que sustituyó a José Guirao en enero, prefirió delegar la negociación en el subsecretario de Cultura, Javier García Fernández, como indican Ángel Acebes y José María Michavila, antiguos ministros del PP y actuales abogados de Carmen Cervera. En abril lograron lo que parecía imposible: el visto bueno del ministerio a la marcha de Mata Mua y otros tres cuadros relevantes. Aprovecharon el cambio en la cúpula de Cultura para ignorar el acuerdo que habían alcanzado con José Guirao para mantener el gauguin en el museo a cambio de llevarse un monet, un hopper y un degas. Uribes admitió esta semana en el Senado que desconocía el trato alcanzado por su antecesor. La vicepresidenta Carmen Calvo ha declinado hablar sobre los motivos que dejaron sin efecto el acuerdo con Guirao y que tenía su visto bueno, aunque reconoce que tiene mucho aprecio a Cervera desde su etapa al frente de Cultura.

“Está muy angustiada por el futuro de sus herederos”, reconoce uno de los exministros consultados. “Es una persona cambiante y esto no ayuda a saber qué quiere. Su sustento es esta colección, y su situación personal influye en las negociaciones”, añade el exministro que prefiere no dar su nombre. Indica que la residencia en Andorra, “por las razones que todos imaginamos”, lo complica todo. “No quiere que los días que pasa en el museo le computen como estancia en territorio español. Esto es innegociable”, subraya. La complicada relación de Cervera con su hijo, Borja Thyssen, y que los cuadros sean propiedad de empresas alojadas en paraísos fiscales tampoco facilita el trato.

Uno de los 10 ministros que han pasado por Cultura en todo este tiempo de tiras y aflojas asegura que Cervera trató de ampliar el préstamo al Estado a cambio de sacar los 50 mejores cuadros al extranjero para alquilarlos a museos de Japón y Dubai. En su lugar dejaría una pegatina en la pared del museo. “Ella no tiene cartas para negociar, es la otra parte la que le da las cartas”, asegura esta fuente. “Todos hemos aceptado una mentira: la colección la cede gratis. No es verdad. No hay retorno y, sin embargo, hay mucho gasto para mantenerla”, explica otro de los cargos que han participado en estas negociaciones, que la recuerda como una excelente negociadora, que no rompe puentes aunque se enfade. Mejor tratarla, dice, sin ser “mandón, orgulloso, ni débil”. “Quiere el dinero para solucionar su situación familiar. Vive en un mundo imposible, con un tren de vida inasumible”, comenta.

Jaime Brihuega, que fue director general de Bellas Artes de Cultura entre 1988 y 1991, cree que la permanencia de la colección debería estar “a salvo de los presumibles chantajes de sus propietarios” y hacer transparentes los términos del acuerdo. Este periódico ha podido saber que en el origen del contrato suscrito en 1999 entre el entonces ministro de Educación y Cultura Mariano Rajoy y Carmen Cervera no se fijó una lista de cuadros. Ella se negaba a precisarla para “disponer” de los que quisiera. “Hubo una negociación muy fuerte con Pilar del Castillo [sucesora de Rajoy en Cultura], mientras mantenía el pleito con los herederos del barón y terminó aceptando la lista”, asegura una de las personas implicadas entonces. Del Castillo prefirió no dar su versión.

Brihuega advierte que el mecenazgo debe tener otra altura y estar presidido por una “verdadera generosidad”. “En caso contrario, quebranta la dignidad de lo público”, sostiene. Al exministro César Antonio Molina le parece, muy al contrario, que “no se le ha dado todo el afecto que se merece”. “Está falta de reconocimiento. Sintió cariño de algunos ministros y desdén de otros, y no hay cariño si no hay dinero. Hacienda debería ser consciente de que esto es una inversión a favor del turismo”, afirma.


“Cuando no lo sea yo, Borja será el vicepresidente del museo”

El futuro de la colección de Carmen Cervera está condicionado por otra derivada: el reparto del poder en la institución. Nadie quiere hablar de los estatutos de la Fundación Thyssen, que gestiona el museo estatal y que preside el ministro de Cultura, con Carmen Cervera en la vicepresidencia. Los estatutos deberían determinar si la vicepresidencia corresponderá siempre a la familia Thyssen por herencia. De ser así, Francesca Thyssen, hija del barón y enfrentada en el pasado a Cervera, podría posicionarse como sucesora en el museo, de momento con la excusa del arte contemporáneo. Pero la viuda del barón no tiene ninguna duda al respecto: “Aunque la colección no se quede en España, yo seguiré siendo la vicepresidenta del museo y cuando no lo sea yo, la vicepresidencia será para Borja”. El primer paso que se dará en esta dirección es la entrada de Borja Thyssen en el patronato de la fundación, en sustitución de Pilar de Borbón, fallecida en enero. Este puesto es de libre designación de Carmen Cervera. Otro privilegio de un acuerdo firmado en 1993 que nunca se ha hecho público.


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