Pesadillas en los mundos de Barbie

Greener Grass es una película extrañísima, una comedia surrealista escrita, dirigida e interpretada por las debutantes Jocelyn DeBoer y Dawn Luebbe, aquí en la piel de dos vecinas y amigas que viven en un mundo cuyos colores dominantes, el fucsia, celeste y morado, parecen un delirio inspirado por las muñecas Barbie. Ese aroma a suburbio y plástico tan propio de los orígenes del célebre juguete de Mattel y que aquí se eleva al cubo como si fuera una superproducción de aquel cutre video que a finales de los años 90 acompañaba al superventas Barbie Girl, hit del grupo noruego-danés Aqua.

En realidad Greener Grass es el esperpento aplicado al sueño americano, un cómic deforme y grotesco sobre una comunidad que nada en la cursilería y la falsa sonrisa más letal. Se podría decir que Jocelyn DeBoer y Dawn Luebbe descargan sus ráfagas de humor negro con el fin de aplicar una crítica social que en realidad resulta más fluorescente que ácida. Una ópera prima que logró una nominación al mejor guion en los Independent Spirit Awards, gracias a un mundo imaginario en el que los adultos llevan brackets metálicos, solo conducen coches de golf, son adictos al agua de la piscina y se intercambian los hijos como si fueran ropa usada.

Un inventivo disparate que incluye niños-perro, bebés balón de fútbol y una asesina en serie. Con una estética retro de atracción de feria, Greener Grass es una experiencia visual tan original y lograda que acaba importando poco lo que pretende contar, si es que pretende contar algo, aunque ese desinterés acabe lastrando una película cuya mezcla de géneros, emociones y colores introduce al espectador en un mundo que acaba resultando tan de juguete que basta un puntapié para derribar sus demasiado endebles intenciones.