Stephin Merritt: “El 90% de cualquier tipo de música es una mierda. De hecho, el 90% de casi todo en la vida lo es”
El líder de Magnetic Fields, que edita ‘Quickies’, anuncia que tiene una gran idea para las mascarillas en los conciertos
“Me siento en la barra con un cóctel, una libreta y un bolígrafo. Tiene que ser un bar bastante oscuro, un semisótano si es posible. También debo tener gente cerca que hable de cosas estúpidas y, lo más importante, debe sonar música que no me guste”. Así describe, a través de la línea telefónica y con la parsimonia que le caracteriza, Stephin Merritt (Yonkers, Nueva York, 1965), líder de Magnetic Fields, una de las asociaciones musicales alternativas más prolíficas y celebradas de las últimas décadas, la única forma que ha encontrado de poder escribir una canción.
Debe funcionar, porque ha escrito cientos, para Magnetic Fields y para The 6ths o Future Bible Heroes, otras bandas de las que ha sido parte y todo. Su nuevo disco con Magnetic, Quickies, contiene 28 temas. “Para mí, la experiencia de escribir es una lucha. No puedo hacerlo en casa, debe ser en un bar. Por eso llevo seis semanas sin escribir ningún maldito verso. No puedo, es imposible”.
En el momento en que tiene lugar al entrevista, Merritt lleva mes y medio confinado en su apartamento de Nueva York. Solo se le ha visto a través de su cuenta de Instagram paseando con sus perros por la ciudad vestido de color marrón (el único que le gusta), o leyendo poesía en la cama acompañado de nuevo de uno de sus perros. “Yo no tengo cuenta de Instagram”. Pero le hemos visto. “No, no es mi cuenta. No creo en eso de crear contenido para redes y estas cosas. Me parece un desperdicio. El contenido que creo es para mis discos”, insiste negando una realidad, pero a al vez confirmando algo que siempre se ha sabido de él: no le gusta desperdiciar ideas.
Merritt es un obseso de las reglas. Sus mayores logros como compositor han sido discos ambiciosos elaborados a partir de estrictas normas musicales o temáticas. Por ejemplo, 69 Love songs (1999), su obra maestra, comprendía 69 temas que solo podían tratar de amor. En 2017 decidió que iba a hacer un disco con un tema para cada año de su vida. Así nació 50 song memoir (2017), una pieza casi a la altura de aquel clásico. Esta vez, para Quickies, la primera regla ha sido que ningún corte podía durar más de dos minutos y quince segundos. “Tras 50 song memoir pensé en sacar un EP cortito. Creí que sería chulo hacer un algo con seis instrumentos, canciones cortas, un instrumento para cada una, pocos elementos. Y esa idea de EP, como muchas veces en mi vida, se convirtió en un disco con muchas canciones. Este, en concreto”.
Musicalmente, Quickies es un brillante ejemplo de cómo lograr mucho con muy poco. Letras breves, a veces cercanas a la micropoesía, y experimentos con instrumentos poco habituales en el pop, como el clavecín. “Adoro ese trasto. Mi sueño es poder tener uno en casa. Para ello, he diseñado, bueno, de momento solo en mi cabeza, uno en que el teclado va pegado a la pared y el resto es en vertical. Así me cabría en el salón”, interviene para detallar sus planes para revolucionar el mundo de los instrumentos de cuerda pulsada típicos del barroco. “Pero de momento me conformo con uno que solo toca tres acordes y que he usado mucho en este disco. Es una maravilla. No hay que ponerle ningún efecto”.
No solo tiene el neoyorquino un fetiche con ciertos instrumentos más o menos ignotos, también es un adicto al Scrabble. En 2014 editó 101 two letter words (101 palabras de dos letras), un libro de poesía compuesta por cuartetos basados en palabras de dos letras, las más cortas con las que se puede jugar a este juego de mesa. Para Quickies ha optado también por la brevedad, pero sobre todo, por no volver a contar su vida. Títulos como Ojala tuviera colmillos y una cola, Ojalá fuera una prostituta otra vez, El día en que los políticos murieron o Me quiero unir a una pandilla de moteros sugieren que algo de ficción debe haber en estas deliciosas miniaturas llenas de cinismo y ternura.
“Cada álbum debe tener una entidad que impida que nada en él pueda estar en el anterior”
“El problema con la autobiografía es que te ves obligado a dejar casi todo lo que no es tú mismo fuera. Así que, en este disco, al soltar esa losa, podía hablar de cowboys o moteros, de personajes raros. Cada álbum debe tener una entidad que impida que nada en él pueda estar en el anterior. A veces sucede que, en pleno proceso, sigues las reglas que te has impuesto, pero te llega una canción que no encaja. ¿Qué haces? Pues la guardas, por muy buna que sea, para cuando saques un concepto en el que sí tenga un sitio. Mira, no tendría mucho sentido estar escribiendo 69 love songs y tener de golpe un tema sobre aviones buenísimo e incluirlo. ¿Qué sería eso? ¿69 canciones de amor y una sobre aviones? No lo veo”, apunta Merritt.
Hace una pausa, podría estar pensando, podría estar durmiendo. Vuelve. “Leo muchos libros de ciencia ficción y ni esos son ficción. No existe ese concepto. Seria una tontería intentar algo que es todo ficción. Sería como inventar palabras. Las palabras se refieren al mundo, incluso las palabras que remiten a unicornios”. Le comentamos que Dios debe existir, ya que existe la palabra Dios. “Eso es una gilipollez”, descarta Merritt, ateo confeso y militante.
“Mi gusto musical es de lo más importante que tengo. Eso sí, escuchas solo un disco de Magnetic Fields y no entiendes nada”, comenta este hombre, que dice estar medio sordo por culpa de un concierto del grupo de música industrial alemán Einstürzende Neubauten al que acudió en Nueva York a principios de los ochenta. Se pasó todo el show pegado a un altavoz. Tal vez sea ese problema que le impide valorar el hip hop. “¡No! Es mentira. Yo no odio el hip hop. No sé de dónde sacáis eso los periodistas”, interviene algo airado.
“Tengo una idea de mascarillas para conciertos. Te haces una foto de la zona de tu cara que cubre la mascarilla y la imprimes en ella, así ya está tu rostro entero”
Hablar de música con Merritt es como volver a tener 17 años. “Lo que pasa es que una vez dije que el 90% del hip hop es una mierda, pero porque me preguntaron por ese género en concreto. La realidad es que no es distinto a otros: el 90% de cualquier tipo de música es una mierda. De hecho, el 90% de casi todo en la vida lo es. Nunca me ha gustado la polka o el ska, que par mí son iguales, pero no les tengo especial manía. Tal vez sea que no haya encontrado el disco de polka que me seduzca. En cuanto al ska, mira, iba a un bar en Los Ángeles en el que ponían discos clásicos de ska y era maravilloso. Me encantaba. Igual existe un DJ de hip hop que hace lo mismo con ese género. El tema es que aún no he encontrado a ese DJ”.
Se hace otro silencio. “Sí que hay algo que es 100% una mierda, ahora que lo pienso”, vuelve. “¿Conoces un estilo musical llamado quiet storm (tormenta tranquila)?” ¿Perdón? “Ahí sí lo odio todo. Fue una etiqueta salida del r’n’b en los años ochenta. Parece ser que proviene de una canción de Sade, y amo a Sade. Todos la amamos, ¿verdad?”. Claro. “La pobre dio nombre a esto del quiet storm. No es su culpa que todos esos discos nauseabundos de cantantes de mediana edad que en los ochenta decidieron abandonar sus grupos para emprender una carrera en solitario basada en la madurez terminaran creando esto del quiet storm”.
Hablando de estilos, resulta imposible en este momento que vivimos evitar fabular sobre si algunas de las formas de hacer música con las que convivimos dejarán de existir en la nueva normalidad. Como no podía ser de otro modo, Merritt ya ha estado pensando largo y tendido sobre este particular. “Mira, para empezar, todo va a ser al aire libre. Llevando mascarillas. Tengo una idea de mascarillas para conciertos. Te haces una foto de la zona de tu cara que cubre la mascarilla y la imprimes en ella, así ya está tu rostro entero”.
Genial, así te reconocen tus amigos, y según cómo te haya ido con la genética, igual hasta ligas. Ya tenemos un problema solucionado. Siguiente. “Si no hay vacuna fiable, algunos tipos de música van a desaparecer, es así de sencillo. La música de baile o el rock de estadio no van a tener sentido”. ¿Y el quiet storm? “Eso es inmortal”.
Babelia
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