Dejen al mito en paz
La historia de la actriz es una de las más tristes del cine y por desgracia esta no es la primera vez que alguien se adueña de ella como si fuese un mero fetiche
Lo peor de Seberg: más allá del cine no es que no aporte nada ni a la biografía de la actriz estadounidense ni al machacón género del biopic entendido como un telefilme-pop, sino que convierte a personas que existieron y sufrieron en pobres caricaturas que ni de lejos reflejan la enorme complejidad y dolor que atravesó sus vidas. La película de Benedict Andrews se detiene en los años en los que Seberg apoyó la causa de los derechos civiles y de los Panteras Negras y en cómo el FBI convirtió las veleidades de chica rebelde de una actriz de Hollywood en una implacable causa que acabó minando del todo el ya de por sí frágil andamiaje de una mujer que una decada después fue encontrada sin vida en su coche tras 10 días desaparecida y con una letal dosis de barbitúricos en el estómago. Su affaire con el líder activista Hakim Jamal fue el detonante de una campaña de desprestigio que culminó con la muerte de una hija que apenas vivió 24 horas y con otra tentativa de suicidio. Sí, Seberg fue una víctima más de un sistema que operaba como la mafia destruyendo reputaciones pero cuando todo aquello ocurrió ella ya era una mujer acosada por un íntimo infortunio. Da igual que Kristen Stewart intente construir con dignidad un personaje así. Su esfuerzo no basta.
La historia de Jean Seberg es una de las más tristes de aquellos tumultuosos años y por desgracia esta no es la primera vez que alguien se adueña de ella como si fuese un mero fetiche. Icono de la Nouvelle vague por su papel en Al final de la escapada, la película de Godard que catapultó al infinito su imagen de la nueva muchacha americana en París, Seberg y su corte de pelo a lo chico se convirtieron en un símbolo de una nueva era. Casada por segunda vez con el escritor Romain Gary, padre del único hijo que la sobrevivió, Seberg fue además una mujer sexualmente ávida y de carácter enamoradizo. El escritor mexicano Carlos Fuentes dedicó una novela de dudoso gusto al romance que vivieron y en el que, escudado en un nombre falso que todo el mundo sabía que era falso, relató los pormenores de sus noches con ella. Al menos reconoció que durante aquel breve e intenso romance (como casi todos los de Seberg) lo martirizó con su desvelos por otro hombre: un actor al que había conocido en otro rodaje y del que se había quedado locamente enamorada después de otro breve idilio. El actor en cuestión era Clint Eastwood y según el propio Fuentes era el único por quien entonces suspiraba la voraz y volátil estrella.
El cineasta español Ricardo Franco, que un tiempo después y siendo muy joven fue seducido por la preciosa estrella en el mítico Whisky Jazz de Madrid, se acercó con enorme pudor al misterio de aquella mujer en su película póstuma e inacabada, Lágrimas negras. La película de Franco era sobre la imposibilidad del amor ante la locura y tenía como referente la película que de una forma terrible le abrió los ojos sobre un idilio que torturó su alma, Lilith, obra maestra de 1964 dirigida por Robert Rossen que quizá de forma involuntaria sí es el mejor biopic de un mito que merece descansar en paz.
SEBERG: MÁS ALLÁ DEL CINE
Dirección: Benedict Andrews.
Intérpretes: Kristen Stewart, Jack O'Connell, Vince Vaughn, Stephen Root, Zazie Beetz, Margaret Qualley.
Plataforma: Filmin.
Género: drama. Estados Unidos, 2019.
Duración: 96 minutos.
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