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El compositor Arvo Pärt, premio de la Fundación BBVA por su “mundo sonoro único”

La organización destaca que el galardonado es el “creador del ‘tintinnabuli’, una nueva gramática musical que prescinde de lo accesorio”

Jesús Ruiz Mantilla
El compositor estonio Arvo Pärt, en una imagen sin datar.
El compositor estonio Arvo Pärt, en una imagen sin datar.Eric Marinitsch (Universal Edition)

La música es movimiento, dinámica. Pero Arvo Pärt (Paide, Estonia, 1935) ha pasado a la historia precisamente por enmendarle la plana a esa ley mayor y buscar, en cierto modo, la quietud. Mediante esa aspiración tremendamente radical, sino quietud, sí ha logrado transmitir mucha paz. Paz en horas cruciales, paz ante esa maraña de abismos que despliega el mundo contemporáneo. Por eso, entre otras cosas, ha logrado pleno reconocimiento mundial y de amplios públicos, pero también el Premio Fronteras del Conocimiento que concede la Fundación BBVA, dotado con 400.000 euros.

El jurado lo anunció este martes y ha querido destacar la siguiente razón: “Por cultivar un lenguaje original que le ha llevado a crear un mundo sonoro único; una aproximación nueva a la música espiritual, especialmente coral, que reduce el material sonoro a lo esencial”. Pero lo importante de este logro es el camino que ha utilizado para ello Pärt. Un camino, por otra parte, que le ha acercado a millones de personas en todo el mundo. A un público deseoso de hallar dimensiones espirituales de calado en mitad del ruido y la aceleración.

Una técnica propia le guía. Lo que él ha bautizado como el tintinnabuli. Víctor García de Gomar, director artístico del Liceu y secretario del jurado, lo define así: “La invención de una gramática sonora que lo hace inconfundible, que presenta células repetitivas de una cierta contención, acordes que se superponen uno encima del otro, de modo que cada cambio es casi un milagro. Son sutiles, pero modifican su color de modo que cambia todo el sentido de lo que se estaba construyendo”.

Pärt se ha mostrado fidelísimo a dicha técnica desde que comenzó a explorarla a finales de los años setenta. De hecho, ha contado además con la aceptación de buena parte del público y define una gran cantidad de sus obras más famosas e interpretadas en todo el mundo, caso de Cantus in Memory of Benjamin Britten, Fratres, Summa o Tabula rasa. En ellas encontramos, según Pedro Halffter Caro, compositor, director de orquesta y también parte del jurado, “algo personal y comunicativo que ha fascinado a los oyentes más exigentes y a grandes audiencias”.

La música de Pärt está concebida para acompañar en la serenidad y la turbulencia. De hecho cobró cierta fama en Nueva York en los años noventa cuando sonaba en hospitales con enfermos terminales de Sida que pedían escuchar una y otra vez su obra Tabula rasa. A él, en cambio, dicha creación no le aportó mucha tranquilidad, aunque sí resultara su consagración y supusiera su más amplio reconocimiento.

Cuando esta pieza se estrenó en Tallin, el éxito y la tremenda influencia que comenzó a desplegar su potente imán pusieron en guardia a las autoridades soviéticas. Su originalidad y un abierto reconocimiento del componente religioso le convirtieron en proscrito. Lejos de aislarse, protestó y fue amablemente invitado a abandonar el país. A partir de ahí comenzó un exilio que le llevó a Viena y Berlín. Mientras en Estonia quedaban prohibidas sus obras, el mundo entero las acogía precisamente por su fuerza introspectiva, por representar un camino de meditación y espiritualidad en medio del desasosiego.

El exilio lo catapultó, pero más allá de lo que influyeran en el reconocimiento de su música los avatares políticos, su obra se ha impuesto después en una era que la demanda actualmente como contrapunto. “Arvo Pärt construye una música de gran pureza y espiritualidad. Representa una oasis de reposo en un mundo sobresaturado de tecnologías. Su música es una invitación a trascender la individualidad”, destaca García de Gomar. De hecho, siempre se ha mostrado dispuesto al consuelo y a prestar su talento en los momentos difíciles, como fue el caso del gesto que tuvo con Madrid, tras los atentados de Atocha, en 2004. De ahí data la obra Da pacem domine (“Te damos gracias, señor”), escrita por Pärt dos días después de la tragedia y dedicada a las 192 víctimas que cayeron en los trenes.

La plegaria es parte fundamental de sus arranques de inspiración. Para Pärt, el elemento textual adquiere una enorme importancia, algo que se hace evidente incluso en sus piezas de carácter instrumental, donde existe una gran carga de la palabra, casi siempre a partir de textos litúrgicos o plegarias religiosas.

El presidente del jurado, Paul HiIlier, barítono y director artístico de los daneses de Ars Nova, le sitúa en este sentido como uno de los compositores contemporáneos más importantes en lo que a música coral se refiere. Entre su producción vocal figuran algunas grandes piezas orquestales como Pasión (1982), Stabat Mater (1985), Te Deum (1985), Miserere (1989/1992), Como cierva sedient (1998/2002) e In principio (2003). Obras que completan el acervo de uno de los mayores compositores vivos y reconocidos a nivel mundial.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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