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Utopías y distopías

También necesitamos pensar en el futuro, pese a este periodo raro que, extrañamente, ha dejado que aflore nuestra vulnerabilidad

Estrella de Diego
Baños de sol en la azotea del Grupo Escolar Cervantes, hacia 1933.
Baños de sol en la azotea del Grupo Escolar Cervantes, hacia 1933.Residencia de Estudiantes

Me levanto temprano pero hago la rutina sin prisa, sabiendo que la mañana será larga y corta —podré seguir el programa de Susana Griso sin tener que salir corriendo—. Es la aporía de este nuevo tiempo que se me escapa rápido —entre noticias, llamadas o correos a amigos que viven solos, que tienen niños, que tienen fiebre, que tienen ansiedad, que son personal sanitario…— y se me escapa lento, con dificultades para concentrarme, a pesar de que tener el día entero para escribir, sin distracciones. Qué paradoja. Quedarme encerrada en casa es mi sueño en los cuatrimestres cargados de clases o llenos de compromisos y viajes. Y hasta diría que es mi rutina —y del resto de los que escribimos—. Pasamos mucho tiempo solos, en el encierro.

Pero ahora es diferente. No se pueden hacer paradas técnicas en las largas sesiones sentados para salir con cualquier excusa, a estirar la piernas. Asistimos a la transformación de la utopía en distopía. De modo que, por el momento, habrá que aprender a negociar esta nueva situación y, como dijera Churchill durante la Segunda Guerra Mundial, habrá que estar tranquilos y seguir adelante. En casa sin salir, claro.

Es raro y no lo voy a negar. Sin ir más lejos, hace tres semanas no viajé a Colonia a montar una exposición de Berenice Abbott, porque la prudencia —y los sanitarios— aconsejaban no hacerlo entre dos áreas bastante infectadas ya entonces. La montamos por Skype con las colegas alemanas y fue un ejercicio maravilloso: cada una daba lo mejor para la ocasión. Después de vivir esta distopía, nunca volveremos a ser los mismos: a todos sin excepción se nos ha plantado enfrente nuestra propia imagen de vulnerabilidad, la que desvela lo frágil más allá de lo frágil; lo profundamente humano que nos habita y teníamos aparcado.

La exposición ha quedado preciosa —me han mandado imágenes para permitirme pasearla—, pero no ha podido inaugurarse por el problema sociosanitario europeo. No es el único caso en el mundo de una exposición montada que no se puede inaugurar o que cierra al poco de inaugurarse. Ha ocurrido con exposición de Rembrandt en el Thyssen o con la retrospectiva de Rafael en Roma, que ha llevado a dimitir al comité científico de los Uffizi: no aprobaban el viaje de una tela demasiado delicada. Y pienso de pronto en tantas exposiciones cerradas o no inauguradas, llenas de obras maravillosas y frágiles, lejos de casa, sin posibilidad de volver por ahora —otra manifestación de esta distopía que nos ha obligado a avivar las imaginaciones—.

Aunque no quiero terminar en modo distópico, de manera que les invito a conjurarlo con la bella utopía educativa de la Institución Libre de Enseñanza, desplegados en una muestra en Fundación Giner. Pueden entrar en la página http://laboratorios.fundacionginer.org/ y echar un vistazo a esas nuevas posibilidades de mirar hacia el mundo futuro. Porque también nosotros necesitamos pensar en el futuro, pese a este periodo raro que, extrañamente, ha dejado que aflore nuestra vulnerabilidad infinita, aquella que subraya lo mejor de nosotros.

Aquí pueden ver una selección de los vídeos de la muestra:

1. Un regreso al futuro: https://youtu.be/UqG8ZgHwDWs

2. Antecedentes: https://youtu.be/IRy4ISicRi4

3. Aula animada: https://youtu.be/mEsZg5v7WN8

4. Cervantes: https://youtu.be/5dgAFZeG2B0

5. Cuadernos (carrusel): https://youtu.be/Zp1_F22qHUg

6. Una educación en marcha (carrusel): https://youtu.be/ZlLF5oijCls

7. Colmena científica: https://youtu.be/mwuJgz7DoIs

8. La nueva educación en cuatro frases: https://youtu.be/-lFPqjoYCbc

9. ¡Transformad esas aulas!: https://youtu.be/PChHmvzgrHY


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