Memoria subversiva de los vencidos
Johann Baptist Metz fue el teólogo europeo más cercano y en sintonía con la teología de la liberación, a quien reconoce su verdadero estatuto teológico
Grande es el vacío que deja en el mundo intelectual el fallecimiento de Johann Baptist Metz, uno de los más prestigiosos teólogos cristianos de los últimos sesenta años. Fue el creador de la nueva teología política, una de las corrientes teológicas más innovadoras y provocadoras del cristianismo actual, que se entiende como “teología crítico-social”, cuestiona la vieja teología política legitimadora del orden establecido y recupera la dimensión pública emancipatoria del cristianismo frente a los intentos de privatización de la Ilustración y a la manipulación de los poderosos.
Fue el teólogo europeo más cercano y en sintonía con la teología de la liberación, a quien reconoce su verdadero estatuto teológico frente a los sectores cristianos conservadores que la reducían a puro discurso sociológico y cuyas principales intuiciones valora e incorpora en su discurso: la opción por los pobres, la praxis de liberación, la correcta articulación entre mística y política y la espiritualidad liberadora.
Participó activamente en los diálogos cristiano-marxistas de mediados de los años sesenta y principios de los setenta del siglo pasado, en los que contribuyó a desdogmatizar el marxismo, a liberar a Dios de la vieja imagen de un “ser por encima de nosotros” y de una “trascendencia sin historia” y a identificarlo como “nuestro futuro”.
En aquellos diálogos presentó la esperanza cristiana como “esencialmente creadora y combativa” y transformadora de este mundo, y definió a Jesús de Nazaret como “un revolucionario que, actuando y sufriendo, entra en conflicto con el mundo social existente” y no necesita admiradores, sino seguidores que prosigan su causa.
Entró en diálogo con las corrientes filosóficas más creativas de su tiempo. Sus interlocutores privilegiados fueron Walter Benjamin, Theodor Adorno y Ernst Bloch, que inspiraron la teología política. Siguiendo a Walter Benjamin e inspirándose en las fuentes bíblicas, Metz quiere curar a la razón moderna y al cristianismo de la enfermedad de la amnesia y propone un nuevo paradigma de racionalidad: la razón anamnética, definida como el “memorial de la pasión de Jesús el Crucificado”, el recuerdo de las víctimas, la narración de sus sufrimientos, la rehabilitación de su dignidad negada y la crítica de orden establecido de antaño, que se prolonga en el presente. Es la memoria peligrosa que mira al pasado en demanda de justicia para las personas y los pueblos vencidos.
El filósofo de la esperanza Ernst Bloch le ayudó a descubrir la tradición apocalíptica y escatológica revolucionaria del judaísmo y la idea de futuro como dimensión central de la temporalidad de la historia, que abre el camino a lo “nuevo”, a lo que todavía no ha llegado a ser, y nos libera de la “melancolía de lo cumplido”. “Después de Auschwitz, escribir poesía es un acto de barbarie”, afirmó Theodor Adorno. Auschwitz constituye el centro de la reflexión teológica de Metz, quien se pregunta cómo hablar de Dios después de Auschwitz y se muestra sensible a la queja de Job: ¿hasta cuándo el sufrimiento de los seres humanos?
Metz recupera la mística como experiencia espiritual y política: la “mística de ojos abiertos”, que es inconformista con la realidad, nos hace volver a sufrir por el dolor de los demás y nos exige sublevarnos contra el sinsentido del dolor inocente e injusto. Recordar hoy al teólogo alemán Johann Baptist Metz, fallecido a los 91 años, es el mejor ejercicio de memoria histórica de las mujeres y los hombres “condenados de la Tierra” (Frantz Fanon) y olvidados que reclaman justicia, verdad, reparación y compromiso de no repetición.
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