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Jerez se reconcilia con don Antonio Chacón

Diversos actos han conmemorado el 150 aniversario del nacimiento del cantaor flamenco

Antonio Chacón.
Antonio Chacón.

Nacido en Jerez, en la flamenca calle del Sol en 1869, el legendario cantaor fue el más grande de su tiempo. Los epítetos que recibía, clara muestra de su supremacía, rozaban la hipérbole. Reconocido como transmisor de una herencia histórica y como gran creador de estilos, don Antonio pasó, sin embargo, de ser divinizado a demonizado en unos años en los que imperó una flamencología maniquea y excluyente. Con el tiempo, la escuela chaconiana ha recuperado su valor y, pese a su dificultad, sus creaciones mantienen una innegable actualidad. Eso en el mundo del flamenco, pero ¿en su tierra? El Ayuntamiento republicano de 1936 le dedicó una calle en el barrio donde nació con una placa de mármol que resiste el paso del tiempo. No muy lejos de allí, un pequeño busto también lo recuerda. Sin embargo, dentro y fuera, ha existido siempre la opinión de que la ciudad mantenía una vieja deuda con él. Una serie de actos en torno a la efeméride de los 150 años de su nacimiento puede haber supuesto una cierta reconciliación con la memoria del cantaor.

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La Universidad de Cádiz dedicó la pasada semana sus V Jornadas de estudio del cante flamenco a la figura de Chacón y, en su inauguración, el último editor de su discografía, Carlos Martín Ballester, se dolió del trato que el cantaor había recibido en su ciudad a lo largo de décadas. El coordinador de la actividad, el flamencólogo José María Castaño, explica al respecto que puede que "su cante no casara con los gustos estéticos de una ciudad más inclinada a otros repertorios" y que, tal vez, "la excelsa aportación de la gitanería jerezana haya podido solapar propuestas de gran altura, como la de don Antonio". Por eso, añade, las jornadas "han pretendido, precisamente, revisitar su figura para colocarla en el sitio que merece, aunque sin confrontar ninguna escuela".

En una de las sesiones de esas jornadas, se aproximó al cantaor a las vanguardias de su tiempo, Ramón Gómez de la Serna por medio, en un brillante ejercicio de flamencosofía por parte del investigador Juan María de los Ríos, que calificó a Chacón como "un Orfeo de lo jondo", por el descenso de su cante a los infiernos. El profesor de guitarra flamenca Roberto Savater abordó el toque que lo acompañó, con especial hincapié en el de don Ramón Montoya. Y como añadido, una original aportación: la cata del vino que se sabe predilecto del maestro, un excelso amontillado que, según Reyes Gómez, la enóloga de la bodega jerezana que lo producía y sigue produciendo, reúne atributos como "redondez, complejidad y equilibrio", los mismos que la flamencología otorga al cante del maestro.

Más allá de los análisis, se contempló el arte de Chacón de la manera que debe ser disfrutado: a través de sus cantes y estilos interpretados por artistas jerezanos. Una gala con la que el ayuntamiento y el Centro Cultural Flamenco que lleva el nombre del maestro arrimaron más elementos para la señalada reconciliación. El espectáculo supuso una honesta aproximación a la obra chaconiana con matices en cada caso. Ezequiel Benítez, por ejemplo, es reconocido como un fiel recreador de su escuela, pero también dejó su marca personal en la cartagenera. Con la soleá de La Serneta se mantuvo en el canon con comodidad y sus malagueñas resultaron gustosas y ajustadas al modelo del maestro. El caso de la joven Lela Soto, de la saga Sordera, es bien distinto: ella proviene de otra escuela, lo que no le impidió apropiarse de las malagueñas con delicadeza y atreverse con la milonga, para sentirse libre y entonada con los tangos. Por último, Antonio Malena, que representa como pocos los soníos negros, advirtió que haría letras del maestro, pero con el eco que le es propio. Y así fue: con una admirable dignidad se raspó taranta, granaína y cartagenera sin dejar de ser él. No faltó el baile: casi obligadamente, unos caracoles que expuso con fuerza y figura María del Mar Moreno. Todo ello antes de finalizar con un tributo al maestro "por Jerez" en el sentido más amplio. Una fiesta por bulerías con todos sus ingredientes.

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