La biblia judía que se salvó de los Reyes Católicos vuelve tras 500 años
Galicia expone por vez primera la joya de la ilustración medieval europea que artistas hebreos escribieron e iluminaron en A Coruña antes de ser expulsados
En algún lugar de la Ciudad Vieja de A Coruña se escribió e iluminó hace cinco siglos una de las biblias hebreas más exquisitas del mundo. Su dueño, un judío llamado Isaac, huyó con ella a África y la salvó de los Reyes Católicos y la Inquisición. El manuscrito desapareció durante 300 años sin que los historiadores hayan sido capaces de averiguar dónde y en manos de quién estuvo durante tanto tiempo. Desde el siglo XVIII esta joya de la ilustración medieval europea se custodia en Oxford, pero hace unos días regresó a Galicia. A partir de este viernes se exhibirá por primera vez en la tierra donde se escribió, dentro de una exposición en la Cidade da Cultura de Santiago.
Las incógnitas que persisten sobre la Biblia Kennicott tienen que ver con el escasísimo legado judío que pervivió en A Coruña tras la expulsión decretada por los Reyes Católicos, explica la historiadora María Gloria de Antonio Rubio. Una veintena de páginas de un libro de acuerdos del Ayuntamiento del siglo XV con referencias a unos presos de esta comunidad, escuetos apuntes sobre los impuestos que pagaban y tres lápidas funerarias son todas las huellas que se conservan.
La Biblia Kennicott es un indicio del rico patrimonio cultural que probablemente se perdió. Sobre dónde fue escrita no caben dudas. El autor del manuscrito dejó claro en el colofón que terminó el libro sagrado “en la ciudad de A Coruña, en la provincia de Galicia en el noroeste de España” el 24 de julio de 1476. También se sabe con certeza que fue Don Salomon di Braga, patriarca de una familia adinerada de la judería coruñesa, el que encargó al escriba Moisés Ibn Zabara y al ilustrador Joseph Ibn Hayyim la elaboración de esta biblia para su hijo Isaac. El nombre de su vástago aparece impreso en hebreo en la caja de madera en la que fue guardada tras ser encuadernada con piel de cabra.
La familia pidió a los autores que se inspiraran en la Biblia de Cervera, otro valioso manuscrito que sobrevivió al destierro de los judíos de la península Ibérica y que se conserva en Portugal. “Hay dibujos idénticos [en estas dos obras], pero están más elaborados y tienen más detalles los de la Biblia Kennicott, sobre todo en el caso del dibujo de Jonás y la ballena”, explica De Antonio, investigadora del Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento de Santiago, adscrito al CSIC, que destaca la “increíble belleza” de la obra.
Por las 900 páginas de la Biblia Kennicott, 238 de ellas iluminadas, pasean dragones voladores, monos, pavos reales, sabuesos buscando liebres, gallinas con sus pollitos acechadas por zorros y una gran variedad de motivos vegetales, escenas religiosas y objetos litúrgicos. La ilustración del rey Salomón, según un estudio al que alude la historiadora De Antonio, está inspirada en “el as de bastos de una baraja valenciana”.
Algunos de los datos sobre la elaboración del manuscrito o su salida de Galicia son puras deducciones. Se cree que sus autores tardaron unos diez años en darle forma, apunta De Antonio, porque ese es el tiempo que invirtió el escriba en otra de sus obras y porque una década fue también el plazo que se necesitó para alumbrar la Biblia de Cervera, su obra hermana.
El lugar exacto donde se elaboró se desconoce. Los judíos de A Coruña residían en la zona de Porta de Aires, en el actual casco antiguo llamado Ciudad Vieja, pero apenas quedan vestigios. Una de las calles mantiene el nombre de Sinagoga y en ella aún sigue en pie una casa de dos plantas que coincide exactamente con la de un dibujo de 1894 que la identifica como un templo judío. “No hay ninguna constancia que lo demuestre pero si fuera así, si esa casa se correspondiese con una antigua sinagoga, sería la única que se conserva en pie en toda Galicia”, explica De Antonio, experta en la historia en territorio gallego de los judíos, cuya presencia rondó las 200 familias hacia 1465 aunque a finales de ese siglo solo quedaba una treintena.
Esta obra cumbre de la literatura medieval europea se escribió 16 años antes de que los Reyes Católicos expulsasen a los judíos de España. Se supone que Isaac de Braga escapó de A Coruña con el libro entre las manos porque “el valor que tenía para él era tremendo, contenía la palabra de Dios”, subraya la historiadora del CSIC. Y se cree que lo hizo en barco hacia Portugal para luego refugiarse en el norte de África, según información de la Biblioteca Bodleian de Oxford donde esta depositada.
Sobre la salida de judíos rumbo al exilio desde el puerto de A Coruña hay constancia histórica. De Antonio apunta que se sabe gracias a un documento de 1493 que demuestra que los Reyes Católicos ordenaron abrirle una investigación a un patrón de barco de estos muelles. El hombre fue acusado de permitir que los judíos que huían en una de sus embarcaciones destino a África se llevasen “cosas vedadas”, es decir, pertenencias que los monarcas les prohibían sacar del reino, entre ellas oro, perlas o caballos. Según la acusación, el dueño del buque hacía la vista gorda a cambio de “unas bandejas de plata”.
Ya en la diáspora, nada se supo de la Biblia Kennicott durante 300 años. Reapareció con suma discreción el 5 de abril de 1771 cuando, según el libro de actas de la Biblioteca Radcliffe de Oxford, fue adquirida a un escocés llamado Patrick Chalmers, que la había comprado a su vez en Gibraltar. Se hizo por sugerencia de Benjamin Kennicott (1712-1783), un canónigo de la catedral de la Iglesia de Cristo de Oxford que se dedicaba al estudio del Antiguo Testamento y que acabó dándole nombre al libro.
La Biblioteca Bodleian, que custodia la obra desde 1872, la considera una de sus más valiosas piezas y tiene muy restringido el acceso de los investigadores al manuscrito, pero no siempre fue así. En un primer momento, en Oxford no se le dio mucha importancia “porque no se consideraba que valiese la pena estudiar el arte judío”, según afirman los investigadores Bezalel Narkiss y Aliza Cohen-Mushlin en un comentario a uno de los facsímiles de la obra. Todo cambió en los años veinte del siglo pasado cuando la catedrática alemana Rachel Wischnitzer publicó en Berlín un trabajo sobre la Biblia Kennicott y utilizó una de sus páginas como portada. Fue entonces cuando “se redescubrió su gran valor”, cuenta De Antonio. Hace unos días una técnica de la Biblioteca Bodleian supervisó la humedad y temperatura a las que el manuscrito estará expuesto en el Museo Centro Gaiás de Santiago para garantizar que no se merma su formidable estado de conservación.
La campesina gallega que escandalizó a España
La Biblia Kennicott forma parte de la exposición Galicia, un relato en el mundo, una selección de 300 obras "sobre los mitos, la historia y la memoria de la identidad gallega a lo largo del tiempo y del mundo" prestadas por 80 instituciones culturales y colecciones privadas, entre ellas el Trinity College de Dublín, la Biblioteca Apostólica Vaticana o la Cambridge University-Parker Library. Organizada por la Xunta y comisariada por Manuel Gago, podrá visitarse de forma gratuita entre el 15 de noviembre y el 12 de abril.
Una de las joyas de la muestra es la escultura Santa, del gallego Francisco Asorey, una campesina desnuda y cargada con un yugo que escandalizó a la España de principios del siglo pasado y que llega a Galicia después de 70 años en Uruguay. La figura rompió con los códigos estéticos de la representación femenina de la época, que solía reflejar solo a mujeres de porte delicado.
La labriega esculpida por Asorey es fuerte y de mirada desafiante, con el cuerpo labrado por el duro trabajo en el campo y el vientre hinchado por los embarazos. En ella se percibió un mensaje político de Asorey contra la opresión de la Galicia campesina. Valle Inclán la consideró "grotesca" y la reina Victoria Eugenia, durante la inauguración de la Exposición Nacional de Bellas Artes en Madrid, comentó que debería ser prohibida. Cuando Asorey se enteró de lo que había dicho la monarca de su Santa, renunció a hacerle un retrato que ella le había encargado, según reveló la investigadora Maribel Iglesias en Francisco Asorey, escultor galego.
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