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REBECCA SOLNIT

“Espero que nadie piense que soy un gurú, es lo último que querría ser”

La escritora estadounidense Rebecca Solnit pronuncia la conferencia inaugural de la edición más feminista de la Feria Internacional del Libro de Oaxaca

Carmen Morán Breña
Rebecca Solnit el 16 de octubre en un hotel de  Ciudad de México.
Rebecca Solnit el 16 de octubre en un hotel de Ciudad de México.Nayeli Cruz
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Sostiene el premio Nobel Mario Vargas Llosa que “probablemente sea en el campo intelectual donde haya una mayor movilización a favor de este combate contra la desigualdad”. Afirma además, en un artículo publicado en este periódico a mediados de julio que resulta “írrito, descaminado y absurdo” proponer paridad en un certamen literario como la bienal de Guadalajara que lleva su nombre, para alcanzar la igualdad. Si eso fuera así, dice, “bastaría que hubiera una idéntica representación numérica de hombres y mujeres en todas las conferencias literarias para que se hubiera alcanzado la igualdad. Vaya tontería. El único criterio aceptable en este campo es el de la calidad, no la cantidad”.

Preguntada por esta idea, la escritora Rebecca Solnit no levanta la voz, solo sus dos dedos corazón, a la vez. No hay mucho más que añadir, pero ella lo hace: “Qué dinosaurio”. Y después aún argumentará que el escritor peruano quizá no entiende la discriminación que sufren las mujeres en todo el mundo. También en el ámbito intelectual. Esa es la razón de que aquellas protestas feministas contra la III Bienal Vargas Llosa y algunas otras invisibilidades cristalicen ahora en la feria del libro más feminista que se haya vivido nunca en Oaxaca. No es difícil apostar en este terreno.Por primera vez, el plantel de la FILO, que se celebra desde hoy al 27 de octubre es mayoritariamente femenino. Y para rematarlo Solnit (San Francisco, 1961) es la encargada, hoy,  de  la conferencia inaugural, bajo el título El poder de la voz, las políticas del Gobierno.

Pero antes, la escritora, activista y editora ha pasado por Ciudad de México y platicado con los periodistas. Sus grandes ojos parecen anunciar una clarividencia de ideas. De su cerebro surgió aquello de Los hombres me explican cosas, que después alguien nombró como mansplaning. El medio ambiente, la política, el arte, nada escapa a la mirada azul de Solnit.

Hablar ahora de feminismo en México es interesante y necesario. El país vive estos días algunos capítulos legislativos largamente reclamados, como la aprobación del aborto en algunos Estados como Oaxaca, que aventuran un avance histórico en este terreno. También hay cierto aperturismo al respecto en Argentina, con promesas electorales en ese sentido. “Estoy emocionada por estas últimas leyes”, dice Sonit y siente que todo está conectado, también los avances en el matrimonio igualitario, algo que desarrolla en un capítulo de su libro emblemático Los hombres me explican cosas. Para ella eso es un logro del feminismo también, por la lucha desempeñada “para transformar una relación jerárquica [la del matrimonio tradicional, heterosexual] en una igualitaria”.

Esas interconexiones entre unas cosas y otras es lo que ronda ahora por la cabeza de Solnit. “Ahora me niego a pensar que todo va por separado, la violencia sexual, el acoso, el acoso racista, pienso  en la inferioridad de las mujeres, en su falta de derechos en todo el mundo, todo va unido”, afirma.

México aúna esa triple condena para las mujeres, pobreza, violencia y discriminación. Es un país de pasos muy cortos, donde las mujeres no pueden andar por algunas calles o barrios a según qué horas. Solnit escribió otro de sus grandes libros, Wonderlust. Una historia del caminar, algo que las mujeres no han tenido fácil, desde las largas faldas a la impune violencia masculina. “Eso es lo que me hizo feminista de joven, no podía caminar donde quería y quería que alguien estuviera de acuerdo conmigo y hablara de eso de manera política porque la libertad más básica es la de movimiento; necesitamos ser libres y andar seguras en la vida, participar en la vida pública... Pero nadie tenía nada que decir en los primeros ochenta. Me aconsejaron que me adaptara a la violencia de los hombres, a las agresiones, que eran tan inevitables como el clima. Me negué y he escrito sobre eso desde entonces”.

Feminismo casi como leit motiv. ¿No siente a veces que el asunto ocupa demasiado su vida, que bajo esa mirada lo analiza todo? “Nunca se exagera con esto. Soy una adicta a las estadísticas y son alarmantes, la violencia contra las mujeres por compañeros, la que se da entre los 15 y los 44, el acoso en su mundo cercano. Todo esto no se exagera, es extremo, en todo el mundo los hombres atacan a las mujeres. No hay por qué ser una víctima directa, le está pasando a gente como tú. No hay que dejar de visibilizarlo”, afirma la escritora.

Suena la cafetera en el bar del hotel Zócalo Central de la capital mexicana. Sobre el pecho de Sonit cuelga un gran corazón plateado de buen tamaño. Recuerda su visita a los zapatistas y su conversación con el subcomandante Marcos, en 2007, “una de sus inspiraciones literarias”. La escritora ha sido catalogada como una “visionaria”. En un mundo plagado de gurús, ¿cómo recibe ese calificativo? “Espero que nadie piense que soy un gurú, es lo último que me gustaría ser. Entendemos el futuro entendiendo el pasado. El futuro es oscuro {rememora a Virginia Woolf}, nadie sabe qué va a pasar, pero puedes ver los patrones y lo que ocurrió en el pasado. Nunca profetizo sobre lo que puede pasar sino sobre lo que es posible que suceda. La profecía no es más que un análisis”, afirma.

A veces no hacen falta grandes análisis, basta observar la realidad repetida. Por ejemplo esos certámenes literarios copados por firmas masculinas contra lo que se rebela la autora de Esperanza en la oscuridad. “La única forma legítima de utilizar un privilegio es distribuirlo de forma amplia”, exige. “Los privilegios se dan entre sexos, clases, razas, pero creo que un mundo en el que las mujeres tuvieran igual voz, igual poder, sería diferente y eso está cambiando mucho, lo hemos ido cambiando”, asegura. Cuando pienso en la literatura en la que crecí, toda dominada por hombres, donde ellas no existían más que como ornamento para los hombres, estaban relegadas, eran misteriosas, casi no humanas y su existencia entera condicionada por la relación con el otro sexo… Ahora mi sentido del mundo es muy diferente”, dice.

Solnit no abandona su optimismo. Mira, por ejemplo “las montañas, los ríos, los puentes cada parada de metro en Nueva York, la literatura, siempre centrada en hombres, todo nombrado por hombres o a partir de ellos… En Nueva York hay cinco estatuas de mujeres y 100 de hombres. Pero ahora están tirando algunas y hay una primera estatua de una mujer negra y otra en Los Ángeles de braceros mexicanos. Todo está cambiando y eso me esperanza, hay un proyecto en camino, a pesar de todo”.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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