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Hijas de migrantes, españolas

El sociólogo Alejandro Portes, Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales, analiza la integración de la segunda generación junto con dos jóvenes que la vivieron

El sociólogo Alejandro Portes, ayer en Oviedo.
El sociólogo Alejandro Portes, ayer en Oviedo. José Luis Cereijido (EFE)
Tommaso Koch

Nessrin el Hachlaf Bensaid impartió la primera conferencia de su vida con seis años. “Me subí encima de la mesa y expliqué lo que era el islam”, recordaba ayer. Recién llegada a España de su Marruecos natal con su familia, la profesora invitó a aquella niña a contarles a sus compañeros quién era, cómo era su vida y responder a cualquier curiosidad sobre lo distinto: los rezos, el cuscús o la prohibición de la carne de cerdo. Es decir, a normalizar las diferencias. Una receta ideal, como reconocía la propia joven, subida a otro escenario, ayer en Oviedo. Hablaba, nuevamente, de su identidad. El contexto ha cambiado: ahora es una abogada treintañera y, a su lado, la escuchaba el Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales, Alejandro Portes. Pero el mensaje de El Hachlaf Bensaid se reafirmaba idéntico: “Me siento ciudadana del mundo. Nunca me he planteado si me sentía más marroquí o española. No tengo por qué elegir. Somos un cúmulo de experiencias”.

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Portes asentía: “Es una identidad aditiva. Dispones de dos culturas, dos lenguajes y una amplitud cognitiva que duplica la de un monolingüe”. El estudioso, “uno de los sociólogos más prestigiosos del mundo”, según el periodista de EL PAÍS Nacho Carretero, que moderaba la charla, ha dedicado buena parte de su carrera a las segundas generaciones. Es decir, los hijos de migrantes que nacen y crecen en el país donde sus padres se han instalado. Españoles de pleno derecho, aunque con raíces y entornos familiares distintos de los otros nativos. A su despliegue de cifras, conocimientos y conclusiones, la conferencia sumó dos casos de carne y hueso: El Hachlaf Bensaid y Quan Zhou, ilustradora y autora de novelas gráficas de origen chino. Y entre todos reflexionaron sobre la segunda generación y su integración.

El estudioso empezó con una aclaración: “No hay migrantes de segunda generación. Solo de primera. Las demás ya son parte del país”. Y la charla rescató uno de sus estudios más conocidos: en 2017, tras entrevistar a unos 7.000 jóvenes, descubrió que el 80% de los hijos de inmigrantes nacidos en España se siente español. Entre los hijos de españoles, por comparar, el porcentaje alcanza el 71,5%. Y en EE UU, como mostró otro informe de Portes, no supera el 6%.

He aquí una de las muchas razones por las que el profesor defiende que la sociedad española es integradora. “Ha sido relativamente abierta y tolerante a la inmigración. Ha permitido la incorporación de forma suave. Menos del 10% de nuestros encuestados se veía discriminado de forma continuada. En Norteamérica, la tasa ronda el 40%. Aquí se interioriza mucho más la nacionalidad del país. En EE UU se ha institucionalizado un esquema que divide a la población en marcos etnorraciales: blancos, hispanos, negros, asiáticos”, agregó. Él mismo lidia con esas etiquetas: nacido en Cuba en 1944, dejó la isla como exiliado político en los sesenta; tras estudiar en Argentina, recaló en EE UU, donde se instaló, empezó a impartir sus clases en varias universidades y adquirió la nacionalidad. Desde allí, ha publicado más de 30 libros y 250 artículos, y también ha investigado la identidad de sus connacionales concentrados en Miami.

Para romper tantos sellos y categorías, ahí estaban las dos jóvenes, tan españolas como cualquiera de los ovetenses que asistían a la charla. Y, a la vez, china o marroquí. Ambas agradecieron los esfuerzos de sus familias para darles una vida mejor, ya sea pasándose “20 años sin vacaciones” como los padres de Zhou o despejando un camino hacia el estudio que para El Hachlaf Bensaid y sus cinco hermanas habría sido más accidentado en Marruecos.

A Zhou, eso sí, el colegio le trajo alguna sorpresa desagradable: “Yo pensaba que era española y allí me decían que era china. No soy ni solo una cosa, ni la otra. La unión de dos culturas no es una suma aritmética, genera algo nuevo”. Relató que también sufrió algún ataque racista, pero que han ido a menos a medida que crecía. Y El Hachlaf Bensaid confesó que solo una vez fue hostigada por su origen: un profesor le dijo que las marroquíes solo servían para tener hijos y era inútil que estudiara. Quiso el destino que se lo volviera a encontrar cuando ya trabajaba en el Tribunal Constitucional. “Pude redimirme”, se rio.

Carretero preguntó si, como notó en su cobertura de los atentados terroristas de Barcelona, hay una suerte de “asterisco” que siempre acompaña a los hijos de migrantes. Tanto Portes como Zhou ofrecieron por respuesta la normalización. La joven consideró que alguien expuesto habitualmente al mestizaje termina por absorberlo y deja de sorprenderse. Y el estudioso subrayó que, a medida que la segunda generación –o la tercera y la cuarta, que ya existen en países de más tradición migratoria, como Francia- ocupe cada vez más puestos y profesiones visibles, la suspicacia está destinada a extinguirse. A este propósito, el estudio de 2017 notaba que solo el 18,2% de los hijos de inmigrantes accedía a trabajos como administradores, gerentes o profesionales cualificados frente al 27,3% de los hijos de padres nativos. El estatus socioeconómico de la familia y su voluntad de abrirse al mundo también influyen en la integración.

Zhou relató que sus padres procedían de una zona rural y que, una vez llegados a España, se hicieron camareros de un restaurante chino. “Tenían miedo de que perdiéramos nuestra cultura y nuestro idioma. Me decían que estudiara mandarín, que me casara con un chino. A mí me generó rechazo. Pero ahora tenemos todos un orgullo tremendo de lo que he alcanzado”, añadió. La joven hasta quiere recuperar el mandarín que se dejó por el camino. Ya no le genera conflictos: es parte de ella.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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