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Con la mente en blanco en la España vacía

Peter Handke, que piensa escribiendo, ha situado algunos de sus libros en lugares como Soria o Linares

Javier Rodríguez Marcos
Sophie Semin y Reda Kateb, en 'Los hermosos días de Aranjuez'.
Sophie Semin y Reda Kateb, en 'Los hermosos días de Aranjuez'.

Peter Handke es un escritor que piensa narrando. No es, pues, raro que titulase Historia del lápiz a una reunión de sus notas sobre literatura ni que varias de sus novelas lleven la palabra ensayo en el título. Algunos de esos falsos ensayos tienen como escenario España, mejor aún, la España periférica -Soria, Linares, la sierra de Gredos- antes de que la llamásemos España vacía, justo el adjetivo que hace atractivo para él un país que no ha dejado de visitar desde los años ochenta. "El paisaje español es tan vacío...", afirma. "Allí uno se puede imaginar historias. Hay una energía, no sé, erótica. Es un país con espacios enormes donde no hay nada, donde piensas, si alguien viniera por aquí pasaría algo, estaríamos abiertos el uno al otro".

La Academia Sueca ha justificado su premio “por un trabajo influyente que, con inventiva lingüística, ha explorado las periferias y la especificidad de la experiencia humana". Periferia y especificidad son palabras decisivas en Handke. Nacido en Griffen, un pueblo del sur de Austria, lleva casi 30 años viviendo en Chaville, a las afueras de París. De hecho, la influencia del nouveau roman no es ajena a una obra centrada en el detalle y en los movimientos de la mente. "No decir nunca: 'Una pareja' ('Una pareja de amantes jadea, acabo de leer'): siempre hay tan solo el uno en el otro", dice uno de los fragmentos de la citada Historia del lápiz. Otra vez el uno y el otro, como en el caso español. Para Handke dos son multitud.

Autor de varios guiones de cine -ha colaborado con Wim Wenders (El miedo del portero al penalti, El cielo sobre Berlín, Los hermosos días de Aranjuez)-, dirigió la adaptación de su propia novela La mujer zurda. En el cine, en la poesía o en el teatro, el nuevo Nobel es un escritor sin concesiones, alguien capaz de titular una de sus primeras piezas teatrales Insultos al público o de dedicar una de sus últimas novelas al cuarto de baño: Ensayo sobre el lugar silencioso. Su madre, de origen esloveno, es un personaje decisivo en la obra de Peter Handke. Si la búsqueda de las raíces familiares en la frontera entre Austria y Yugoslavia está ya presente en su primera novela -Los avispones-, publicada con 24 años, el suicidio de su progenitora dio lugar a uno de sus libros más descarnados: Desgracia impeorable. También hay que rastrear en esas raíces su rechazo a los bombardeos de la OTAN sobre Belgrado durante la guerra de los Balcanes y su asistencia al funeral de Milosevic. Para dejar clara su posición al respecto, reunió sus escritos políticos en el volumen Contra el sueño profundo. La Academia Sueca, que sale de un escándalo que la llevo el año pasado a no conceder su famoso premio, ha vuelto a demostrar que no tiene miedo ni a la polémica política ni a la literatura más exigente.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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