Una nueva era con un Beethoven diferente
La Filarmónica de Berlín presenta a sus conciudadanos a su nuevo director, Kirill Petrenko, con una arrolladora ‘Novena’ frente a la Puerta de Brandeburgo
La Filarmónica de Berlín ha salido este sábado a la calle para proclamar que tiene un nuevo director principal. Y celebró un concierto especial y gratuito, con la Novena sinfonía, de Beethoven, en la emblemática Puerta de Brandeburgo. La orquesta ocupó una carpa escénica transparente del lado del Tiergarten, con el sonido amplificado y una pantalla gigante de alta definición. Bajo excepcionales condiciones climáticas, con más de veinte grados y una ligera brisa veraniega, miles de personas se reunieron, desde horas antes del inicio del concierto. No cabe duda de que escuchar una Novena beethoveniana a una de las mejores orquestas del mundo, al aire libre y rodeado de vegetación, mientras anochece, puede ser una experiencia francamente estimulante.
La 'Novena' de Petrenko refleja los conflictos y tensiones de nuestro tiempo. Y supone una reflexión tan necesaria como admirable para el futuro.
No hizo nada parecido la Filarmónica de Berlín en 1989 para el nombramiento del italiano Claudio Abbado, ni tampoco, en 2002, con el inglés Simon Rattle. Pero con el ruso Kirill Petrenko (Omsk, 47 años) todo es diferente. Su elección en 2015 sorprendió a propios y extraños, al tratarse de un director de orquesta poco conocido, con escasa proyección mediática y muy poca relación con la orquesta. Pero para los integrantes de la filarmónica berlinesa fue algo obvio. Los años transcurridos y las nuevas apariciones del director ruso en el podio berlinés les han terminado dando la razón. Petrenko sigue viviendo un sueño hecho realidad. Lo reconoció, el viernes, durante el cóctel celebrado tras su concierto inaugural como nuevo director principal y artístico, en la Philharmonie.
Había sido invitado, como director musical de la Ópera Cómica berlinesa, al concierto inaugural de Rattle. Y nunca imaginó que podría ser el siguiente, 17 años después.
Petrenko es un ser que vive por y para la música. Este sábado no dejó ningún detalle al azar durante la prueba de sonido, celebrada horas antes del inicio. Después, se le podía ver dentro de las carpas, donde descansaban los músicos, comentando con ellos algún detalle con su talante tímido y nervioso. Salió al escenario pasadas las 20:15 y, tras saludar, comenzó su personal recorrido por la Novena beethoveniana. Dirigió una versión valiente y arrolladora, pero también corrosiva y minuciosa. “Tocar bajo su dirección exige la máxima concentración, pues controla hasta el detalle más pequeño”, reconocían a EL PAIS, Luis Esnaola y Joaquín Riquelme, los dos españoles de la Filarmónica de Berlín, pocos minutos de comenzar el concierto.
Su trayectoria como director de ópera lo ha convertido en un narrador sinfónico admirable. Beethoven representa idealmente el tránsito desde la oscuridad a la luz. Pero Petrenko tiene su propio relato. Esta noche, frente a la Puerta de Brandeburgo, resaltó cada detalle dentro del tenso diálogo que representa el primer movimiento, aunque dentro de un mundo condenado al conflicto y la opresión. En el scherzo asumió un tempo más fluido que rápido. Y continuó su retrato de un mundo que camina a empellones, bombardeado por los timbales. Tras unos espontáneos aplausos, llegó el movimiento lento. El admirable silencio entre el público, levemente salpicado de murmullos, permitió disfrutarlo. Aquí se cantó desde cada instrumento, pero sin posibilidad de ir más allá. Y Petrenko rompió el estatismo con la terrorífica fanfarria que inicia el movimiento coral que cierra la obra. Introdujo, poco después, el famoso tema de la alegría, que funciona en su relato como remedio milagroso para todos los males escuchados.
Por fin, irrumpen las voces que representaron a la humanidad en su relato. Esos versos de la Oda a la alegría, de Schiller. que inició, enfáticamente, el bajo Kwangchul Youn: “¡Amigos, no estos sonidos! / Entonemos en cambio otros / más agradables y dichosos”. Y que siguió el Coro de la Radio de Berlín y otros tres solistas (la soprano Marlis Petersen, la mezzosoprano Elisabeth Kulman y el tenor Benjamin Bruns). El resto de la narración es bien conocida, pero anoche fue lo más emotivo de toda la sinfonía, a pesar de algún aplauso a destiempo. Y la ovación final fue un digno colofón a la velada.
Esta Novena, dirigida por Petrenko, representa la nueva era que se avecina en esta orquesta. La obra de Beethoven siempre ha acompañado a la Filarmónica de Berlín en eventos importantes, como en la inauguración de la Philharmonie, con Karajan, en el Europakonzert, con Abbado, o para conmemorar el 25º aniversario de la caída del Muro de Berlín, con Rattle. Ahora no sólo coincide con la llegada de un nuevo titular al podio berlinés, sino también con el inminente 250º cumpleaños de Beethoven.
Pero, en cada caso, lo ha hecho con un ideal sonoro diferente. Hubo una Novena volcánica y espiritual, con Wilhelm Furtwängler, otra objetiva y monumental encarnada por Herbert von Karajan, la de Abbado fue más verdiana y camerística, y la de Rattle estaba imbuida por la revolución historicista. Pero la de Petrenko refleja los conflictos y tensiones de nuestro tiempo. Y supone una reflexión tan necesaria como admirable para el futuro.
Babelia
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