Una duda razonable
Raimbault ha elaborado una película muy inteligente, introduciendo la documentación literal y directa del caso en su relato
El caso de Jacques Viguier, acusado de asesinato tras la desaparición de su esposa y absuelto en dos ocasiones por los tribunales franceses, inspira este primer largometraje de Antoine Raimbault, que pone en cuestión tanto las formas como el modelo de discurso de las películas de juicios para proponer una estimulante reflexión en tiempos dados a la sentencia mediática. La “íntima convicción” del título responde a la figura retórica que, en el contexto de la justicia francesa, funciona como equivalente –y, a su vez, reveladora inversión de sentido- de la “duda razonable” asociada a los fundamentos de la justicia norteamericana: si en el último caso se apunta al brote de incertidumbre que puede salvaguardar una inocencia, en el caso de la “íntima convicción” se apela a una noción de autoridad que, en ocasiones, puede canalizarse a través de un pleno vacío de pruebas.
UNA ÍNTIMA CONVICCIÓN
Dirección: Antoine Raimbault.
Intérpretes: Marina Foïs, Olivier Gourmet, Laurent Lucas, Philippe Uchan.
Género: thriller. Francia, 2018
Duración: 110 minutos.
Raimbault ha elaborado una película muy inteligente, introduciendo la documentación literal y directa del caso en su relato, pero sacándose de la manga un personaje de ficción –Nora (Marina Foïs), una observadora externa convencida de la inocencia del acusado- no sólo para insuflar tensión dramática a la historia, sino para poder sostener la pregunta clave que la película lanza a su audiencia. Las películas de juicios siempre han tenido una naturaleza extremadamente teatral y, de hecho, aquí el gran clímax es, directamente, el discurso final del abogado al que encarna Olivier Gourmet. No obstante, Una íntima convicción rompe constantemente con la tradición estilística del género para desestabilizar al espectador con abruptos cortes de montaje que se colocan al servicio del arco obsesivo que recorre el personaje de Nora.
Una íntima convicción encarna una potencialidad para el cine popular pocas veces explotada: su capacidad para provocar al espectador, obligándole a plantearse el valor (crucial) de una duda razonable.
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